Son muchas las razones que han llevado a la isla de La Palma, reserva de la Biosfera y Reserva Starlig, a ser conocida como la ‘Isla Bonita’ y la época primaveral es, sin duda, uno de los momentos que mejor reflejan esa belleza que no caduca, sino que se multiplica en cada rincón de la isla.
Para poder disfrutar del cambio de estación en todo su esplendor, nada como seleccionar los planes que mejor permitirán sentir el color y la vida que impregnan a La Palma, desde su norte verde laurisilva, hasta el sur rojo volcánico, sin olvidarnos del lila, rosado, amarillo y azul que su vegetación de alta montaña ofrece en este período.
Con una superficie de 706 kilómetros cuadrados, cuenta con una amplia diversidad paisajística y climática que la hacen única. La isla reúne excepcionales valores naturales que hacen de ella una isla fascinante
Acercarse al territorio más joven de España es uno de los principales planes al llegar a La Palma. Para ello, hay empresas especializadas (no se puede hacer de manera independiente) que permiten realizar un sendero homologado hasta el nuevo volcán. El camino empieza cerca del mirador de los Llanos del Jable, y llega hasta un mirador desde el cual es posible ver el nuevo cráter. Toda una experiencia que permite entender mejor el poder volcánico de la isla.
Otra opción es observar el volcán desde el mar, pues hay empresas que ofrecen paseos en barco que permiten apreciar su imagen desde las aguas. Para acabar, nada como reposar en la zona de Puerto Naos, ya que se encuentra de nuevo abierta al público con ciertas limitaciones a considerar (horario y zona restringido y necesidad de obtener un código QR).
Durante la época primaveral, La Palma también viste su territorio de colores que pintan sus paisajes de vida. Gran ejemplo de ello se aprecia desde el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente. Aquí, en su parte más alta, Roque de los Muchachos, se puede admirar el espectacular paisaje que forman los tajinastes, una especie endémica de Canarias.
Su figura alargada y en forma de aguja florece en colores violetas, rosados y azulados. Además, también se verán otras especies como codeso, retamas y retamón. Como elemento añadido, desde ahí se puede apreciar del fenómeno del ‘mar de nubes’ gracias al cual, en días despejados, deja ver las islas más cercanas a La Palma.
La belleza de la isla también reluce bajo sus aguas, por ello cuenta con zonas calificadas como Reserva Marina. Y es que gracias a su paisaje volcánico el fondo marino está lleno de grietas, cuevas, arcos y veriles que son focos de vida subacuática.
Entre las principales zonas de buceo se encuentran Los Cancajos, un lugar muy versátil para inmersiones de todos los niveles; o Fuencaliente, donde se encuentran las famosas cruces de Malpique, diversas cruces que rinden homenaje a jesuitas martirizados ante un ataque corsario en el siglo XVI. Esta última zona es, además, Reserva Marina.
VIAJAR CON EL PALADAR.
Para vivir un destino es imprescindible pasar por su gastronomía, y La Palma es uno de esos lugares donde se viaja también a través del paladar gracias a la gran calidad de sus materias primas, protegidas bajo la marca Saborea La Palma, que potencia la riqueza gastronómica de la isla.
En un viaje a La Palma, algunos de los sabores imprescindibles son el queso palmero en todas sus variedades (asado con mojo, al natural, etc.); la gran variedad de frutas, desde el plátano a al mango, sin olvidar las papayas o los aguacates; carnes como la cabra en salsa o pescados como el patudo (atún rojo) a la plancha; sin olvidar los postres, que son tan importantes como un principal, pudiendo elegir entre distintas opciones como la rapadura, el bienmesabe o el Príncipe Alberto.
Y si algo tiene que caber en todo viaje a La Palma es disfrutar de su maravilloso cielo estrellado el cual, gracias a sus cualidades, hace que la isla sea en su totalidad Destino y Reserva Starlight.
Durante la época primaveral, con las temperaturas aún más agradables, es posible disfrutar del cielo nocturno tanto de manera individual como a través de empresas especializadas. Sea como sea, algunos de los miradores más recomendados para la observación astronómica son el Mirador Montaña Buracas, en Garafía; el de San Bartolo, en Puntallana; o el del Volcán de San Antonio, en Fuencaliente, entre otros.