En un edificio que perteneció a la empresa farmacéutica Roche, en un barrio industrial de Indianápolis (Indiana), un estado donde la marihuana sigue siendo ilegal, un ex quarterback de instituto licenciado en bioquímica inspecciona su almacén lleno de gominolas y vaporizadores valorados en millones de dólares. Los productos están repletos de delta-9-tetrahidrocaninol (THC), el compuesto psicoactivo de la hierba conocido por colocar a la gente.
Y aunque la policía local ha hecho redadas en tiendas de vaporizadores que vendían estos productos de cannabis, Justin Journay, director general y fundador de 3Chi, insiste en que está actuando de acuerdo con la ley federal, a pesar de que el fiscal general del estado, Todd Rokita, cree que empresas como la suya están cometiendo un delito grave.
Eso es porque los productos de 3Chi están hechos del primo del cannabis de la marihuana, el cáñamo. En 2018, el gobierno federal legalizó el cáñamo y todos sus derivados, isómeros y extractos a través de la Ley de Mejora Agrícola, o lo que se conoce como la Ley Agrícola. Y dado que el cáñamo y la marihuana son diferentes varietales de la misma planta –cannabis sativa L.–,contienen los mismos compuestos y el cáñamo se puede utilizar para hacer productos de potencias similares, o incluso más fuertes, que los que se encuentran en los dispensarios de marihuana regulados por el estado en todo el país.
Siempre que cada producto de 3Chi se elabore con cáñamo –definido como cannabis que contiene un 0,3% de THC delta-9 o menos– son técnicamente legales a nivel federal. Armados con la Ley Agrícola, 3Chi y sus competidores venden estos productos online, a través de fronteras estatales, en gasolineras, ultramarinos y otros lugares donde la marihuana sigue estando prohibida.
Muchos empresarios como Journay, de 41 años, han tenido momentos similares, dándose cuenta de que, aunque la legalización federal de la hierba se ha estancado, pueden vender productos legales de cannabis que todavía colocan a los clientes, y todo esto ha dado lugar a que el cáñamo se convierta en una industria más grande que la marihuana regulada por el estado. En 2022, las ventas de productos de cáñamo alcanzaron los 28.000 millones de dólares, mientras que los productos legales de marihuana generaron 26.000 millones de dólares en ventas durante ese mismo período, según la firma de datos de cannabis Whitney Economics.
«La distinción entre marihuana y cáñamo es ridícula», dice Journay, un hombre de Ohio de modales suaves y ojos azules. «Pero nosotros no nos metemos con la marihuana. Nos mantenemos en nuestro bando. El gobierno federal ha establecido normas en torno al cáñamo y, mientras las cumplas, eres una empresa legal a nivel federal».
Mientras tanto, la hostilidad entre las industrias del cáñamo y la marihuana –que en realidad podría considerarse una sola industria de 54.000 millones de dólares que lucha contra el gobierno por la legalización total– no deja de crecer. Las empresas de cannabis y los grupos de presión están instando a los legisladores a ilegalizar los productos de cáñamo a nivel estatal y federal, sobre todo porque las empresas de cáñamo están sujetas a regulaciones mucho menos onerosas.
«Es, hasta cierto punto, una guerra civil», dice Journay. «Están utilizando tácticas prohibicionistas para hacer con nosotros lo que a ellos les hizo el gobierno».
A pesar de lo que dice la Ley Agrícola, todavía hay mucho debate sobre si los productos de THC derivados del cáñamo son legales a nivel federal. Esto se debe a que varias cosas son ciertas a la vez: los cannabinoides derivados del cáñamo, incluidos el THC delta-9, el THC delta-8 (un compuesto menos potente que se conoce cariñosamente como «hierba light» o «kush descafeinado») y otros, son legales según la Ley Agrícola si esos compuestos se encuentran de forma natural en la planta, lo que significa que si una empresa coge un montón de cáñamo y extrae THC, ese aceite es legal si contiene un 0,3% de THC o menos. En un dictamen del Tribunal de Apelación del Noveno Circuito de 2022, los jueces dictaminaron que los cannabinoides derivados del cáñamo son legales en virtud de la Ley Agrícola, incluso si las sustancias tienen propiedades psicoactivas.
