Sucedió en verano de 1984. Es una anécdota que a mi padre le gusta recordar de vez en cuando. En julio visitamos París mano a mano durante cuatro días. Él tenía 42 años, yo 12 y la ciudad me dejó fascinado. Era tan impresionante como aparecía en las fotos y en películas como Un americano en París, Los Unos y Los Otros e incluso en alguna historia aeronáutica para el cine, como Aeropuerto 80, protagonizada por el Concorde, en la que aparecían la ciudad y el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle en varias escenas.
Precisamente esa historia protagonizada por Alain Delon y Sylvia Kristel y que vi en el cine varias veces (recuerden: están leyendo a un aerotrastornado) fue uno de los motivos por los que, en una demostración de gran cariño y paciencia de mi padre, dedicamos parte de un día a visitar los dos grandes aeropuertos de la capital: Orly y Charles de Gaulle. Quería conocer ambos pues no llegamos en avión. Viajamos hasta París en aquel recordado Talgo III nocturno que por la noche salía tanto de Madrid como Barcelona y llegaba a la estación de Austerlitz tras el desayuno.
De Orly, y su terminal clásica recuerdo una enorme terraza sobre la plataforma en la que los aviones estaban casi al alcance de la mano. Del CDG, su diseño avanzadísimo y también poder ver por primera vez el concorde en directo. Visto a pocos metros de distancia, tras la cristalera de una cafetería, el supersónico me pareció tan bonito como inesperadamente pequeño.
También tengo en mente, y eso es lo que mi padre suele recordar de aquel día aeronáutico, que bajamos de un autobús una parada antes de lo previsto y comenzamos a caminar sin rumbo por una carretera dentro del recinto aeroportuario viendo pasar aviones muy cerca. Únicamente nos separaba de las pistas un pequeño montículo vegetal y una valla fácilmente franqueable. Sin querer, estábamos deambulando por una zona no apta para pasear, aunque eran tiempos en los que la seguridad no era tan obsesiva y todo quedó en historia familiar.
Medio siglo
Les recuerdo hoy esta historia de hace 40 años, porque en 2024 el aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle, joya de la corona del grupo ADP y en tiempos considerado como ‘el aeropuerto del futuro’ cumple medio siglo. Lo moderno ya es veterano, aunque tiene una salud e imagen excelente.
La instalación, que Air France tiene como su centro mundial de conexiones, es la principal de la Unión Europea en número de viajeros: tuvo 67,4 millones en 2023. En esta parte del mundo, aunque fuera de la UE, solo le superan Londres-Heathrow, la gran casa de British Airways, con 79 y Estambul, el importante hub de Turkish Airlines, con 76.
Unas cifras de pasaje tan abultadas eran inimaginables en 1965, cuando el gobierno francés tomó la determinación de crear un nuevo aeropuerto para la capital de Francia. Charles André Joseph Marie de Gaulle, entonces presidente de la Republica, vio con buenos ojos construir el aeropuerto del futuro al norte de la capital, en el municipio de Roissy, con un espacio prácticamente ilimitado para crecer y desarrollarse en las siguientes décadas. El equipo del primer ministro Georges Pompidou dio luz verde a los primeros trabajos ese mismo año, en el que el aeropuerto de Orly casi alcanzó los seis millones de pasajeros en 12 meses (en 2023 supero los 32 millones).
Paul Andreu
El aeropuerto Charles de Gaulle no se llamó así en sus orígenes. Durante las obras y su desarrollo, el proyecto se conoció oficialmente como París-Nord, llamado a aliviar un Orly que crecía sin cesar y a compensar el cierre programado del aeropuerto más antiguo, Le Bourget, que hoy es de uso exclusivo para aviación privada y corporativa, además de alojar un museo aeronáutico maravilloso en la antigua terminal, que se conserva tal y como se construyó en 1937. Esa estación aérea es la misma por la que llegó Hitler a París tras la invasión de Francia por el ejército alemán en 1940 y también donde el bailarín Rudolf Nuréyev desertó de la Unión Soviética pidiendo asilo en Francia en lugar de tomar un avión de vuelta a Moscú.
El trabajo de crear y levantar el primer edificio de pasajeros de Paris-Nord se confió a un joven arquitecto e ingeniero de 28 años, Paul Andreu, que ya trabajaba para la empresa Aeroports de Paris. Mientras era responsable de algunos proyectos del aeropuerto de Orly, Andreu sacó tiempo para licenciarse en bellas artes por la École nationale supérieure des beaux-arts de Paris. La T1 que ideó rompió con cualquier idea de terminal aeroportuaria existente. Lo hizo con una arquitectura completamente innovadora para la época basada en una enorme rosquilla de hormigón con tubos y alfombras rodantes que unían diferentes niveles, además de tener siete satélites de embarque alrededor del gran cuerpo central.
