El fastuoso evento deportivo de repercusión global que son unos Juegos Olímpicos no sólo trasciende fronteras; trasciende el deporte en sí mismo. Cada cuatro años, una ciudad se metamorfosea para albergar este acontecimiento colosal, con impacto más allá de las medallas y de las gestas deportivas. El legado de tal cita aspira siempre a alcanzar la categoría de ‘histórico’.
Los Juegos suponen una oportunidad sin igual para acelerar las transformaciones, remodelar la identidad urbana, impulsar el atractivo de la ciudad anfitriona y estimular su economía. La modernización o construcción de infraestructuras es solo el principio (un determinante principio, eso sí). Durante las semanas que dura el megaevento, el reclamo turístico se ve exaltado, atrayendo a visitantes anhelosos de ser parte de la magia olímpica, mientras que la economía se activa y experimenta un empuje cardinal, con un flujo de inversión y actividad comercial que transforma la acostumbrada dinámica de hoteles, restaurantes y negocios.
Cómo de penetrante y exitosa sea esta huella, y cuánto dure su latencia en el tejido socioeconómico, dependerá de la estrategia y la proyección planteada por los organizadores, porque los anales del olimpismo también están colmados de fiascos.
¡A por el oro!
Desde la misma línea de salida, siempre se codicia el primer metal y la ciudad de la luz no será menos. París concentra 15 de las 39 sedes olímpicas. Las restantes se reparten en urbes como Burdeos, Nantes, Niza, Marsella, Lyon, Saint-Étienne o Lille. En conversación con Forbes, el Ayuntamiento de París subraya que su gran reto y objetivo es “ofrecer un legado duradero a los parisinos y parisinas, identificado y programado con los actores locales, de ahí que todas las operaciones de desarrollo de instalaciones deportivas respondan a una estrategia a largo plazo. Más allá de su uso durante los Juegos, buscan mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, construyendo, renovando y haciendo accesibles emplazamientos públicos de proximidad”.
Precisamente, uno de los grandes aciertos de Barcelona ‘92 fue rebasar los imperativos inmediatos y planificar a futuro con agudeza. El profesor de Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Joan Miquel Gomis, explica a Forbes que el catalizador del cambio “fue la definición de un proyecto pensado más allá de los Juegos, para aprovechar las potencialidades de la ciudad, y que contaba con consensos básicos entre las instituciones implicadas y liderazgos que hicieron partícipes de la propuesta a los distintos agentes sociales”.
Como ‘legado emblemático de los Juegos de París de 2024’ el Gobierno de Anne Hidalgo fija ya la que será una de las imágenes icónicas de las Olimpiadas parisinas, una de esas que acaban adheridas a la memoria a perpetuidad. Hablamos del ‘baño en el Sena’, que finiquitará un siglo de prohibición debido a la mala calidad del agua. El consistorio habilitará tres zonas aptas para la zambullida de los atletas. Los parisinos tendrán que esperar hasta 2025 a que finalicen las obras de saneamiento, que están presupuestadas en 1.400 millones de euros.
El río Sena acaparará, además, otra novedad sin precedentes en la historia olímpica. Será escenario de bienvenida. La ceremonia de inauguración saldrá del rutinario estadio para celebrarse en la calle, donde la podrán seguir presencialmente 600.000 espectadores (frente a los 68.000 de Tokio, la última anfitriona) a lo largo de los más de seis kilómetros que separan el puente de Bercy del Trocadero. Para el presidente del Comité Organizador de París 2024, Tony Estanguet, la pretensión es que sea una apertura que “represente la ambición por unos Juegos diferentes, creativos y espectaculares”. Desde el Comité Olímpico Internacional, por su parte, afianzan la idea de que “la excelencia está al alcance de la mano”.
Impacto en la fisonomía e identidad de la urbe
Sin temor a equivocarnos podemos anticipar que París deslumbrará, pero quien realmente mutará no será la metrópoli cosmopolita, sino el extrarradio del sector noreste, señalado por la marginalidad y la inmigración. El Ayuntamiento admite que la herencia de París 2024 impactará especialmente en el periférico distrito de Seine-Saint-Denis, donde se ubica el Stade de France y donde se han construido la Villa Olímpica y el Centro Acuático, que contará con una cubierta de 5.000 metros cuadrados con paneles fotovoltaicos y funcionará en un 90% con energía renovable.