Sin embargo, la mayoría de los productos excitantes de cáñamo del mercado, incluido el de 3Chi, se fabrican convirtiendo el CBD aislado derivado del cáñamo en THC delta-9 o THC delta-8 mediante un proceso químico. El jefe de la sección de Evaluación de Drogas y Sustancias Químicas de la DEA ha declarado que el THC derivado sintéticamente –fabricado mediante «una reacción química a partir del CBD»– es una sustancia controlada y, por tanto, ilegal. Sin embargo, la DEA aún no ha aplicado esa norma y su definición de «sintético» ha sido incoherente: la agencia también ha dicho que un cannabinoide es ilegal si «se sintetiza a partir de materiales que no sean de cannabis», pero el CBD derivado del cáñamo es de cannabis. Casi veinte estados han prohibido el delta-8 y otros cannabinoides derivados del cáñamo, incluidos estados como California, que ve los productos del cáñamo como una amenaza para su mercado de marihuana de 5.000 millones de dólares. La FDA tiene autoridad sobre el cáñamo y los cannabinoides derivados del cáñamo, así que lo que piense la DEA podría ser irrelevante. Pero para complicar aún más las cosas, la FDA dice que necesita una ley del Congreso para regular plenamente los productos del cáñamo.
El resultado es que el mercado del cáñamo, de 28.000 millones de dólares, es una gigantesca economía gris, que se mantiene en pie precariamente gracias a la Ley Agrícola. Chris Lindsey, abogado y director de defensa estatal y política pública de la Asociación Americana de Comercio de Cannabis y Cáñamo, afirma que los productos excitantes del cáñamo son legales e ilegales al mismo tiempo. «En un mundo sin aplicación de la ley federal, la gente está dispuesta a jugársela y llevarla tan lejos como pueda», afirma. «La realidad es que no hay reglas».
3Chi, de Journay, uno de los mayores fabricantes del país de productos de THC derivados del cáñamo, se encuentra en el centro de esta economía del Salvaje Oeste. Gracias al manto de legalidad federal, 3Chi y otras marcas venden productos en estados donde la marihuana no es legal. Y aunque 38 estados tienen algún tipo de venta legal de cannabis, los mayores mercados de 3Chi son Indiana, Texas, Tennessee y Carolina del Norte, todos ellos estados que suelen votar a los republicanos y que se han aferrado a la prohibición de la hierba, lo que ha hecho que los productos de THC derivados del cáñamo reciban el apodo de «Red State Weed».
Journay dice que 3Chi, que patrocina a Kyle Busch, piloto de NASCAR, está prosperando entre tanta incertidumbre. «Hemos estado creciendo como un cohete», dice desde detrás de su escritorio, moteado con pequeños viales de aceites cannabinoides y terpenos, que dan al cannabis su sabor y aroma.
Fundada en 2018, 3Chi genera más de cien millones de dólares en ventas anuales, según estimaciones de Forbes, mediante la fabricación y venta de gominolas, galletas, brownies, vaporizadores, lociones, tinturas e incluso flor de cáñamo. Estos productos contienen niveles alucinantes de cannabinoides derivados del cáñamo –desde los conocidos delta-9-THC y CBD hasta otros como delta-8-THC, CBN, CBG, THCv, HHC y otros 44 compuestos– con nombres embriagadores como Awesome Sauce, God Mode, Space Cowboy, Comfortably Numb y Nirvana. Y cada envase declara que cumple el límite de contenido de THC de la Ley Agrícola, un 0,3% de THC en peso seco.
No todo el mundo en la industria del cannabis aprecia el ingenio de empresarios como Journay. Y los grupos de presión de la marihuana, muchos políticos, las fuerzas del orden y las empresas de hierba con licencia estatal describen la legalidad federal de los cannabinoides derivados del cáñamo como una «laguna jurídica» involuntaria. A finales de marzo, 21 fiscales generales estatales, entre ellos Todd Rokita, de Indiana, a quien 3Chi ha demandado por su opinión de que el THC derivado químicamente del cáñamo es ilegal, enviaron una carta a los miembros del Congreso pidiéndoles que eliminaran la protección de los cannabinoides derivados del cáñamo de la Ley Agrícola la próxima vez que se reautorice. (Esa votación podría tener lugar este año si no se paraliza en el Congreso.) Rokita y los otros abogados argumentan que la Ley Agrícola es una «política imprudente» que desató una «avalancha de productos que son nada menos que una forma más potente de cannabis».
Incluso las grandes empresas de cannabis que gestionan dispensarios legales en todo el país quieren que se retiren del mercado los productos derivados del cáñamo. A principios de abril, Edward Conklin, director ejecutivo del U.S. Cannabis Council, una organización comercial entre cuyos miembros se encuentran empresas de marihuana que cotizan en bolsa como Ayr, Green Thumb Industries, Curaleaf, Cresco Labs y Verano, envió una carta al Congreso en la que pedía a los legisladores que trataran los productos excitantes del cáñamo como sustancias controladas, igual que la marihuana. Conklin describe la legalización de los cannabinoides derivados del cáñamo como una «crisis nacional».
