La noche de fin de año de 2017, Lola Solana Campins (Madrid, 59 años), su marido y sus tres hijos, cumplían con la tradición familiar de tomar las uvas juntos en el gran salón del Parador de Segovia con La 1 de Televisión Española. Sin embargo, ese año era especial. En el Banco de Santander, donde Lola trabaja desde hace 35 años, le habían ofrecido protagonizar un anuncio que se emitiría durante los últimos minutos del año. En él hablaría de su especialidad: los fondos Santander Small Caps. «Quisieron que fuera yo por la pasión y la fuerza con la que hablaba del fondo. Nada excepcional como ves», asegura modesta esta gestora de fondos de inversión y astrónoma aficionada. El anuncio, que se vería antes y después de las campanadas de 2018 –no hay que explicar la expectación que generan esos anuncios–, se había rodado unos meses antes en el mayor telescopio del mundo: el Grantecan de Canarias, en la isla de la Palma.
“Pedimos a los camareros si podían poner Antena 3 o Telecinco porque teníamos mucho interés en ver los anuncios . Nos dijeron que no podían cambiar las reglas del comedor pero nos ofrecieron cenar en un salón privado donde tomaban las uvas los trabajadores del Parador. Cuando estábamos todos preparados, el personal del restaurante y nosotros con las uvas y los cotillones… Aparezco yo en primer plano. En ese momento los camareros me miraron flipados. ‘¿Eres tú?’, preguntaban incrédulos. El teléfono no paró de sonar. Ese año no me tomé las uvas. ¡No me dio tiempo!”.
Para Lola, protagonizar esa publicidad fue como un sueño: «Después de la crisis de 2008, las Smalls Caps se quedaron muy tocadas y nadie las quería. Ha sido un proceso lento y trabajoso. Hasta que llegó un Consejero Delegado y me dijo: ‘Este fondo va como un tiro y además apoya a las pequeñas compañías. Hagamos un anuncio en televisión’. Y nos fuimos a la Palma. Mi hobby es mirar las estrellas. Me temblaban las piernas de la emoción, fue una experiencia inolvidable».
Una pasión contagiosa
Además de gestora de fondos que van como un tiro, Solana Campins es la actual presidenta del Instituto Español de Analistas (IEA), una asociación sin ánimo de lucro que aglutina a analistas financieros de todo el país. Un cargo que ejerce sin retribución y robando horas al reloj. Con una genuina mezcla de inteligencia y determinación, Lola contagia su pasión a todas las actividades en las que pone su empeño. Su trayectoria profesional ha sido reconocida con premios nacionales (El Economista, Bolsas y Mercados Españoles, Expansión, All Funds) e internacionales, la prestigiosa agencia británica de calificación Citywire distinguió su labor como mejor gestora de fondos de renta variable en España dos años consecutivos, en 2017 y 2018, y ha conseguido demostrar al mercado que las Small Caps (empresas cotizadas de baja capitalización) pueden ser muy rentables a largo plazo.
Su actividad no solo se limita a las inversiones bancarias. En 2019 también publicó su primera novela, La cruz de madera (La Esfera de los Libros) en la que narra una vibrante historia inspirada en la peripecia vital de su abuela, que vio cómo su marido, el general Miguel Campins, era fusilado por el general golpista Queipo de Llano en los primeros días de la Guerra Civil.
Solana Campins recibe a FORBES WOMEN en la nueva sede del IEA, en la madrileña calle de Nuñez de Balboa, para hablar sobre su trayectoria profesional, la conciliación con la crianza de tres hijos, la situación de la mujer en el mercado laboral, los secretos psicológicos de la inversión financiera y de la literatura como una forma de estar en el mundo.
¿Cómo se llega a ser gestora de fondos de inversión en el Banco de Santander y Presidenta del Instituto Español de Analistas?
