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Claves para enseñar a las máquinas a ser humanas y a los humanos a convivir con las máquinas

El miedo a que las máquinas sustituyan a los humanos es una ansiedad con la que convivimos desde hace unos cientos de años.
La coreógrafa e ingeniera Catie Cuan bailando con el brazo robótico UR5e en 'Breathless' el 16 de diciembre de 2023 en el National Sawdust de Brooklyn, Nueva York. (Foto: Catie Cuan y Ken Goldberg)

¿Vienen los robots a por nosotros y nuestro trabajo?

La respuesta distópica a esa pregunta es claramente «sí», una perspectiva que ha dominado nuestra conversación sobre los seres artificiales desde que el dramaturgo checo Karel Čapek introdujo la palabra «robot» en su comedia negra de 1921, R.U.R. o Los robots universales de Rossum. Pero el miedo a que las máquinas sustituyan a los humanos se remonta incluso antes, a la Revolución Industrial y al nacimiento de la fábrica moderna. Es una ansiedad con la que convivimos desde hace unos cientos de años.

Lo nuevo son los primeros atisbos de robots que se trasladan del entorno industrial a nuestros hogares, oficinas y espacios públicos.

  • ¿Aceptaremos su presencia, como hicimos cuando los ordenadores ocuparon su lugar junto a los lápices y el papel en nuestros escritorios?
  • ¿Se moverán los robots de un modo que nos resulte cómodo y familiar, o retrocederemos ante la extrañeza de la interacción?
  • ¿Qué tipo de tareas les permitiremos que hagan por nosotros? ¿Tareas domésticas? ¿Servicio de comidas? ¿Cuidados?
  • ¿Aceptaremos a los robots como compañeros o mantendremos las distancias?

No hay una respuesta fácil a ninguna de estas preguntas. Pero ahora es el momento de planteárselas.

Eso es lo que hicieron la bailarina, coreógrafa e ingeniera Catie Cuan y el artista e investigador Ken Goldberg en un espectáculo de tiempo y movimiento de ocho horas llamado Breathless: Catie and the Robot que se estrenó el 16 de diciembre en el National Sawdust de Brooklyn, Nueva York.

Breathless, un encargo de Jacob’s Pillow y NationalSawdust+, patrocinado por el AUTOLab de la Universidad de Berkeley, combina a Cuan con un brazo robótico UR5e de Universal Robots. Lo que se desarrolla a lo largo de un día de trabajo en Breathless es un elocuente diálogo en movimiento entre el ser humano y la máquina.

«Los humanos tenemos un alcance y una plasticidad maravillosas», afirma Cuan en una entrevista. «Mi abuela tenía una educación de sexto grado. Nació en Cuba, vivió allí toda su vida y trabajó en una fábrica de cigarros enrollando puros Partagas. Su cuerpo era capaz de hacer ese trabajo y se convirtió en una forma de mantener a su familia. Queríamos mostrar la poesía de ese movimiento en contraposición a la narrativa predominante en los medios de comunicación, que denigra a los seres humanos y dice que son inmediatamente reemplazables».

Doctora en robótica e inteligencia artificial por la Universidad de Stanford y bailarina profesional, Cuan aboga por un enfoque más matizado de la integración de los robots en el lugar de trabajo. Los robots son predecibles, incansables y pueden ser bastante precisos, pero, según Cuan, carecen de empatía y capacidad para hacer más de una cosa.

Ken Goldberg, artista, investigador y director del AUTOLab de UC Berkeley. (Foto: © 2021 NIALL DAVID)

No es una distinción menor. Su colaborador, Ken Goldberg, catedrático de Ingeniería Industrial e Investigación Operativa de la Universidad de California Berkeley, está asombrado de la destreza y flexibilidad humanas, sobre todo cuando se trata de agarrar objetos, el tema central de su investigación a largo plazo.