Pero, irónicamente, algunas de esas mismas empresas de marihuana también están incursionando en el floreciente mercado del cáñamo. Curaleaf, con sede en Massachusetts y fundada por el exmultimillonario Boris Jordan, vende comestibles de THC derivados del cáñamo por Internet y envía productos a clientes de 24 estados, entre ellos Texas e Indiana.
Por supuesto, no todas las marcas han adoptado esta nueva fuente de ingresos. John Mueller, cofundador y consejero delegado de Greenlight, una empresa de cannabis integrada verticalmente con 31 dispensarios y cuatro instalaciones de cultivo en Misuri, Arkansas, Virginia Occidental, Illinois, Nevada y Dakota del Sur, dice medio en broma que las empresas de marihuana son el ejército de la Unión, mientras que las de cáñamo son los confederados. Ha estado comprando productos de cáñamo con THC en tiendas de todo Missouri y los ha hecho analizar, descubriendo que todos los productos superaban el límite legal del 0,3% de THC.
«Lo estamos combatiendo», dice Mueller. «No tenemos ningún problema con nada que cumpla la Ley Agrícola, pero no hemos encontrado ninguno, y mi opinión sería que la gran mayoría son productos del mercado negro».
Sin embargo, gracias al estatus legal del cáñamo a nivel federal, las empresas de cáñamo no pagan el punitivo código fiscal federal –U.S.C. 280e– que paraliza la industria legal de la marihuana. Este y otros factores han convencido a muchas empresas de marihuana a deponer las armas y unirse al otro bando.
En Alameda, California, Kristi y Scott Palmer, los fundadores de Kiva, uno de los mayores fabricantes de comestibles de cannabis del país que genera más de 200 millones de dólares en ventas anuales, dicen que han decidido expandirse al cáñamo.
«El coste de cumplimiento y los impuestos, parece como si las fichas estuvieran en tu contra en el cannabis», dice Kristi, explicando que la empresa seguirá operando en el mercado de la marihuana con licencia también. «Mientras que el cáñamo, se siente como que hay una hay una luz, hay esperanza, se siente más fácil».
Kiva vende gominolas y bombones de marihuana a través de dispensarios autorizados en once estados. Debido a que la marihuana es una droga ilegal a nivel federal, Kiva debe fabricar sus productos en cada uno de los estados en los que vende. Pero después de lanzar su línea de cáñamo, que vende online directamente a los consumidores, Kiva añadió otros 26 estados a su huella y fabrica sus productos de THC derivados del cáñamo en Florida. (Las gominolas de cáñamo de Kiva están hechas con THC extraído de la propia planta para evitar la posición de la DEA sobre los cannabinoides fabricados sintéticamente).
«Es una jugada de acceso», dice Kristi. «Intentamos alcanzar el nirvana, lo que para nosotros [significa] restaurantes, el minibar de tu habitación de hotel, en cualquier sitio donde veas alcohol…, estaría bien también tener THC».
En San Francisco, Rose, una empresa de productos comestibles, fue un paso más allá y abandonó el negocio de la marihuana. Scott Barry, cofundador de Rose con Nathan Cozzolino, dice que vender comestibles derivados de la marihuana era un negocio terrible debido a la prohibición federal. Rose, que vende golosinas al estilo de Turkish Delight con ingredientes de lujo, desde arándanos orgánicos hasta flor de hibisco, obtenía unos beneficios de un dólar por cada caja de comestibles que vendía a través de los dispensarios legales de California. Tras pasarse al THC derivado del cáñamo el verano pasado y vender sus comestibles por Internet, Rose empezó a ganar treinta dólares con cada caja. «Estábamos a punto de cerrar», dice Barry. «Pero el cáñamo revolucionó la empresa».
De vuelta en Indiana, en las instalaciones de investigación y desarrollo de 3Chi, cerca de una fábrica de Splenda, una solución turbia gira dentro de un reactor de cristal: un cannabinoide menor que el equipo de Journay intenta sintetizar para un nuevo producto. Uno de los químicos de Journay, que trabajó para el Departamento de Salud de Indiana, observa una máquina de cromatografía utilizada para probar los productos de la empresa y garantizar que cumplen la Ley Agrícola. Cuando se le pregunta si le preocupa que el máximo representante de la ley de su estado no apruebe sus actividades, suspira.
«No me siento como un forajido», dice. «Somos los exploradores, somos los Magallanes de los cannabinoides: nos adentramos en territorio desconocido, a la vanguardia de la ciencia».