En la cercana y también deprimida Porte de la Chapelle se asienta el Adidas Arena que, según comentan a Forbes desde el Consistorio, “es un perfecto ejemplo de construcción con bajas emisiones de carbono que ha traído consigo la transformación de todo un vecindario. Ha permitido la construcción de dos gimnasios de los que podrán disfrutar los residentes y la reconversión de las calles adyacentes, que serán más tranquilas y verdes. Además, en los próximos años se abrirá el gran campus universitario de Condorcet y un extenso parque de más de ocho hectáreas en Chapelle-Charbon”.
Se persigue, por tanto, rediseñar y reconfigurar la identidad de los suburbios a la par que acoger con exquisita atención a los atletas y visitantes cumpliendo con el triple propósito de “reforzar la oferta de deporte de proximidad, garantizar un mejor rendimiento energético y una mayor accesibilidad”. Destaca la creación de sesenta nuevos kilómetros de carriles bici que permitirán llegar a todos los lugares olímpicos en bicicleta y que completarán los más de mil kilómetros de carriles ya creados. “Esta voluntad de movilidades más responsables también la ponemos en práctica en la periferia”, señalan.
Importante motor de desarrollo para esta área será también el ya apodado ‘proyecto del siglo’. Se trata del Grand Paris Express, una gigantesca red de vías férreas, con 200 kilómetros de extensión, que conectará barrios y ciudades de la región sin tener que pasar por la capital. Hará parada en dos puntos a los que ha dado forma el reputado y multipremiado arquitecto francés Dominique Perrault. Son la estación de metro Villejuif-Institut Gustave Roussy y la Villa Olímpica y Paralímpica.
Perrault detalla a Forbes que “la red del Grand Paris Express y sus 68 estaciones en construcción hace realidad lo que llamamos el Gran París, es decir, la ciudad más allá de sí misma. París comparte con las comunas que la rodean una historia y una geografía de la que forma parte el Sena. El evento olímpico concede la oportunidad de ofrecer al mundo entero una experiencia ampliada de París”. Está convencido de que la vitalidad de ese Gran París, con doce millones de habitantes frente a los dos de la capital, será ‘la revelación’.
La segunda vida de la Villa Olímpica
De la extensa obra de Dominique Perrault sobresalen, por ejemplo, la Biblioteca Nacional de Francia, el Tribunal de Justicia de la UE, las DC Towers de Viena, el velódromo y la piscina olímpica de Alemania o La Caja Mágica de Madrid.
Uno de sus últimos retos ha sido proyectar la residencia en la que se alojarán los más de 10.500 atletas participantes y sus delegaciones. El alojamiento olímpico representa un paradigma extraordinario del impacto que generarán los Juegos una vez se apague la llama olímpica.
Será entonces cuando se transformará en un distrito urbano con 2.800 viviendas y capacidad para albergar a 6.000 habitantes, con escuelas, comercios, seis hectáreas de espacios verdes y más de 8.800 árboles. Para su construcción se han invertido 2.000 millones de euros y se han utilizado materiales de origen biológico, energía geotérmica y paneles solares. Presume de ella el Elíseo. El presidente francés, Emmanuel Macron, la ha presentado como modelo “de la ciudad del futuro”.
“Desde el principio, nuestro enfoque consistió en diseñar un barrio completo que acogería brevemente el evento olímpico y esto significaba proyectarse más allá de los Juegos. Hablo de ‘un pueblo y su doble’ para insistir en su carácter reversible”, expone Perrault a Forbes. Esa reversibilidad, añade, fue la que orientó el diseño, privilegiando la sostenibilidad y la integración de tecnologías avanzadas. Describe que su objetivo “era crear un barrio ejemplar que pusiera el énfasis en los generosos espacios públicos, los transportes ecológicos y la biodiversidad. Aprovechamos los recursos naturales y energéticos implementando una estrategia centrada en la reducción del consumo y en la producción local, incluyendo la captación de aguas pluviales, la ausencia de aire acondicionado y la reutilización de materiales de construcción. Buscamos, además, reestructurar el tejido urbano con amplias y numerosas aperturas hacia el Sena y establecer conexiones con la ciudad existente”.