No ha sido fácil, ha llegado después de un largo camino. Estudié Derecho porque siempre he tenido afán por la justicia. Sabía que la vida no es justa pero sí hay personas justas. Y yo quería ser una de esas personas, quería ser juez. Acabé la carrera en la Autónoma de Madrid en 1987 y estaba decidida a hacer oposiciones. Pero ese verano una amiga me comentó que estaban buscando recién licenciados para unas prácticas en una entidad financiera internacional que resultó ser Barclays Bank. Me cogieron y el trabajo consistía en vender un producto novedoso en España: un fondo de inversión. Ese fue mi primer contacto con algo que cambiaría mi vida.
Seguro que los vendía bien.
Sí, se me daba bien, siempre he tenido dotes comerciales. Me apasionó ese mundo, era el momento en que España acababa de entrar en la Comunidad Económica Europea. Empezaba la reforma del mercado de valores y fue la época de los grandes emprendedores: Ignacio Garralda con Asesores Bursátiles, Juan Carlos Ureta con Renta 4, Francisco González con FG, César Alierta con Beta Capital, entre otros. España estaba de moda, se hacían análisis de empresas españolas y se vendían fuera. Lo que más me gustaba era la renta variable. En esa época todos querían invertir en la Bolsa española.
Pero lo que quería era gestionar los fondos, no sólo comercializarlos.
Claro, quería gestionar y en Barclays no me daban la oportunidad. Pero yo seguía en mis trece porque siempre me ha gustado marcarme objetivos. Entonces vi un anuncio de “Se necesita gestor junior” para el Banco de Santander. Pasé las pruebas pero al llegar a la entrevista con mi futuro jefe me dijo que tenía que formarme en contabilidad y mejorar el inglés, con lo cual no podía ser gestora pero sí analista. Me dediqué a hacer cursos de técnicas de valoración bursátil, fui a Inglaterra, Estados Unidos… Estuve haciendo análisis varios años hasta que, por fin, me dijeron que podía pasar a gestión. Al principio, eran patrimonios de carteras de clientes en el área de Cantabria con una mezcla entre gestión y labores comerciales. Pero yo seguía empeñada en mi idea de gestionar fondos, y seis años más tarde, en 1993, me llegó la oportunidad.
Ahí es cuando se fija en las pequeñas compañías cotizadas (Small Caps), que siempre han tenido mala fama en el mercado, que las llama peyorativamente “chicharros” (baja capitalización y alta volatilidad).
Sí, me di cuenta de que, a pesar de esa mala fama, lo que añade valor a un fondo de inversión son las empresas pequeñas. Ahí surge la idea de lanzar un producto financiero especializado en este tipo de compañías. Me encanta ese activo, ese mundo, es muy enriquecedor, hay un universo enorme y cuanto más grande, más oportunidades. Se ha convertido en mi especialidad y es la razón por la que hoy soy presidenta del Instituto Español de Analistas, donde he generado rentabilidad, he ganado premios y doy clases de análisis de Small Caps a futuros analistas. Quería demostrar que, a largo plazo, tienes más rentabilidad invirtiendo en Small Caps y lo cierto es que si miras el rendimiento a 20 años de este fondo está entre los mejores de su categoría.
¿Qué tiene que tener una compañía para que Lola Solana invierta en ella?
Por encima de todo, hay dos cosas fundamentales: un buen equipo directivo y un buen negocio. Si falla una de las dos, no vale. También evito las compañías con deuda porque si las cosas van mal puede quebrar. En el equipo gestor valoro la honestidad, la transparencia, la sinceridad, la profesionalidad…
¿Se da cuenta cuando un directivo trata de contarle una película distinta de la realidad?
El primer año, no. El segundo, tampoco. Pero después de que te hayan intentado ocultar información seis directores financieros, haberte tragado tres recesiones y tres compañías quebradas en tus carnes, ya te vas haciendo a la idea. Es una cuestión de experiencia, como todo en la vida.
En toda transacción hay siempre un componente azaroso, que es la condición humana.
Sí, me llama mucho la atención que ahora se combina los estudios Administración y Dirección de Empresas con Filosofía o Psicología. La economía es una ciencia social, no sólo tienes saber lo que tienes que hacer sino saber qué va a hacer el resto de la gente. A veces cae un valor y no sabes porqué, y resulta que hay un fondo de inversión en China que ha decidido vender todas sus posiciones en España y ha tirado la acción.
