Su actividad se centraba en las tareas del laboratorio de análisis y la práctica de transfusiones sanguíneas.
Desde entonces no han dejado de crecer en el sector farmacéutico y hospitalario, hasta convertirse en la actualidad en una empresa referente a escala internacional.
¿Cómo fueron los inicios de un negocio que prácticamente no existía?
Según me han explicado, debieron de ser muy duros, porque aquello fue al final de la Guerra Civil española y en septiembre del mismo año comenzó la Segunda Guerra Mundial, así que supongo que en aquellos años solo había miseria y más miseria. Pero bueno, ellos ya hicieron sus primeros avances o contribuciones a la hemoterapia, fabricaron el primer plasma liofilizado de Europa en 1943, y todo ello a base de ingenio. La empresa, hasta los años 1975-1980 era muy local, ya que aquí era muy difícil prosperar, hasta que España no entró en el Mercado Común
Sucedió a su padre como consejero delegado en 1987 y en 2001 fue nombrado presidente. ¿Qué es lo que más destacaría durante esos años al frente de la compañía?
Mi tío, que tenía un año más que mi padre, murió en 1958, y entonces mi padre fue quien dijo que si queríamos que la empresa prosperara teníamos que internacionalizarnos de alguna manera; a él le gustaba, sobre todo, Estados Unidos, con lo cual, todos nosotros nos fijábamos mucho en lo que pasaba allí. Así que cuando me hice cargo de la compañía, fue justo cuando España entró en el Mercado Común, y pudimos empezar a pensar en invertir fuera (hasta entonces era prácticamente imposible), y exportar e importar también resultaba muy difícil. A partir de ahí, comenzamos a pensar cómo organizarnos para poder crecer fuera de España. Empezamos por Portugal, para aprender un poco, luego fuimos a América del Sur, después Europa y, finalmente, Estados Unidos.
¿Cuál ha sido la adquisición que más destacaría de las que han hecho?
Todas han sido importantes en su momento, pero destacaría la que hicimos en 2003, cuando adquirimos a nuestro antiguo socio en Estados Unidos (Alpha Therapeutic Corporation) una fábrica en Los Ángeles. Aquello nos enseñó a movernos en el país, a trabajar allí, a tener empleados (entre 1.000 y 2.000), a entender las leyes laborales americanas, el tema fiscal, etc. Quizás no fue la inversión más grande, pero sí la que nos dio una entrada y un conocimiento del mercado y de las personas. Y, como más importante, diría la que hicimos en el año 2011, que fue la de Talecris Biotheraputics, que está en Carolina, por 3.800 millones de dólares.
Para usted, ¿dónde reside básicamente el secreto del éxito en su negocio?
Bueno, es complicado, porque la empresa nació hace 78 años en un país como España, que, como digo, tenía las cosas muy difíciles hasta 1985, y nadie daba un duro por Grifols. Es decir, teníamos competidores en Alemania, Francia, Italia, Suecia, Estados Unidos, y si alguien hubiera apostado, lo hubieran hecho más por alguno de ellos. La verdad es que nosotros tuvimos suerte o acierto; y hemos sobrevivido, porque en España en 1985 éramos cinco empresas en este campo, y sólo quedamos nosotros.
¿Cuál fue el peor momento que pasaron?
Diría que uno de los peores momentos fue entre 1989 y 1994, cuando en España se hicieron las Olimpiadas y la Expo de Sevilla, y entonces los hospitales dejaron de pagar. Como casi todo lo vendíamos en España, las deudas con la Seguridad Social llegaron a superar los 800 días, es decir, que vendíamos hoy y nos pagaban al cabo de ese tiempo. Fue tremendo.
Hoy son la primera empresa de Europa en hemoderivados y la tercera del mundo. ¿Qué tienen que hacer para ser los primeros del mundo?
Nosotros impulsamos un modelo de excelencia basado en unos sólidos valores corporativos: seguridad, esfuerzo, compromiso, superación, trabajo en equipo, orgullo, innovación y mejora, que son los fundamentos que guían nuestra actividad diaria. Nuestro objetivo no es ser los primeros, sino ser los mejores, y ya lo somos, sin duda.
