“Apasionante”. Así recuerda José María Fernández-Capitán sus comienzos como empresario en el mundo de la restauración organizada. El ejecutivo había vivido muy de cerca el desarrollo de este segmento en las últimas décadas del siglo XX. “Empecé a trabajar en cadenas de restauración en el año 89, con 19 años. En aquellos momentos, España se estaba abriendo al mundo de la restauración organizada, de manera que se estaban desarrollando muchísimos conceptos innovadores y muy interesantes. Cuando pasaron los 90, tenía unos conocimientos y una experiencia realmente importantes: a partir de ahí, decidí desarrollar mi propio concepto con los matices y las ideas que capté durante todos aquellos años”.
El empresario quería revolucionar el mundo de la restauración. Innovar. Crear una marca con su propia identidad. Y tras muchos años de aprendizaje, nació en el 2000 la primera Cervecería 100 Montaditos en un quiosco de 19 metros cuadrados del centro comercial de Islantilla (Huelva). Un modelo estudiado, de una pieza, sin grietas. Una idea más que pensada. Clara. “Con 100 Montaditos nace un concepto innovador que incluye el monoprecio –todos hacemos la cuenta fácil si sabemos que todo tiene el mismo precio–; la megafonía para llamar a los clientes por su nombre desde la barra; un margen horario; y que no necesita salida de humos. El margen horario era capaz de hacernos vender más productos en menos tiempo. Ese concepto de bar español ordenado dio lugar a una idea única y nueva con una metodología de un ‘fast food’ dentro de un bar tradicional”.
Para elegir el nombre, Fernández-Capitán se fijó en un concepto por todos conocido en aquel momento. “La idea de llamarlo 100 Montaditos surgió de las tiendas de los años 90 en las que todo se vendía a 100 pesetas. Trasladé esa idea a la restauración poniendo la cerveza, los montaditos y los refrescos a 100 pesetas. Se unía el 100 como concepto y variedad de producto al 100 del precio”.
Como cualquier negocio que se empieza, 100 Montaditos necesitaba financiación para poder arrancar, pero el ejecutivo no podía acceder a préstamos porque en ese momento se encontraba sin trabajo. “Fue realmente un momento de total inconsciencia. Yo estaba en el paro y tenía un dinerillo ahorrado con el que hice una obra muy pequeña en el local que pude pagar a plazos. Era consciente de que aquel día de abril del año 2000 me la jugaba completamente. Si aquello no funcionaba estaba arruinado y si funcionaba podía montar un gran negocio. No tenía créditos con bancos porque no podía tenerlos, no tenía nada, ninguna propiedad”.
Además, su entorno no entendía porqué quería embarcarse en esa aventura. “En el mundo en el que yo vivía tenemos un maravilloso problema: una temperatura extraordinaria y un sol magnífico. Y todo el día es cuestionarte ‘para qué’ o ‘tu qué necesidad tienes’. Y eso son palabras demoledoras porque cuando te pillan con 45 o 50 años las puedes entender, pero con 25 o 30 pueden cambiarte el pensamiento de la vida. Y yo olvidé el ‘para qué’ porque no me llevaba a nada y aposté por seguir adelante, aunque todos los elementos que me rodeaban eran negativos para emprender una idea así”.
Fernández-Capitán siempre confió en el potencial de su idea porque consideraba que trabajaba un producto que era “infalible”: el pan y la cerveza. “Solo apostaba por mi idea y por lo que yo quería hacer. Tenía la fortaleza de mi experiencia: los negocios hay que montarlos con preocupación y no financiación. Si los montas con preocupación al final las cosas salen bien porque no duermes por la noche. Y si no duermes es porque te preocupas por él. Aquello era a vida o muerte. Y salió. Pero salió porque era una jugada que tenía que salir”.
