Al principio de empezar un trabajo todo es de color rosa y lleno de entusiasmo e ilusión. Damos el cien por cien de nosotros, llegamos antes de la hora de entrada, nos ofrecemos para ayudar a todos los compañeros… Pero con el paso del tiempo ese ímpetu y energía se va perdiendo.
La pérdida de interés no implica una bajada de rendimiento ni que el trabajador sea malo. Simplemente tienen el perfil laboral de un empleado que no tiene ilusión por lo que hace y que está sometido a un agobio interno que le impide ser el mismo del principio.
Determinar cuáles son las razones que llevan a esta desgana es una tarea tan compleja como puede serlo cada persona. Los motivos más usuales son la costumbre y la seguridad que da el saber que tienes un trabajo estable. Así, la motivación será mucho menor que la de una persona que no tiene esa estabilidad y cada día tiene que implicarse para hacerlo lo mejor posible.
Para recuperar el interés perdido no solo tienes que poner tú de tu parte (aunque es lo principal para poder volver a amar tu trabajo), sino que la empresa también ha de darte alicientes que favorezcan esa recuperación. Una de las cosas que más se agradecen y que pueden ayudar a recuperar esa ilusión es tener facilidades para conciliar la vida personal con la vida laboral. También se puede hacer ese guiño al trabajador “jugando” con el horario y que éste sea flexible. Por ejemplo; alargar los findes de semana y que algún viernes por la tarde no tenga que ir a trabajar. O permitir que, en determinadas ocaciones, se pueda trabajar desde casa (si el tipo de trabajo lo permite). Facilitar información al trabajador de cómo va la empresa y qué camino es el que sigue también permite que el empleado se sienta partícipe de los éxitos de la compañía.