“No puede haber buen periodismo si este no refleja las aspiraciones, logros, problemas e inquietudes de la mitad de la sociedad. Tan sencillo como eso”, dice Montserrat Domínguez, para quien la conquista pendiente del sector de la comunicación es la igualdad, tanto en las redacciones como en los centros de poder. Y estamos lejos de conseguirla, avisa. “Siempre ha habido muchas mujeres en las redacciones, y muchas ocupando cargos medios, que son vitales para que funcione un equipo periodístico. Se nos consideraba buenas capataces. Pero a medida que escalabas en la jerarquía, empezaba el despoblamiento: eran límites tan invisibles como reales para nosotras”.
Desde muy joven, esta profesional asumió la responsabilidad de dirigir equipos y programas en televisión y radio. “Si echo la vista atrás, me doy cuenta de que he vivido situaciones discriminatorias que entonces no valoraba así porque era lo normal. Pero nunca me sentí menospreciada por mis jefes o colegas, y tampoco por los políticos o empresarios a los que he entrevistado a lo largo de mi carrera. Cuando estás al mando de un programa de radio o televisión en directo ¡pocas bromas! Otras compañeras te narran historias indignantes. Sí he notado que hacer valer tu opinión cuesta infinitamente más en ámbitos muy masculinizados. En general, a los hombres les cuesta aceptar la autoridad de una mujer”.
Domínguez también recuerda lo difícil que le resultaba no hace mucho encontrar a colegas suyas para que participaran en las tertulias y programas que dirigía y convencerlas de que lo hicieran. “Y cuando buscabas expertos en alguna materia, desde sus organizaciones te proponían al jefe, que por supuesto era hombre. Había que insistir para sacar a la luz a mujeres economistas, académicas, científicas o profesionales que, al estar en segunda línea jerárquica, resultaban invisibles para los medios. Eso es trabajar con perspectiva de género desde una redacción”.
Actualmente, Domínguez forma parte de El País, periódico en el que trabajan como periodistas un 57% de hombres y un 43% de mujeres, incluida su directora. “En los medios sigue habiendo desequilibrios, en algunos de manera descarada, mientras que otros han hecho una apuesta más clara para evitar esa discriminación. Prueba de ello es que El País lo dirige ahora, por primera vez en su historia, una periodista con una trayectoria profesional impecable como Soledad Gallego-Díaz”.
A pesar del camino que queda por recorrer para alcanzar la igualdad, Domínguez ha sido testigo de cierta transformación en sus más de 30 años de profesión. “Hoy son muchas más las mujeres que dirigen redacciones y grandes programas de radio y televisión, donde tienen influencia sobre la agenda política y social”. Y esto no hay quien lo pare, vaticina. “Este último año hemos asistido (y protagonizado) la revolución de las mujeres. Hemos decidido que no vamos a callar más ante la discriminación. Las periodistas especialmente, ya que tenemos el privilegio de contar con un altavoz que otras mujeres no tienen. La huelga y movilización del pasado 8 de marzo fue emocionante por cómo se gestó, por la solidaridad que fue capaz de fraguar entre mujeres muy distintas, y porque demostró la profundidad del cambio. A la reivindicación tradicional del feminismo, algo tan básico como la igualdad, se están sumando millones de mujeres, en España y en todo el mundo, jóvenes y mayores, que han abierto los ojos ante una realidad injusta y que se han conjurado para cambiarla. Muchos hombres también han dado el paso”.
Como la sociedad, también la industria periodística tradicional está viviendo su propia transformación, una sin precedentes que ha hecho tambalear sus cimientos. Algunos medios no han resistido, otros están adaptándose mejor o peor, y surgen los que entienden con más claridad los nuevos modelos de negocio. “No hay una única fórmula de supervivencia y sí muchos ensayos. Pero hay algo básico: los costes de un periodismo de calidad no pueden financiarse sólo con publicidad, un pastel que canibalizan sobre todo las grandes plataformas tecnológicas. La tendencia es hacia modelos mixtos, donde además de publicidad o patrocinios se cuente con el aporte de suscriptores o socios”.
A medio y largo plazo, ve difícil la supervivencia diaria de los periódicos de papel, porque los costes de impresión y distribución son enormes. Pero es una romántica. “La experiencia de la lectura en papel es única, un auténtico lujo intelectual y sensorial, perfectamente compatible con la última hora que nos llega a través del móvil. En cualquier caso, lo importante es la calidad de lo que leemos. Tenemos que reivindicar que el periodismo honesto, riguroso y plural es imprescindible para una sociedad democrática. Internet y las redes sociales han traído tanto ruido y confusión que muchos ciudadanos desconfían, se creen falsas noticias o desconectan. Los periodistas ya no somos el único vector a través del cual se informa la sociedad, y eso, que no es malo per se, puede resultar letal si dejamos que nos intoxiquen”.