Se franquicia: Sr Fernández
Cuando el ejecutivo creó su concepto lo diseñó para franquiciarse por su simplicidad, su rentabilidad para el franquiciado, su estética, su desarrollo. José María Fernández-Capitán se considera “puramente franquiciador”. Este modelo de negocio le “gusta”, le “apasiona”. Pero, lo más importante para él es que sabe franquiciar. “Yo había pasado por ello y sabía muy bien lo que había que hacer para que el franquiciado tuviera rentabilidad y para que el proyecto fuera un concepto estrella dentro del mundo de las franquicias”. Por ello, puso un cartel en el local de Islantilla que decía ‘Se franquicia: Sr. Fernández’ y fue entonces cuando “empezó la magia”.
En aquellos tiempos, él era camarero y algunas personas le preguntaban por la franquicia. “La gente vio el cartel y empezó a llamarme por teléfono y a interesarse por el negocio. Tuve momentos muy divertidos. Por ejemplo, llegaba un señor, veía el rótulo y me preguntaba que si ‘esto’ se franquiciaba. Yo le decía que sí, que era una franquicia y le daba el teléfono. Veía desde la barra como ese señor se apartaba unos metros y me sonaba a mi el móvil. Entonces me iba a la calle y recepcionaba la llamada. Tomaba nota de su teléfono y le decía que le llamaría para quedar con él en Madrid. Luego, el señor volvía a entrar al restaurante y me decía que había hablado con la franquicia. Y yo le decía que era estupendo y que a mi me estaban tratando muy bien”.
De esta manera se formaron las primeras franquicias entre los años 2001 y 2002. El camarero convertido a empresario se ocupaba de hacer el proyecto de obra, del marketing, de dirigir la primera apertura, de los suministros… “Los pedidos los llevábamos desde las tiendas de Islantilla por la noche porque la temperatura era más baja y no teníamos dinero para alquilar una furgoneta térmica”.
Aquellos primeros años fueron momentos en los que el trabajo era desbordante. Fernández-Capitán recibía muchas llamadas de personas interesadas en abrir un nuevo local y al mismo tiempo que tenía que afrontar su negocio. “Cogía el AVE y me iba a Madrid. Allí quedaba con 25 o 30 personas en una cafetería. Hablaba con ellos del modelo de negocio, de la rentabilidad, ellos me hablaban de sus locales y los iba a visitar. Cuando terminaba, firmaba los contratos y me iba a Islantilla, donde me ponía a vender montaditos otra vez”. Una vez que tuvo unos 25 locales repartidos por el país, abrió una pequeña oficina en Madrid.
Y así fue creciendo hasta que en 2004 fundó el grupo de restauración organizada español Restalia, que opera con su buque insignia 100 Montaditos en once países; y en España, además, cuenta con las marcas Cervecería La Sureña y TGB The Good Burger.
Crear marcas propias
Diez años después de la apertura de aquella primera Cervecería 100 Montaditos en Islantilla, el empresario desarrolló otra marca: Cervecería La Sureña. De nuevo, la idea estaba clara: botellines de cerveza en cubo, raciones y monoprecio. “El concepto me parece muy andaluz, muy del sur. El mundo del botellín es muy interesante”.
Pero Fernández-Capitán continuó poniendo su creatividad a prueba. El ejecutivo pensaba que el concepto de hamburguesa “estaba obsoleto y había que renovarse por completo”. Por ello, en 2013 presenta The Good Burger. “El pan de TGB es único y su fórmula está patentada. Una novedad que no existe en toda Europa”.
En total, la compañía cuenta con más de 700 unidades de restauración a nivel global, y a finales de este año esperan alcanzar los 800. “Creo que es mucho más difícil hacer lo que hice, pasar de 0 a 100 locales, que de 500 a 1.000. Aquello fue apasionante y lo recuerdo con muchísimo cariño, pero también lo pasé mal. Aunque ahora, si te soy sincero, me encantaría volverlo a repetir”.
El empresario asegura que, en la actualidad, Restalia es creadora de marcas porque uno de los intereses que tiene es “resetear el mundo de la restauración organizada”.