No todo el mundo es capaz de aguantar la presión de manejar tanto dinero ajeno y saber encajar las pérdidas…
Al principio sí impone pero luego es una cuestión de confianza. Cuanto más seguridad tienes en las compañías en las que inviertes, cuando más te lo conoces, más valentía tienes para invertir en esas empresas. El mundo de la inversión es para valientes, pero antes tienes que habértelo estudiado muy bien. Al final, es más importante pensar diferente, saber diferenciarte, que ser el mejor. El ser humano prefiere equivocarse y diluirse con la masa que asumir el riesgo de quedarse solo. Cuando sube la bolsa nos llegan inversores que quiere comprar y cuando baja, vender. En realidad, debería ser al revés.
En el Banco conociste a tu marido y tuviste tres hijos. Se suele decir que las mujeres tienen que elegir entre familia o carrera, como si la maternidad fuera una rémora para conseguir el éxito profesional.
Ser una mujer no es ser una rémora. Al principio, cuando estás en la universidad y empiezas a trabajar, todo es parecido. La cosa empieza a divergir al tener el primer hijo. Ya no puedes dedicarle el mismo tiempo al trabajo porque tienes que compartirlo con el cuidado de un niño que te necesita, y ya con tres ni te cuento. Sobre todo cuando son pequeños, tienes que volver al trabajo a los tres meses y dejar a tu hijo en la guardería. Es duro verles llorar pero, en mi caso, no teníamos más remedio, necesitábamos los dos sueldos. Ahora, como los hombres tienen la baja paternal, ya no es una desventaja para las mujeres.
Perteneces a una generación que hizo todo eso y sin quejarse, una actitud muy distinta a la de quienes pretenden encajonar a la mujeres en el papel de víctimas sistemáticas.
Tengo una cosa muy clara y se lo digo a mis hijos: nunca, nunca, te compadezcas de ti mismo. Es lo peor, quejarse, llorar. En la vida hay que ser alegre y ver el lado positivo. Hay dos cosas que no soporto: la gente que se queja y la gente que se aburre. Todo al final tiene solución y lo único que te saca es la acción. Tampoco sirve de nada ser muy inteligente si luego no haces nada, consigue más la gente voluntariosa. El secreto está en ser resolutivos, trabajar, ser constante y sacrificarse. Las cosas no se consiguen sin un precio, sin un sacrificio.
¿Existe una manera femenina de ejercer el poder?
Si para llegar arriba una mujer se tiene que comportar exactamente igual que un hombre no aporta valor. El cerebro de la mujer y el del hombre son diferentes y el éxito está en la combinación de los dos. A lo mejor los hombres no se dan cuenta pero el 80% de las decisiones se toman por motivos emocionales y luego las racionalizas. Las mujeres somos más empáticas, escuchamos más y tenemos más sensibilidad. Los hombres poseen otras cualidades, una mente más espacial. Para gestionar un equipo, cuanto más variado sea, mejor: jóvenes, mayores, mujeres, hombres, distintos países, distintos caracteres.
¿Cuál es su referente feminista?
Uno de mis mayores referentes en el mundo femenino es Isabel la Católica. Es un ejemplo de mujer empoderada. Se proclamó reina a pesar de todas las conspiraciones, se casó en secreto con quien quiso y unió España creando un imperio. En vez de dividir, sumó. Para mi fue la primera business angel, financiando una empresa de alto riesgo y alto crecimiento. Fue una visionaria. En esta vida tienes que tener visión, carácter y ambición, da igual que seas hombre o mujer.
¿Se nota la mano femenina tras su llegada al Instituto Español de Analistas?
Pues como ves hay flores en todas las salas. Es algo que a mi me alegra la vida. El otro día di un discurso y empecé con un poema. También he hecho muchos cambios: el logo, la sede, he duplicado el número de patronos… El Instituto es una sociedad holding que abarca varias áreas. Por un lado está Lighthouse, una sociedad que hace análisis de compañías huérfanas, que son empresas pequeñas que no cubre nadie. Luego tenemos la Escuela, donde damos masters y cursos para analistas. Y la Fundación, donde están los patronos que son grandes compañías que nos encargan informes que impacten en la sociedad. Ahora estamos con un estudio sobre cómo afecta la salud de la mujer a la economía. Las mujeres viven más pero tiene más achaques y empezar a cuidarlas antes puede suponer un gran ahorro. Esta semana entregamos el premio a las ganadoras de nuestros premios de investigación con un estudio que concluye que el régimen de gananciales aporta menos riesgo en las decisiones de inversión en las familias que el régimen de separación de bienes.