¿Qué mercado es el más complicado?
Todos tienen sus inconvenientes y sus ventajas. En Estados Unidos, por ejemplo, los precios son más libres, mientras que en Europa hay países que regulan los precios, como aquí en España, otros que van por concursos, etc. Cada uno tiene sus pros y sus contras, y lo cierto es que son distintos, pero te vas adaptando, así que no diría que hay uno más difícil que otro.
Usted ha negociado con grandes empresarios, inversores y analistas de EE UU, Rusia, China, Japón, Alemania, Francia… ¿Quiénes son los más duros de convencer?
No sé quiénes son los más duros, pero sí le diré que con quien es más fácil trabajar es con los norteamericanos. Sí que es verdad que los contratos son enormes y larguísimos, pero el carácter español y el americano se entienden bien. Es más difícil entenderse con un francés, un alemán o con un sueco, que con un norteamericano.
Su empresa está muy implantada en EE UU, país en el que han hecho una gran inversión y donde poseen una amplia plantilla de trabajadores. ¿Cómo fue entrar en este mercado? ¿Se lo pusieron difícil?
No, al revés. Compramos la compañía, Alpha, que estaba quebrada, la pusimos en marcha otra vez y allí aprendimos. Nos fue bien, tardamos unos cuatro años en ponerla en marcha, pero este proceso de aprendizaje es lo que nos permitió comprar más tarde Talecris, ya que si no hubiera sido mucho más difícil.
Grifols cotiza en la bolsa española desde 2006 y desde enero de 2008 lo hace en el IBEX 35. También están presentes en la mayor bolsa de valores de Estados Unidos, el Nasdaq (desde 2011). ¿Por qué decidieron entrar en la bolsa americana? ¿Les ha abierto más puertas?
En Estados Unidos, nuestra actividad se entiende mejor que en Europa, y nos pareció que era imprescindible cotizar allí. Sí que añade complicación, porque en España la CNMV tiene unas reglas que son parecidas en muchos casos, pero en el Nasdaq son mucho más estrictas. Nos pareció que si pasábamos las del Nasdaq, cumpliríamos, evidentemente, con las de la CNMV y, además, es un tema de prestigio. Pero tampoco es que te compren más o te dejen de comprar porque cotices o no en bolsa, ya que hay competidores alemanes o suizos que no cotizan, que son privados, y también venden.
Una de las últimas adquisiciones de Grifols ha sido la compra en junio de 2017, por menos de un millón de euros, de la empresa embotelladora agua de Vilajüiga con la intención de comercializar agua mineral. ¿Por qué deciden comprar esta marca y qué objetivos se han marcado?
Lo definiría como un movimiento más bien romántico por nuestra parte. Mi hijo, Víctor, vio en un informativo de televisión que la fábrica iba a cerrar, y decidió intervenir para que no pasara. En cuanto a los objetivos, son los de reflotar esta compañía, ya que era una lástima que se hundiera después de más de cien años de existencia. El agua será comercializada en Gerona y Barcelona, pero porque no da mucho más de sí. Vamos a producir entre un millón y dos millones de botellas. Estará dentro de Grifols, pero no tiene nada que ver con los laboratorios, y aunque el equipo técnico y la gente que ha montado las máquinas pertenecen a nuestra empresa, tendrá su propia red comercial.
¿Esta adquisición es el inicio de nuevas inversiones en el sector culinario?
En absoluto. Solo se trata de la compra de una empresa histórica que iba a desaparecer. Como le he dicho, ha sido un movimiento más bien romántico por nuestra parte.
¿Hay algún otro segmento en el que haya querido entrar y por el motivo que sea no ha podido ser?
No, ninguno, ni siquiera en el del agua.
En un negocio como el suyo, ¿hay que ser ambicioso?
En todos los negocios hay que ser ambicioso, ya que o pedaleas o te caes… menos si eres funcionario (risas).
