Siempre he sido de letras, bastante bueno en todos los quesitos del Trivial, salvo en el verde, color en el que promedio alrededor de un 50% de aciertos. Nunca se me han dado mal las matemáticas, pero no disfrutarlas me hacía sufrir un poco más de lo debido. El paso de los años me ha hecho darme cuenta de que lo que no me hacía conectar con ellas era que son una realidad bastante objetiva, cuando lo que a mí me gusta es la subjetividad a mansalva. Me aburre muchísimo que las cosas estén bien o mal, que no haya matices, que no se pueda convencer desde la forma, que el contenido sea tan poco dúctil. No es que las odiase, es que, sencillamente, me aburrían soberanamente.
Sin embargo, existe una emoción vinculada a las matemáticas que es incomparable: la alegría cuando compruebas que un ejercicio ha salido bien. Hay una sensación de alivio y de relajación que ni un ‘perfect’, revisas y vuelves a mirar el ejercicio y sabes que está bien, que no tiene fallo. No hace falta que alguien lo analice, sabes perfectamente que ahí será un 10/10. De hecho, esa es otra de las particularidades que tienen las matemáticas, que no tienen punto intermedio. O bien, o mal. Ahora que lo pienso, siempre me hizo gracia que hubiera profesores que te diesen algunos puntos en el ejercicio por haber sabido dar pequeños pasos. Personalmente, yo no me fiaría demasiado de alguien que hace los cálculos “bastante bien”. De ahí a la catástrofe hay un paso.
Muchos de los que leen esta columna tampoco se dedican a las matemáticas, pero estoy seguro de que, como me pasa a mí, en vuestro día a día tenéis lo que hoy vengo a llamar “Momentos matemáticas”. Cuando estás con el presupuesto y cuadran todas las facturas, cuando estás calculando cualquier cosa y te das cuenta de un fallo que hacía que nada encajase… La sensación es la misma que tenías en el colegio cuando sabías que el ejercicio había salido bien; la frustración cuando no sale también es la misma. Hay veces que me he pasado dos días completos intentando hacer que en un presupuesto cuadrase hasta el último céntimo, volviéndome loco porque no encontraba la razón por la que las cifras bailaban. La fiesta cuando todo se alineaba la firmaría Neymar para el cumple de su hermana.
Tengo ya una edad suficiente como para saber que moriré siendo una persona de letras. Son lo que me apasiona y lo que se me da razonablemente bien. Pero también sé que muchas veces echo de menos esos “momentos matemáticas” en lo que hago. El hecho de que muchas disciplinas dependan de opiniones (yo lo llamo criterio) hace que haya que esperar para saber si algo está bien o mal; incluso, aún sabiéndolo, sigue habiendo debate. Pero bueno, basta de lamentaciones, que peor lo tienen en realidad los de números. Por mucho que sepan cuándo las cosas están bien, no se gana la partida de Trivial sólo con quesitos verdes.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.