¿Qué diferencias observa en el comportamiento inversor entre hombres y mujeres?
La forma de invertir te la da el carácter, no el género. Hay mujeres que asumen riesgos y mujeres conservadoras, de la misma manera que hay hombres que arriesgan mucho y hombres que no. Pero en general, las decisiones de venta son más difíciles de tomar que las decisiones de compra. Cuando compras tienes todo el futuro por delante, cuando vendes materializas la pérdida. En estos casos a los hombres les cuesta más tomar la decisión de venta porque en el fondo les cuesta reconocer que se han equivocado. Las mujeres asumimos la perdida, reconocemos el error y pensamos en otra cosa. Sabemos perder mejor. Esta industria es una gran lección de humildad.
¿El cargo de Presidenta está remunerado?
Para nada. Ni dietas, ni sueldo, ni nada. Cero euros. Afortunadamente hay cosas en la vida que no se miden con dinero y esta es una de ellas. Para mi, poder ayudar a las empresas y a los analistas que es mi profesión, poder contribuir a que nuestra asociación impacte positivamente en la sociedad es una satisfacción.
Otra de sus grandes pasiones es la escritura.
Sí, desde pequeña me gusta escribir de forma terapéutica. Escribía cartas que luego rompía o nunca enviaba. A mi marido le he escrito varias. A mi madre también. Escribir ayuda también a concretar tus objetivos en la vida. Yo lo hago, primero las cosas que ya he cumplido para animarme, y luego a por lo siguiente. Soy consciente de que lo que me queda por vivir es menos de lo que ya he vivido. Por eso tengo que hacer que cada año cuente por dos.
La literatura es una manera de cerrar heridas, algo que experimentó con la publicación de la novela “La cruz de madera”, un homenaje a las mujeres de su familia.
En la época en la que tenía mucho trabajo, dando clases, cuidando de los niños…, mi madre me llamaba para que fuera a verla. Yo sabía que estaba mala pero lo iba posponiendo, ya habría tiempo. Pero no lo había. El día que llegué a verla, justo cuando entraba en la habitación, falleció. Se murió sin que pudiera despedirme de ella. ¿De qué me sirve, pensaba, darlo todo en mi trabajo, con mis hijos, si luego se ha ido mi madre sin ni siquiera decirle que con ella se iba parte de mi? Entonces tenía que revivirla, intentar que no se fuera. Recuerdo que me ponía sus pendientes de perlas favoritos, me vestía de blanco y negro como ella, hablaba como ella, decía sus mismas expresiones, iba al cementerio… Pero no encontraba la paz y sólo lo conseguí escribiendo sobre su vida. Ella siempre me contaba que su madre escribió una novela llamada “La cruz de madera” pero nunca la encontró, por eso pensé que escribiría “La cruz de madera”. Empecé y acabé la novela llorando. Es lo fascinante de la literatura, elimina el tiempo y el espacio. Hay cosas que solo se sienten cuando las escribes y en las páginas en blanco sentí como se iban juntando tres almas: la de mi abuela, la de mi madre y la mía.
¿Qué objetivos le quedan por cumplir?
Me gustaría escribir otra novela, hacer un buen trabajo en el Instituto en este mandato de seis años, que sea un verdadero hub de talento reconocido en España y en Europa. También quiero lanzar otro fondo y hacer más rentable el que gestiono ahora. El día de mañana me gustaría ser consejera en alguna pequeña empresa. En lo personal me encantaría ser abuela, rodearme de nietos porque creo que es vida y ser un referente para ellos. Me gustaría vivir la mitad de mi tiempo en Jávea y ser una viejecita alegre con buen carácter. Poder mirar atrás y decir: ‘Mereció la pena’.