¿Cómo ve la situación económica en España?
Vamos tirando. Ni bien ni mal, falta un poco de destino, de visión clara de lo que la gente quiere.
A nivel internacional, ¿qué imagen se tiene de España?
Como país, a la gente les gusta visitarlo por el clima, la gastronomía, la historia, etc., pero no asustamos a nadie. Está claro que España gusta, pero también les gusta lo francés o lo italiano.
El 31 de diciembre de 2016 decidió jubilarse y dejar la empresa en manos de su hermano pequeño, Ramón, y de su hijo Víctor Grifols Deu. ¿Por qué decidió retirarse?
Porque ya tocaba. Entendí que al cumplir sesenta y seis años había que hacer un cambio, ya que llevaba muchos años en la empresa y sentí que era el momento. Entiendo que la gente joven está mejor preparada que yo, y creo que lo harán mejor porque, además, son dos, que es mejor que uno.
¿Les ha dado algún consejo?
No, porque ya llevamos trabajando juntos muchos años. Mi hermano Ramón es abogado, y estaba trabajando con nosotros en un bufete de abogados, pero en el año 2000 nos ayudó en algunas compras, así que conoce la compañía tan bien como yo; y mi hijo lleva trabajando con nosotros desde hace quince años, así que el mejor consejo ha sido verme trabajar. Después de tanto tiempo, nos entendemos perfectamente y el cambio se ha hecho de una manera fácil y natural. Por tanto, no ha hecho falta darles consejos.
¿Cuál es ahora su papel en la empresa?
Voy a la empresa a verlos y saludarlos, pero no tengo ningún papel ejecutivo. En todo caso, si asisto a algún comité es como invitado, pero no tomo ninguna decisión ejecutiva.
Ahora que se ha jubilado, ¿cómo es un día suyo desde que se levanta hasta que se va a dormir?
Bueno, me levanto un poco más tarde que antes, ya que para evitar el tráfico de los colegios tenía que salir de casa sobre las 7:30 horas, pero ahora salgo a las 9:00 horas. Voy cada día a la empresa y suelo quedarme hasta las cinco de la tarde. También suelo tener muchas cenas relacionadas con la empresa, pero no soy buen gastrónomo, soy como todo el mundo, no tengo manías.
¿Qué es lo que más le motiva ahora?
Lo que no me deja dormir es la vacuna sobre el Alzhéimer en la que estamos trabajando, y ver si después de catorce años que llevamos con el tema conseguimos algo o no. Hemos hecho varios ensayos médicos, y el último ha sido con 500 pacientes.
Los ensayos tienen tres fases, y cada una un objetivo distinto: la primera, que el producto no mate, indistintamente de que cure o no; la segunda, en la que buscas pacientes seleccionados para ver si lo que intuyes que puede funcionar, lo hace o no; y la tercera es para confirmar que funciona. Aún no lo sabemos, ya que los resultados se darán a conocer a finales de noviembre durante un congreso que se celebrará en Barcelona.
¿En qué tiene que seguir mejorando Grifols de cara a los próximos años?
Bueno, lo que tiene que hacer es seguir haciendo las cosas bien hechas, como las hemos hecho durante estos años, con calidad y siendo los mejores en nuestro quehacer. No basta con serlo, sino con parecerlo.
Ahora están de moda las noticias falsas, las llamadas ‘fake news’, de las que ha escuchado o leído sobre usted, ¿cuál ha sido la que más le ha molestado?
Personalmente no me molesta ninguna, pero las que se refieren a la empresa sí, sobre todo cuando se insiste en que tenemos la sede fiscal o hemos traslado la sociedad a Irlanda, lo cual es una absoluta mentira, porque la sede fiscal está aquí, mientras que en Irlanda tenemos un departamento de tesorería, que son siete u ocho personas, y cada noche las filiales mandan dinero si les sobra; y si les falta lo mandamos nosotros. O sea, reagrupamos toda la caja cada noche en Irlanda, pero esto no es ser la sede fiscal, ni nada parecido. Pero bueno, la prensa dijo que nos habíamos llevado la sede fiscal allí para no pagar impuestos, y eso es mentira. También me molesta cuando nos llaman “Los vampiros de la Bonanova”, y esto lo siguen haciendo desde los años 50.