Hace 50 años
Charles de Gaulle no llegó a ver el aeropuerto terminado, pues falleció en 1970, cuatro años antes de su inauguración. Para entonces, previo a la inauguración de la T1, ya se empezó a trabajar en la T2, que, al contrario de lo previsto, gemela a la existente, se diseñó en horizontal, con la idea de seguir creciendo a lo largo. El aeropuerto del futuro fue cambiando su concepto e ideas para afrontar crecimiento y retos mientras se iba construyendo, siempre bajo la batuta de Paul Andreu, convertido en jefe supremo del desarrollo de las instalaciones durante las siguientes décadas. Reconozco que el mundo de la arquitectura empezó a interesarme al ir conociendo y admirando el trabajo de Andreu.
Obviamente no he estado solo en la admiración por este arquitecto. A los responsables de los aeropuertos de Manila, Yakarta, Shanghái, Abu Dabi, El Cairo, Brunei y Dubái también les gustaba mucho su trabajo y confiaron en él y su equipo en diferentes momentos de su carrera para diseñar o ampliar sus terminales de pasaje y otras obras aeroportuarias.
Andreu vio como el Concorde estrenaba su aeropuerto en 1976 y también recibió una calurosa y admirada felicitación de François Mitterrand al inaugurar las nuevas instalaciones de las terminales 2A y 2B. También recibió el encargo de integrar los trenes de alta velocidad de la SNCF, los famosos TGV, dentro del aeropuerto ya en los 90. La demanda de nuevos vuelos y frecuencias no cesó. Las instalaciones no dejaron de crecer y mejorar desde su nacimiento: nuevas terminales, pistas de vuelo, accesos, un polo de negocios y hotelero, el establecimiento del sistema hub de Air France… y todo ello sin comprometer el crecimiento de la instalación, que desde los primeros tiempos y aún hoy sigue disponiendo de espacio suficiente para seguir creciendo, de ser necesario.
Los accidentes de 2000 y 2004
Como todo gran aeropuerto, el CDG, al que muchos también llaman preferentemente Roissy, ha tenido mil historias. Desde 16 largometrajes rodados en sus terminales, al primer desfile de moda aeroportuaria hace 10 años, protagonizado por una colección de Agatha Ruiz de La Prada. Allí también se conoció la larguísima estancia en la terminal de Mehran Karimi Nasseri, que vivió en la T1 durante 18 años y dio pie a la película ‘La Terminal’ de Steven Spielberg, con Catherine Zeta Jones y sobre todo Tom Hanks como protagonistas, o la grabación del videoclip Beautiful Day de U2, que retrató la obra de Paul Andreu en todo su esplendor, por poner un puñado de ejemplos.
Andreu triunfó con sus proyectos aeroportuarios en todo el mundo, aunque donde más sufrió fue precisamente en que fue su casa en mayo de 2004. Cuando el aeropuerto celebraba 30 años con la nueva terminal 2E recién estrenada, un tramo de esta se derrumbó, provocando cuatro muertes y siete heridos. Esto le marcó, del mismo modo que le impresionó profundamente el accidente del Concorde del año 2000. Esto sucedió mientras el supersónico despegaba del aeropuerto y en el que fallecieron 113 personas: los 109 ocupantes del avión y cuatro personas sobre las que cayó el aparato de Air France, que se dirigía a Nueva York.
Como diseñador de la terminal, Andreu asumió la responsabilidad del accidente de 2004 y prácticamente no volvió a trabajar en Francia salvo para encargos muy puntuales, centrándose desde entonces a desarrollar proyectos en China como museos, bibliotecas, comercios y teatros.
Y la vida sigue
La próxima vez que pasen por el aeropuerto de París-Charles de Gaulle, bien sea para ir a la capital de Francia por trabajo u ocio o para enlazar un vuelo desde España con cualquiera de las decenas de destinos de Air France o Delta Airlines, socia estadounidense de la francesa, sea un pasajero curioso. Fíjese en los detalles arquitectónicos de las terminales, observe como Andreu ha jugado con la luz en los diferentes espacios. Disfrute del tiempo en el aeropuerto. No lo tome como una obligación sino como una oportunidad para conocer un espacio que en algunas áreas tiene medio siglo de historia y observe con atención la idea de aquel aeropuerto del futuro. Hágalo caminando por él y sus espacios. Hágalo recordando a Paul Andreu, que falleció en 2018 y no llegó a vivir la excepcional situación de ver su aeropuerto vacío. En esos paseos y observaciones detalladas apreciará y reconocerá la evolución de su trabajo con el paso de los años. No era el mismo arquitecto a los 30 que a los 50 ni mucho menos a los 60, cuando creó los espacios donde embarcan los vuelos hacia España.
Merece la pena observar con atención lo que nos tiene que contar, sin hablar, este cincuentón en plena forma que responde al nombre de Roissy-Charles de Gaulle.