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El poder terapéutico de viajar

Viajar tiene un fuerte poder terapéutico porque, dicen los expertos, te dispara las hormonas del placer y te reduce el famoso cortisol, responsable del estrés.

Ya lo decían los entrañables Payasos de la tele, gente de gran sabiduría: el viajar es un placer que nos puede suceder… Yo hoy diría, con el permiso de Miliki y gracias a la democratización del viaje, que no solo puede, sino que nos debe suceder. Porque viajar no es solo cambiar de sitio, es una experiencia de vida, casi un estado de la mente. 

Viajar es una inversión garantizada, al fin y al cabo, apuestas por ti mismo y tú eres tu mejor valor.  Te costará dinero, no vamos a engañarnos, te harás más rico porque crecer en lo personal es lo que más cotiza. Ya sabes, sal de tu zona de confort, exponte a nuevos estímulos y crecerás. 

Viajar es la universidad de la calle, pero al cuadrado. Fly me to the moon, que decía Sinatra. Porque no es tu calle, la que conoces, sino otra que te hace volver continuamente a primaria y recuperar la ilusión por aprender cosas nuevas, abriéndote los ojos a otras realidades que tal vez ni sospechabas. Cruzar por la izquierda en Londres, dejar a los bebés en el frío de la calle en Suecia, regalar flores impares en Rusia o sorber la sopa en China son hábitos que nos cortocircuitan y, superada nuestra natural soberbia, nos enseñan que la verdad no es de nadie. Verdad, verdadera.

Que viajar es una inversión en bienestar no es solo una opinión, ni siquiera una intuición, es ciencia. Con evidencia, claro está. Viajar tiene un fuerte poder terapéutico porque, dicen los expertos, te dispara las hormonas del placer y te reduce el famoso cortisol, responsable del estrés. Siempre y cuando, añadiría yo, y perdonen la sinceridad, sepamos escoger bien a nuestros compañeros de aventuras, que siempre hay gente, y todos los conocemos, que no saben salir de casa. Pero esto da para otro artículo, hoy solo buenas noticias. 

Lo dicho, viajar no solo nos tranquiliza, también nos hace más listos. Porque al estar en un lugar desconocido nuestro cerebro debe ponerse a trabajar y crear un nuevo mapa mental, y este estímulo fomenta la creatividad y mejora nuestra capacidad de adaptación para la vida diaria. Así que, sí, ya lo dijo Queen, don´t stop me now, que quiero conocer mundo. 

Y no siempre tenemos que ir lejos. Tengo un amigo a cuyos padres les gusta viajar, pero son mayores y les asusta lo desconocido. De manera que cogen el coche y van alternando entre sus dos rutas posibles, a dos pueblos cercanos, y después de 30 años siguen descubriendo cosas. Eso es reinventarse y sin terapia Gestalt.  Voyage, voyage.

Y qué decir de nuestros retoños. Los horarios, el carrito, el peluche, la muda, los potitos, su chupete preferido…¿cuánto falta? ¿queda mucho?  Y, pese a todo, te los llevas, porque es mucho lo que nos impulsa a compartir y en familia se disfruta mucho más. ¿Quién no se acuerda de sus veranos en la playa o en el pueblo? Lo primero que se aprende es lo último que se olvida, así que asegúrate de no dejar escapar ninguna oportunidad y vete con ellos hasta el infinito y más allá.

Y cuando vuelvas, sentirás la plenitud del hogar, dulce hogar. Take me home, country road. Porque extrañar y querer volver a casa también es parte del viaje. 

Por último, no puedo contenerme con una recomendación. Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Eso no lo puedo garantizar, pero sí que van a disfrutar de lo lindo si viajan a las Islas Canarias, un paraíso terrenal.

*Elena González Vázquez de Parga es directora de proyectos de comunicación y marketing de Promotur Turismo de Canarias