El año de gracia de LVMH: encabezando el ranking anual de las fortunas más grandes de Francia, Bernard Arnault, como presidente del grupo LVMH, puede jactarse de haber firmado un año 2017 de altos vuelos, que ha permitido al número 1 del lujo mundial alcanzar la capitalización bursátil más importante del mercado CAC 40. Esta es la primera vez que, desde la creación del índice en 1987, el trono de la Bolsa de París está ocupado por un grupo que no pertenece a la ‘industria pesada’.
En 1984 usted ha invertido casi toda su fortuna familiar en la redención de la sociedad financiera Agache. ¿Cree que otras apuestas así de ambiciosas son aún posibles?
Estoy convencido de que inversiones ambiciosas son aún posibles. Pero también estoy convecido de que los empresarios establecen proyectos adaptados a su época. Encontrar y mantener hoy en día una casa tan bella como la de Christian Dior (integrada en la sociesad) es a mi parecer, imposible. En cambio, la digitalización de la economía ha simplificado la concretización de nuevas ideas en materia de proyectos empresariales. El gran movimiento de creación de startups que el mundo conoce hoy en día, es prueba de ello. Y estoy feliz de que Francia esté en la cima de este proceso. En cambio, hay que anticiparse a las etapas posteriores: estas startups deben ser capaces de convertirse algún día en grandes empresas y conquistar el mundo. Necesitarán capitales para crecer y un entorno favorable para su desarrollo. Creo que el Presidente Macron lo ha entendido y desea que las empresas Google o Apple del futuro sean francesas.
LVMH ha registrado resultados impresionantes al cierre del ejercicio 2017. ¿Cómo pretende mantener el ritmo durante 2018?
No ceso de repetirle al equipo de colaboradores de LVMH que hay que pensar a largo plazo. Sólo reflexionando detenidamente sobre lo que permitirá a las firmas del grupo consolidar su atractivo y su liderazgo en diez años, sabremos cómo cerrar con éxito cada trimestre. En cambio poner toda la atención en la marcha y evolución de la bolsa no será, en ningún caso, una buena estrategia. Saber si podremos mantener a corto plazo el ritmo de crecimiento no es lo que más me preocupa. Prefiero meditar sobre cómo nuestro grupo, que ya es habitualmente ágil y creativo, podrá mantener su beneficio teniendo en cuenta la evolución de las circunstancias macroeconómicas, incluso de las más complicadas, dónde se encuentran a veces las buenas oportunidades. En cuanto a la propia coyuntura, me parece que a día de hoy, está en parte fundamentada sobre anomalías no perennes –véase por ejemplo la debilidad del valor del dinero– y me parece razonable estar preparados para futuros sobresaltos.
Ha anunciado la apertura de un decimoquinto taller Louis Vuitton en Francia, en Vendée, que “permitirá la creación de 200 nuevos empleos”. ¿Qué representa este enclave más local para usted?
El enclave es esencial. Nuestro grupo está presente en todas las regiones de Francia a través de alguna de las casas que lo integran. Hace 40 años que Louis Vuitton elegía implantar sus nuevos talleres en provincias, revitalizando un mercado de trabajo muy afectado y privilegiando zonas rurales cada vez más vacías. ¿Se lo puede imaginar? Una pequeña comunidad que acoge un nuevo taller Louis Vuitton: ve llegar a un empleador estable, que motiva a sus asalariados y les ofrece una apertura al mundo. El poderoso influjo y repercusión de nuestras firmas en la vida de esas zonas es fundamental, puesto que estamos ante la mejor manera de aportar y mantener en nuestro país todo aquello que Francia le ha brindado a nuestras marcas. Cuando Louis Vuitton y Christian Dior instalaron sus centros de creación de perfumes en Grasse se trataba de un importante proyecto de redinamización del corazón de la perfumería francesa. Esta misión, en definitiva, solo podía ser resposabilidad de unas firmas tan sólidas y prestigiosas como Louis Vuitton y Cristian Dior. Nuestras marcas de vinos y licores nos recuerdan cada día que somos un grupo de gente muy apegada a la tierra, que no se asemejan pero que, hábilmente cultivados, producen maravillas, como el Castillo de Yquem.
Su historia familiar, tiene las raíces en el norte, zona que es un verdadero vivero de empresarios. ¿Qué piensa acerca del futuro de esta región?
Tiene razón cuando dice que el norte ha sido y sigue siendo un vivero de empresarios. Incluso añadiría, cosa que para mí es crucial, que es un vivero de familias emprendedoras que han sabido crear grupos consolidados en el sector de la industria y de la distribución. Una zona dónde se cultiva el espíritu de empresa, es decir, la predisposición a crear continuamente nuevas actividades, además de un arraigado sentimiento de transmisión y responsabilidad, valores que aquí son cruciales, y que para mí son básicos, tanto a nivel familiar, como en el Grupo LVMH.
La Fundación Louis Vuitton ha conocido numerosos éxitos desde su inauguración. ¿Considera el arte como un lujo supremo?
No es exactamente así como definiría yo el arte. Nuestras actividades, por su implicación con productos de alta calidad, se asemejan en su forma al arte ya que son para la mayoría de las casas del grupo, actividades creativas. Sin lugar a dudas, el arte inspira a sus creadores y nuestras firmas nunca se encuentran muy lejos del mundo del arte: sobre todo del arte contemporáneo, que ha permitido colaboraciones muy interesantes, como por ejemplo las colecciones creadas por Louis Vuitton este año, junto con Jeff Koons. Pero nos interesan también las grandes obras de pasado, recientemente el Museo del Louvre acogió en su colección, el Libro de Las Horas de Francisco I, obra maestra de orfebrería e ilustración renacentista. El proyecto de la fundación Louis Vuitton es en cambio de otra índole. Con esta fundación he querido cimentar en París una institución de envergadura mundial y ofrecer al público un acceso a grandes obras difícilmente accesibles o rara vez expuestas. Al año de su inauguración, la exposición de la colección Chtchoukine permitió a la fundación registrar un récord de afluencia histórica, con 1,25 millones de visitantes. No se puede, a mi parecer, amar el arte, sin desear compartirlo con la inmensa mayoría de las personas.
¿Cuál es su compromiso como empresario? En particular, ¿cuál es su punto de vista sobre las acciones de Bill Gates y Warren Buffett? ¿Cree que este modelo puede ser implantado en Francia y en Europa?
En primer lugar, siento gran admiración por los éxitos profesionales de Bill Gates y Warren Buffett. He tenido la oportunidad de hacerles participes de mi entusiasmo, ya que tengo el placer de conocerlos personalmente. También siento verdadera admiración por su compromiso filantrópico, más íntimamente ligado a la cultura americana y al contrato social y fiscal americano. En Europa, y particularmente en Francia, todo el mundo sabe que la posible redistribución va por un camino diferente, y el sistema tributario tiene un rol distinto al americano. El Grupo LVHM emplea más de 30.000 personas en Francia y alrededor de 135.000 en el mundo; es hoy en día uno de los pocos líderes franceses a nivel mundial. Y este grupo tiene una solidez garantizada a muy largo plazo, al contrario de los grupos americanos, esencialmente tecnológicos. Mi compromiso como empresario se centra, por un lado, en mejorar aún más el posicionamiento y avance del grupo en el mundo, y por otro lado, en permitir que siga siendo una empresa familiar francesa, firme contribuyente a que nuestro país siga brillando y siendo reconocido durante mucho tiempo en todo el planeta.