“Si cae la industria, colapsa Europa”. Así se expresó el exprimer ministro italiano Enrico Letta en una reunión del Consejo Europeo. La conjura definitiva en defensa del sector tuvo lugar recientemente en la sede del gigante químico BASF en Amberes (Bélgica), con su todavía presidente, Martin Brudemüller (le sustituye en unos días Markus Kamieth), como anfitrión de lujo.
Acudieron 70 CEO de grandes empresas industriales, además de la presidenta de la Comisión Europea y candidata a la reelección Ursula von der Leyen, el primer ministro belga y presidente de turno de la UE, Alexander de Croo, y el propio Enrico Letta. Es, por cierto, uno de los dos italianos ilustres que está redactando informes vitales para el futuro de Europa que verán la luz este semestre: en su caso, aborda el mercado único; el otro, lleva la firma de Mario Draghi y hablará sobre competitividad.
El resultado de aquel encuentro es la Declaración de Amberes, a la que se han venido sumando durante las últimas semanas asociaciones industriales y sindicatos en nuestro país. El trasfondo de sus 10 puntos es el siguiente: ya tenemos el Green Deal, lo cual es estupendo, ha llegado el momento del Industry Deal.
“Tenemos dos alternativas: o nos transformamos o cerramos, y Europa tiene que apostar ahora por el sector”, me dice el director general de la federación de la industria química española (Feique), Juan Antonio Labat, “de lo contrario la industria no podrá acoplarse al Green Deal”.
En España, según las cuentas que hace la industria, será necesario invertir entre 70.000 y 100.000 millones de euros hasta 2050 para cumplir con los objetivos de descarbonización. La CEOE prevé para toda la economía 270.000 millones, según suele decir Antonio Garamendi cada vez que tiene ocasión.
A los 70.000 millones, la industria puede llegar con sus ritmos actuales de inversión y competitividad, pero los 100.000 exigen un salto cualitativo sustancial, con más plantas de producción, para hacer frente a la nueva demanda. De ahí el Industry Deal: hay que movilizar más dinero que el que puede generar la industria por su propio negocio.
La Declaración de Amberes no plantea una reedición del formato actual de fondos NextGeneration. Uno de los ámbitos de actuación debe ser la agilidad administrativa. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, está transmitiendo a los empresarios que trabaja en un proyecto piloto, probablemente un Sandbox para experimentar con nuevas formas de tramitación. Ya tiene experiencia con esta clase de artilugios: durante su etapa en la Secretaría General del Tesoro se hizo cargo de un Sandbox financiero.
La realidad hoy es que un permiso de fabricación en España, una vez conseguida la autorización ambiental, puede retrasarse dos años, pese a que la ley establece plazos de seis meses. Mientras tanto, la competencia en China está consiguiendo niveles de actualización de sus componentes de apenas unos días.
Otro aspecto del Industry Deal podría consistir en sofisticar las restricciones a la entrada de mercancías de terceros países a Europa. No conviene hacerlo vía aranceles, al estilo Trump. Eso parece imposible, podría generar una batalla comercial internacional muy dura, donde Europa probablemente no ganaría, porque se puede quedar sin materiales de los que no es autónoma en cualquier momento.
Pero tampoco es cuestión de seguir dejando entrar mercancías que no son verdes a nuestro mercado para que se vendan como si lo fueran. Más control sobre los productos que llegan al lineal del supermercado o sobre los coches en los concesionarios. El desafío es que las empresas chinas y del resto de terceros países asuman de una vez las exigencias que tienen que cumplir las europeas. Eso sí sería un verdadero Industry Deal.
Quienes han visitado las refinerías de litio en China aseguran haber visto esa clase de “cosas que no creeríais”, prácticas que no se usan en ningún país, no ya de la UE, sino mínimamente civilizado. En algunos casos, ese litio que va en la batería de tu coche o de tu móvil se refina sin balsas de protección y se desechan los disolventes en ríos o terrenos baldíos. Denuncias similares se formulan todavía hoy en multitud de sectores, desde el textil al agrícola.
Otro de los puntos de la Declaración de Amberes tiene que ver con el suministro eléctrico. Muchas zonas de España no están adecuadamente electrificadas. Hay mucha generación, pero la red actual no cubre las necesidades del mercado. Los proyectos de tecnologías verdes en cartera en Huelva y en Tarragona, asómbrate, no disponen de acceso a la red. Está bien dimensionada para lo que existe ya, pero no para lo que tiene que llegar.
Desde que fue elegido presidente de la asociación española de data centers (SpainDC), Emilio Díaz, no deja de advertir de que corremos un riesgo cierto de perder oportunidades de inversión por los problemas para conectar los centros de servidores a la red eléctrica. De modo que el problema alcanza también al cordón umbilical de la revolución digital.
“Nos molesta mucho tener una sobrerregulación, que es cambiante, además. Al final, acabas teniendo más abogados que químicos o ingenieros en las empresas, y eso no tiene mucho sentido”, continúa diciéndome Labat.
Estamos en un momento, en fin, en el que Europa empieza a ser consciente de que la reindustrialización no es ya un objetivo estrictamente económico o un simple problema de redistribución de recursos, sino que es también un asunto cultural. Es indisociable de los valores de defensa de la igualdad, el bienestar y la sostenibilidad de los ciudadanos y del planeta. Un Industry Deal para soportar a todos los demás.