¿Qué personaje o líder político de los que ha conocido le ha impresionado más por su personalidad?
No lo he conocido personalmente, pero soy un gran seguidor del excanciller de Alemania, Konrad Adenauer, ya que como estudié en el Colegio Alemán, conozco bien toda su historia. De los contemporáneos, me gusta Barak Obama, al que conocí personalmente, y me causó muy buena impresión. Normalmente, este tipo de personajes ganan en las distancias cortas, incluso los que no te gustan hasta parecen buenos, y si han llegado tan alto es porque son inteligentes.
¿Ha conocido a Donald Trump?
No, pero entiendo que siempre es importante conocer a estos personajes, ya que se aprende tanto de los buenos como de los malos.
Usted es un reconocido filántropo. ¿Cuál ha sido el proyecto que más satisfacción le ha dado?
Tenemos tres fundaciones: La Fundación Víctor Grifols i Lucas, la Fundación José Antonio Grifols Lucas y la Fundación Probitas, y esto nace un poco de la filantropía y de intentar ayudar a países del Tercer Mundo.
Pero como proyecto en sí, está el del ébola, en el que nos metimos en serio a través de la Fundación Probitas, y al que hemos destinado 10 millones de euros para ver si encontramos una solución a esta enfermedad. Llevamos cuatro o cinco años con esto, ha sido difícil, pero a ver si en los próximos meses tenemos ya el primer producto que podamos enviar al Congo. El proyecto nació en la época que había ébola en Liberia, allí se erradicó, pero ahora hay unos brotes nuevos en el Congo y estamos, por todos los medios, intentando ayudarles.
Tiene dos nietas, ¿ejerce de abuelo?
Sí, sobre todo cuando me las dejan en casa ejerzo de abuelo, las cuido un rato y cuando me canso los devuelvo.
¿Cuál es el viaje familiar que mejor recuerda por lo bien que lo pasaron?
Hay dos: uno que hicimos hace muchos años por Islandia con toda la familia, y otro en barco por las Baleares en el año 2002 también con toda la familia. Estos dos viajes fueron muy especiales.
¿Qué comida o cena con un personaje importante nunca olvidará por lo bien que se lo pasó?
Le voy a contar la cena que recuerdo que peor lo pasé, y fue en China en 1983, cuando me dieron a comer unos huevos que parecían duros, pero al abrirlos estaba el pollito dentro, y me lo tuve que comer con plumas, las patas, el pico…, ¡todo!, mientras los chinos miraban si me lo comía o no.
Esa fue mi peor experiencia culinaria, ya que había incluso gente del ministerio chino, que no recuerdo quienes eran, porque ya hace muchos años, pero fue el peor trago de mi vida.
Usted ha sido un hombre muy aventurero. ¿Sigue volando en ultraligero?
Lo he hecho durante mucho tiempo, pero hace ya tres años que no vuelo. Ahora prefiero ir en moto de carretera, pero no me gusta correr, porque en un accidente me rompí las dos piernas. También me gustan los deportes que con las manos se pueda hacer todo.
¿Se cuida? ¿Va al gimnasio?
No, yo sigo la teoría de la tortuga, que es el animal que más tiempo vive en la tierra, que no se mueve ni para comer, y que si tiene la comida aquí y viene un pájaro y se la lleva, comerá mañana. Los cocodrilos también viven muchos años y tampoco se mueven demasiado. En cambio, ves un conejo o una liebre, y tienen una esperanza de vida muy corta. Así que yo sigo la teoría de la tortuga.
¿Es aficionado al cine?
No, solo voy una vez cada dos años. La última vez que fui al cine le dije a mi mujer que ya no volvía más. Fuimos a ver una película que había ganado un Óscar, y al salir, le dije: “Si a esta película le han dado un Óscar, yo te hago otra que lo ganará seguro”.