«Hace poco estuve en Ciudad de México y había un tipo tocando una hoja», relató Goldberg en una entrevista. «Era capaz de obtener sonidos asombrosos con sólo apretarla y retorcerla de forma sutil. No tenemos nada parecido en robótica: la capacidad de la mano para sentir, tocar y adaptarse a un objeto. No hay nada parecido».

Del ensayo a la actuación

Cuan y Goldberg empezaron a explorar el concepto de Breathless en 2021. A mediados de 2023 contrataron al compositor Peter van Straten y al productor David Imani. Dos estudiantes del laboratorio de Goldberg en Berkeley, Ethan Qiu y Shreya Ganti, completaron el equipo como ingenieros de movimiento del robot.

«Como el robot pesaba tanto, hicimos la mayor parte del trabajo y los ensayos en el laboratorio«, explica Qiu en una entrevista. «Por no mencionar que también teníamos música a todo volumen en grandes altavoces», continúa Ganti. «Catie necesitaba todo el espacio para bailar, así que los otros proyectos de los estudiantes estaban apretujados en un rincón. Tenemos que darles las gracias por aguantarnos durante todo el proceso».

La coreógrafa e ingeniera Catie Cuan ensayando con el brazo robótico UR5e en el AUTOLab de UC Berkeley. (Foto: Ken Goldberg)

A finales del otoño de 2023, Ganti ya había asignado todos los movimientos deseados a las articulaciones del robot y Qiu había comprobado la seguridad del software. Lo que quedaba era una serie crítica de ensayos generales.

Goldberg admite que la intensidad de esas sesiones les cogió por sorpresa a él y a sus estudiantes de ingeniería. «Tenemos que tratar este ensayo como un auténtico espectáculo y tenéis que saber lo que se siente cuando las cosas se rompen», recuerda Cuan que les dijo a sus colegas. «Porque si no ensayáis eso y luego tenéis un gran espectáculo con 200 personas mirando y estáis en Nueva York, no podéis susurrarme en el escenario cuando algo va mal».

«Los ingenieros suelen despreciar bastante a los artistas», afirma Goldberg. «Trabajando en este proyecto, me recordaron que hacer obras de arte es tan desafiante como investigar».

Un entorno de creatividad e invención

Aunque no es artista, Goldberg es un consumado artista por derecho propio. Lleva creando y exponiendo arte multimedia y telerrobótico desde principios de los 90, y traslada esa mentalidad artística a su investigación y docencia en Berkeley.

Un antiguo alumno, Stephen McKinley, fue uno de los que encontró su hogar en ese ambiente interdisciplinar único. Tras pasar de un laboratorio a otro y no llevarse bien con los asesores, McKinley entró en el laboratorio de Goldberg y le enseñó sus bocetos, dibujos y pinturas. No tardaron en enzarzarse en una discusión sobre el proceso creativo y la transición del arte al diseño y a la ingeniería. «Fue el comienzo de una relación muy productiva. Ken ha sido un poderoso mentor para mí durante muchos años», dijo McKinley en una entrevista.

De joven, McKinley pasaba los veranos en el taller de metalistería de sus tíos. «Hacían una pieza compleja y nos ponían a trabajar a mis hermanos y a mí cortando cosas con una sierra, cepillando un cuenco con un martillo o lijando algo», explica McKinley. «Esa experiencia me enseñó a respetar el proceso de trabajar con las manos y conocer los materiales. Me dio una gran ventaja en la escuela de ingeniería porque entendí cómo se movían los metales y cómo se fatigaban y rompían».

(De izq. a drch) Stephen McKinley, Matt Matl, Jeff Mahler y David Gealy, dofundadores de Ambi Robotics. (Foto: (Foto: © 2021 NIALL DAVID)

Tras doctorarse en ingeniería mecánica en Berkeley, McKinley cofundó Ambi Robotics con tres compañeros del AUTOLab y su mentor, Ken Goldberg. McKinley, actual vicepresidente de Operaciones de esta empresa en expansión dedicada a la clasificación de paquetes, sigue considerando la mano humana como modelo para el movimiento y la cognición que hay detrás de sus productos.