Para Perrault, el reencuentro de la ciudad con el Sena –río al que daba la espalda– y con el patrimonio construido, como la actual Cité du Cinéma y la Halle Maxwell, también constituyen un legado. Precisa además el arquitecto que, una vez que los atletas se hayan ido, el barrio entrará en una nueva fase de obras para prepararse para la acogida de los futuros habitantes.
De que las infraestructuras construidas tengan una segunda vida aprovechable depende en gran medida que este tipo de eventos sean rentables para la ciudad y no arrastren una herencia envenenada. En este sentido, el Ayuntamiento de París afirma que estos Juegos son “sobrios y de proximidad, no crean nada que no sea útil para la ciudad del mañana e ilustran los compromisos de la capital, como es la voluntad de reducir considerablemente el impacto de carbono”. El presidente del COI, Thomas Bach, piensa que París está en disposición de brindar las Olimpiadas eternamente pretendidas, dado que el 95% de las instalaciones ya existen o son temporales. Un meritorio intento de revertir la tendencia extendida durante décadas, la de los sobrecostos en la construcción de estadios sobredimensionados que terminan por quedar inutilizados, languideciendo con el tiempo, mientras los ciudadanos cargan con una deuda multimillonaria.
Dos ejemplos arquetípicos son Montreal 1976 y Atenas 2004. En el primer caso tardaron treinta años en acabar de pagar el coste de su estadio, mientras que Grecia triplicó su deuda estatal.
Lecciones de Barcelona ’92
Patrimonio de nuestra semblanza olímpica es ese entrañable Cobi, ese mayestático dúo Caballé-Mercury o esas históricas 22 medallas. También, la proyección internacional de la imagen renovada de la ciudad condal. Su metamorfosis marcó un antes y un después en muchos sentidos. El más evidente es el empuje económico, turístico, cultural y urbanístico, con la apertura de la urbe al mar, las rondas de circunvalación o la Villa Olímpica. La inversión de 6.700 millones de euros revirtió en más de 18.600 millones.
“Supuso un impulso económico para la ciudad y el país, entre otras razones, porque las inversiones realizadas fueron planificadas para crear infraestructuras necesarias y con visión a largo plazo. Fueron inversiones deportivas y de carácter urbanístico. El caso de Barcelona no es, probablemente, el más habitual”, asevera a Forbes el profesor de la UOC Joan Miquel Gomis.
Desde la perspectiva turística, considera que “el cambio más significativo fue la transformación del perfil del turista y, con ello, el volumen de visitantes. En el año 1990 la gran mayoría llegaba a la ciudad por cuestiones profesionales y solo el 22% lo hacía por vacaciones u ocio. Hoy, y desde hace años, esta relación es inversa y predomina el turista vacacional. Por otro lado, si en la ciudad pernoctaban 1,7 millones de turistas a principios de los noventa, en pocos años se multiplicó por tres esta cifra”. En 2023, según el Observatorio del Turismo en Barcelona, la ciudad recibió 15,6 millones de turistas.
Sin embargo, cree que el crecimiento tan espectacular tras los JJ OO «no se preveía y lo demuestra el hecho de que, durante su celebración, un porcentaje significativo de plazas de alojamiento se canalizaron a través de cruceros contratados temporalmente para cubrir la demanda puntual de aquellos días, ante el riesgo de crear una oferta hotelera excesiva no utilizable posteriormente”. Además, aclara que “los efectos no fueron inmediatos, sino progresivos y también fruto de campañas de promoción específicas”.
Señala que fue clave la puesta a punto en infraestructuras combinadas con la proyección internacional, “poniendo en valor la modernidad de la capital catalana y atributos preexistentes como su posición geoestratégica privilegiada en el Mediterráneo, clima, patrimonio natural y cultural, además de su potencial económico. Posteriormente se ha querido imitar en otras ciudades olímpicas sin los mismos resultados. No sabemos cómo sería hoy Barcelona sin la organización de los Juegos, pero, desde el punto de vista de la financiación, difícilmente se hubiera conseguido el consenso necesario entre instituciones como el que se alcanzó con el proyecto olímpico”, concluye.