Philip Lane, economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), ha advertido este lunes de que la inflación de los servicios sigue siendo elevada, aunque ha destacado que las presiones salariales se están moderando gradualmente, lo que resulta necesario para que la evolución de la inflación sea coherente con el cumplimiento del objetivo del 2%.
En una conferencia pronunciada en Dublín, el ejecutivo del BCE ha advertido de que, a pesar de la tendencia general a la desinflación, «la inflación de los servicios sigue siendo elevada», con una lectura del 4% en marzo, señalando la relación relativamente estrecha entre la inflación salarial y la subida de los precios en los sectores de servicios intensivos en mano de obra.
De este modo, con el tiempo, «es necesaria una desaceleración del crecimiento de los salarios» para que la inflación de los servicios converja a una tasa que sea coherente con el cumplimiento del objetivo del 2% para la inflación general, ha explicado.
En este sentido, Lane ha destacado que las presiones salariales «se están moderando gradualmente», aunque siguen siendo elevadas, mientras que las proyecciones de marzo prevén fases de mayor desaceleración salarial en 2025 y 2026, con una tasa de crecimiento de la remuneración por empleado que disminuirá del 5,3% en 2023 al 4,5% en 2024, el 3,6% en 2025 y el 3% en 2026.
Al margen de la moderación salarial, el economista jefe del BCE ha defendido que la convergencia de la inflación hacia la meta del 2% también requiere de «una compresión de las ganancias» de las empresas, añadiendo que es necesaria una postura de política monetaria suficientemente restrictiva para proporcionar las condiciones de moderación de la demanda que «limiten el traspaso de los crecientes costes a los precios de consumo».
PROCESO ACCIDENTADO.
Por otro lado, tal como ya advirtiera la presidenta del BCE, Christine Lagarde, el ejecutivo irlandés del eurobanco ha apuntado que la actual fase de desinflación «es necesariamente accidentada» por el efecto de las oscilaciones de los precios de la energía durante 2023, que generarán oscilaciones en los efectos de base, mientras que la reversión escalonada de los apoyos fiscales temporales también operará sobre el nivel de precios de manera desigual.
De este modo, Lane ha avanzado que se espera que la inflación general fluctúe en torno a los niveles actuales en el corto plazo debido a los efectos de base en el componente energético y a la reversión del efecto alcista del adelanto de la Semana Santa sobre la inflación de los servicios en marzo.
«Si bien la inflación de los servicios debería disminuir algo en el corto plazo, se espera que se mantenga relativamente elevada durante la mayor parte de este año», ha advertido.
En cualquier caso, el economista irlandés ha destacado que, incluso si las perspectivas a corto plazo son algo accidentadas, la convergencia proyectada de la inflación hacia la meta en 2025 se verá respaldada por la reducción de las presiones sobre los costes laborales; cierta compresión adicional de las ganancias unitarias; la disipación de los efectos adversos de las crisis energéticas pasadas, los cuellos de botella en el suministro y la reapertura pandémica; y el mayor desarrollo del impacto desinflacionario de la postura restrictiva de la política monetaria.
De tal modo, para Lane esta dinámica desinflacionaria es coherente tanto con una inflación que se estabiliza en nuestro objetivo en 2025 como con una recuperación económica sustancial, con un aumento de los ingresos reales y mejoras en los términos de intercambio, junto con la perspectiva de que la desinflación «desbloquee futuras reducciones de las tasas de interés», impulse el consumo interno y la inversión, mientras que la normalización de la demanda externa facilitará el crecimiento de las exportaciones.