“El día que me muera, yo quiero mi cajón pintado de rojo y blanco, como mi corazón”. Este cántico de la hinchada de River Plate es tan famoso que otras gradas de todo el mundo lo han adaptado a sus colores. Breve inciso: cantar “oé, oé, oé” en todos los sitios me entra en la cabeza, pero nunca he entendido demasiado la apropiación cultural de este tipo de canciones entre aficiones. En fin, que me desvío. Con este himno que cantan los franjirrojos descubrí que la palabra “cajón” tenía otra acepción en Argentina, una bastante funesta: ataúd. Qué palabra tan difícil de rimar sería por aquí. Se me ocurren salud, alud, avestruz… Lógico haberlo importado tal y como venía.
Ahora que se acerca Cannes, los Premios Óscar de la publicidad mundial, pienso en que es paradójico que “cajón”, en su sentido publicitario, y “ataúd” tengan el mismo significado. Las veces en que he fantaseado con abrir una agencia (pocas o muy pocas, y fantasear se parece poco a lo que he hecho), me ha rondado la idea de que el lema de la empresa fuese algo así como “Ideas que no se quedarán en el cajón”. O, directamente, llamarle El Cajón, aunque leves variaciones de vocales podrían poner un chiste fácil muy a mano. Pero es verdad, me fascina la cantidad de veces que he oído a creativos o cuentas decir que guardan una idea en el cajón o que la mejor idea que pensaron no se hizo y que estaba en un cajón.
La paradoja semántica con ataúd me hace gracia porque, realmente, la mayoría de veces no son ideas en barbecho, sino ideas que fallecieron. Ideas que nunca verán la luz. Me pregunto: ¿Si fuesen ideas buenas de verdad deberían haberse aprobado por muy poca visión que tenga el aprobador o… el mundo de la creatividad es como un iceberg, donde sólo vemos una pequeña parte, pero que en realidad existe mucho talento bajo agua? Depende del día en que me levante, pienso una cosa o la otra. Pero lo cierto es que existen un montón de historias o de buenas ideas que nunca asomarán la cabeza. Me da rabia no conocerlas.
Me encantaría conocerlas. ¿Qué maravillosas ideas se habrán quedado este último año en el cajón? Si se hubieran realizado, ¿cómo cambiaría Cannes? Quizá debería existir un festival sólo para ideas que se quedaron en un cajón, con sus historias sobre por qué no salieron, podría ser un festival sin ataduras y, evidentemente, sin truchos. Ya no habría que ocultar que no se hizo o que no la vio nadie. Adoraría ese festival. Mataría por conocer lo mejor del cajón de las mejores agencias. Con todo el talento que hay suelto por ahí, estoy convencido de que hay mucho ataúd de madera de nogal.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.