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El valor del tiempo: en un segundo lo único que cambia es todo

Victoria Garriga (Barcelona, 1969) realizó sus estudios en la Universidad Politécnica de Catalunya para, en 1996, crear el estudio de arquitectura AV62 junto a Toño Foraster. Profesora en diversas universidades, sus conferencias dan cuenta de sus ideas rompedoras sobre urbanismo y diseño. “Un segundo, un parpadeo, un visto y no visto. El tiempo justo para que incluso algo tan sólido como una casa de hormigón armado pueda llegar a cambiar”… Para Victoria Garriga, ésta no es solo una manera de entender la arquitectura sino también una forma de ver el mundo, de entender todo lo que nos rodea, de no ver nada como un simple paisaje estático e inmutable. Este es el verdadero valor del tiempo.

En Deutsche Bank son conscientes de que solo si nos aliamos con el tiempo podremos hacer que cada instante que viene, o está por venir, sea aun mejor que el siguiente. Y si tenemos esa oportunidad, ¿por qué no invertir todo nuestro tiempo en ello? Solo al mirar, al recorrer, al pisar y al vivir, todo evoluciona para no volver a ser lo mismo que el segundo anterior. Quizás por eso siempre es interesante conocer a alguien que le dé un valor único a cada segundo, que por pequeño que sea, le de la importancia que realmente merece.

Victoria Garriga cree en el poder del tiempo para hacer que todo cambie en solo un instante. “Cada vez que la miramos, cada vez que la vivimos, cada vez que le da la luz de una manera o de otra, la arquitectura se transforma. Y el edificio se mueve permanentemente a medida que nosotros lo recorremos. A medida que nos colocamos en un sitio, nos colocamos en otro, lo miramos desde un ángulo, lo miramos desde otro… ¡Y no te digo nada cuando envejece con nosotros!”. Para Victoria, la arquitectura es algo tan simple y a la vez tan obvio como aprender a colocar una serie de objetos que nos ayuden a vivir mejor. Y cualquier disposición, si se hace con la intención de facilitarnos la vida, siempre será arquitectura. Una idea que, desde la arquitectura, pone a las personas en el centro de toda historia, dotándolas del poder de hacer que las cosas sucedan, cambien y, si es oportuno, incluso mejoren.

La arquitectura no nos da exclusivamente el placer visual. La arquitectura nos proporciona también felicidad. Tan sencillo, y a la vez tan fundamental. Si la arquitectura está basada en las personas que viven en ese espacio, entonces nos acercará a los nuestros. Los arquitectos construyen edificios, pero somos cada uno de nosotros quienes los vamos moldeando segundo a segundo con nuestra vida. Son nuestros colores y olores, las cenas de amigos, los momentos en familia que les infunden vida, que, al disfrutarlos con un fin u otro, les dan sentido. Debemos construir edificios a nuestra imagen y semejanza, mantiene Victoria, porque solo así los haremos nuestros. Solo así podremos vivir en ellos tal y como somos. “Por eso, si alguna responsabilidad tiene la arquitectura, es precisamente la de cambiar a la velocidad a la que cambia la vida, con todos sus deseos y necesidades: en solo un instante”.

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