Desde que descubrió las famosas friulanes (también conocidas como slippers o venecianas), el zapatero de Ana Cerrato se pasó al minimalismo: unos cuantos pares de varios colores; deportivas; botas de agua y unos zapatos de tacón para ocasiones especiales. “Son tan cómodas y versátiles que mucho antes de tener mi propia firma ya no quería ponerme otra cosa”, recuerda.
Ese calzado tradicional que descubrió casi por casualidad en 2010, en su primer viaje a Venecia junto a su marido, el empresario Borja de Madariaga, no sólo le hizo olvidarse de los stilettos, sino que fue el germen de un sueño que en 2020 vio la luz bajo el nombre de Cayumas (acrónimo de Cayetano y Uma, dos de los cinco hijos del matrimonio).
Actualmente, la marca, que vende sus friulanes, confeccionadas a mano en Italia, en todo el mundo, planea crecer un 100% con respecto a 2023 sin perder su esencia slow.
El origen de las friulanes se remonta al siglo XVIII en el campo. Después las llevaron los gondoleros venecianos y los nobles y dandis… ¿Qué tienen para seguir triunfando?
Elegancia y versatilidad. Las puedes llevar de día o de noche, con vaqueros, con falda, con un traje o en la playa. Y, además, se usan en cualquier época del año: con medias, calcetines, sin nada…
Con Cayumas, decidieron mantener la producción artesanal, ¿por qué?
Cuando me animé a embarcarme en el proyecto de Cayumas, en 2020, llegué a Fruili, al norte de Venecia, donde se producía este calzado. Allí conocí a Giulio con quien seguimos produciendo nuestros pares. Nos han ofrecido muchas veces hacer imitaciones más baratas, pero nuestra divisa ha sido, es y será calidad y artesanía. Las friulanes se hacen en la región de Friuli igual que el jamón de Jabugo se hace en Jabugo y el vino de Borgoña, en Borgoña.
¿Qué tienen de diferente las Cayumas?
Meto mucha parte de diseño y presto atención a los materiales y telas. Seda salvaje de Asia, terciopelo italiano… Las friulanes eran un calzado modesto y yo quise mantener su sencillez, pero que fueran exquisitas en cada detalle. Por ejemplo, las hebillas son libres de níquel y las plantas son de tela con estampado Liberty o block print de la India.
La sostenibilidad es otro de los valores de la marca, ¿hasta qué punto es importante?
Es parte de nuestra esencia. Está en nuestra forma de producir con tiradas pequeñas; con los materiales que escogemos, por ejemplo, como las suelas que hacemos reciclando ruedas de bicicletas…
Empezó a vender en plena pandemia de Covid, ¿recuerda sus primeras clientas?
Volví de Fruili a España justo el día que cerraron las fronteras italianas. El taller cerró y yo me trasladé a Ibiza durante todo el verano. De repente, me llamaron para enviarme el primer pedido, y se me ocurrió llamar a las madres de los colegios de Uma y Tristán, mis dos hijos pequeños, para que compraran esos primeros pares.
Pero pronto conquistaron a varias influencers y celebrities, ¿qué supuso ese salto?
Cuando sólo teníamos 500 seguidores en Instagram nos compró Gala González (ella tiene más de 1,7 millones) y fue un golpe de suerte. Después, Belén Hostalet combinó un par con un look de Prada; Aerin Lauder (nieta de Estée Lauder) las vendía en sus tiendas. Y así hasta que Leandra Cohen -una de las bloggers más reputadas del mundo de la moda a nivel internacional- diseñó con nosotros una colección. La amistad con ella, y por ende la colaboración, supuso el despegue absoluto en Estados Unidos.
¿Quién le gustaría que se calzara unas Cayumas?
La reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía. ¡Serían perfectas para sus veranos en Mallorca!
¿Qué ha sido lo más complicado del camino como empresaria?
Crear equipo. Y también seguir yendo despacio. Es muy difícil mantener la filosofía slow en la que creo. Además, es una forma de responsabilidad: mi artesano dejó de trabajar con marcas como Etro para darme exclusividad y yo también estoy comprometida con él.
Para terminar, cuéntenos si este año habrá alguna sorpresa.
¡Muchas! Siempre relacionadas con artesanía real. Y vamos a lanzar Cayumas Beauty. La idea nació de otro viaje, a Grasse (Francia), donde conocí a uno de los mejores narices del mundo, Fabrice Pellegrin (ha trabajado para Armani, Jean Paul Gaultier, Diptyque…). Tras asociarnos con Abanuc, lanzaremos cuatro perfumes y cuatro velas con mi esencia. Nunca imaginé que mi sueño, que era tener una tienda y estar en ella, llegaría hasta aquí, convertido en referente de lifestyle.