«Tratar de recrear la destreza humana, algo capaz de manipular objetos desconocidos, es un hermoso problema», afirma McKinley. «Pero, al fin y al cabo, hay que funcionar con limitaciones, porque incluso las personas tienen limitaciones. Y si quieres hacer algo que sea universalmente útil, no va a ser aplicable en todas partes. Así que lo que hacemos en Ambi es crear máquinas que puedan manejar cualquier objeto desconocido que se les lance dentro de las limitaciones de ser un paquete».

Superando los límites de una máquina para el arte

Algunos de los momentos más asombrosos y dramáticos de Breathless se producen cuando Cuan se desliza hasta el brazo robótico, con la cabeza a escasos centímetros de una de sus grandes articulaciones metálicas. Introduce la mano, casi acariciando el brazo, y lo empuja y tira suavemente a través de una secuencia de movimientos. Luego lo suelta y el robot repite esos movimientos exactos mientras ella baila a su lado, un pas de deux del siglo XXI.

Hace sólo unos años, esta intimidad artística entre el ser humano y la máquina habría sido imposible. Los robots que se mueven con la agilidad y velocidad del UR5e siempre han estado encerrados en pesadas jaulas. Pero una nueva generación de robots colaborativos, los cobots, se basan en sensores y software exquisitamente sensibles para tomar conciencia de las personas que les rodean.

«Esto es muy emocionante, porque puedes ponerte al lado de un cobot y, si se balanceara y te golpeara en el brazo, se detendría inmediatamente», explica Goldberg. «Podría hacerte un moratón, pero no te rompería el brazo».

Obviamente, este tipo de detección de fuerza está pensado como dispositivo de seguridad. Pero el equipo de Breathless lo convirtió en una herramienta creativa. «Aunque [el UR5e] es un cobot y está pensado para ser contactado, creo que lo llevamos al extremo», dice Cuan. «Lo contactaba a poca altura del suelo, a mucha altura y en varias partes a lo largo de todo el robot».

Tras el éxito de esa experiencia, Goldberg planea explorar los límites de la detección de fuerzas con otros proyectos de su laboratorio. «Aprendimos que podíamos controlarlo dentro del robot, algo que nunca antes habíamos entendido cómo hacer», explica. «Así que utilizaremos activamente la detección de fuerza en nuestras investigaciones de cara al futuro, en lugar de verla sólo como un sistema de frenado».

El futuro de la humanidad está con los robots

El científico Richard Feynman, ganador del Premio Nobel, creía que la mejor manera de entender algo a fondo era enseñarlo. Mejor aún si se lo podías enseñar a un niño. Si Feynman hubiera vivido unas décadas más podría haber añadido: «o a una máquina».

Este es el regalo de vivir en la era de la IA y la robótica. Por primera vez en la historia estamos enseñando la esencia de lo que significa ser humano a las máquinas: nuestra creatividad a la IA y nuestra destreza a los robots. A cambio, estamos aprendiendo mucho sobre nosotros mismos.

Quizá sea demasiado optimista y debamos prepararnos para un futuro más sombrío, en el que máquinas y personas compitan por los recursos, la atención e incluso la supervivencia.

Pero si los creadores de Breathless tienen algo que decir, será diferente: un futuro de colaboración, una asociación entre humanos y robots. Algo más parecido a un baile.

La elección entre esas dos visiones corresponderá a la próxima generación. Depende del resto de nosotros asegurarnos de que lo que les impulsa es el asombro y la pasión, no el miedo.

«Cuando Catie estaba en el laboratorio, bailando y trabajando con el equipo, todos los estudiantes se sentían inspirados», afirma Goldberg. «Todos pudieron experimentar cómo era aquello, no sólo Shreya y Ethan. Les despertó la curiosidad y les abrió horizontes. El estudiante que se siente cómodo con eso, ése es el tipo de estudiante que siempre quiero».

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