El miércoles 13 de marzo, a las 19:00, se presenta en la Sala Pérez Galdós del Ateneo de Madrid el libro El periódico es un cruel amante (Experimenta Libros, 2023). Se trata de una especie de memorias (y ajuste de cuentas) escrito por Rodrigo Sánchez, quizá el más prestigioso diseñador gráfico español de los últimos cincuenta años. Su trabajo se pudo disfrutar durante treinta años como director de Arte en Unidad Editorial, la empresa editora del periódico El Mundo y revistas como Fuera de Serie o Metrópoli, cabeceras para las que consiguió los más importantes premios internacionales de diseño periodístico, incluido el Lifetime Achievement Award [premio a los logros de toda una vida] que concede la Society for News Design, la principal asociación profesional de diseño de prensa, que también señaló sus portadas para Metrópoli como uno de los 25 hitos más influyentes de la historia del diseño periodístico reciente [25 Most Influential Moments in News Design]. Pero los ajustes de personal, que no respetan ni premios ni canas, provocaron un final laboral inesperado y abrupto que se produjo hace dos años.
Lejos aún de la jubilación, Sánchez se tomó un año no exactamente sabático para elaborar un libro autobiográfico que sigue su trayectoria profesional y nos sitúa en el centro de la sala de máquinas de un periódico, detallando los avatares y el devenir de unas profesiones, la de periodista y la de diseñador gráfico, en pleno proceso de metamorfosis hacia no sé sabe todavía qué…
PREGUNTA (P). El título se entiende perfectamente… Lo sorprendente es que El Mundo le despidiera, con todo lo que Unidad Editorial ha presumido de los premios internacionales de diseño que se le concedieron a la editorial, durante muchos años, por los diseños que hizo, entre otros medios para Metrópoli, el suplemento de ocio de los viernes…
RESPUESTA (R). Da igual todo. Tienes que estar defendiendo a cada momento lo que has hecho, lo que eres y lo que eres capaz de hacer. En el momento en el que entra alguien nuevo con poder se considera que tienes que volver a partir de cero: se hace tabula rasa y lo que has hecho no vale, porque tienes que empezar a hacer lo que al nuevo se le ocurre que hay que hacer. Eres bueno o no dependiendo de si haces o no lo que el otro quiere… Así es la vida.
P. ¿Cómo surge la idea de hacer el libro? Porque siendo usted diseñador gráfico uno podía imaginar que iba a ser un libro de teoría o de ejemplos de diseño y no una especie de memorias de la profesión…
R. La editorial, Experimenta Libros, se enteró por Emilio Gil, el autor de Pioneros del diseño gráfico en España, que es un best-seller del sector (y que es quien ha escrito el prólogo), de lo que había pasado conmigo y quién era yo. Él les dijo que sería interesante que alguien contara lo que significa ser director de arte y un par de meses después de esa conversación me llamó el editor, Marcelo Guío, para preguntarme si me interesaría escribirlo. Y, obviamente, le dije que sí… aunque jamás había escrito un libro: yo soy diseñador, aunque, en realidad, soy periodista, pero no me había puesto nunca a escribir. Empecé, fueron saliendo unos cuantos capítulos, se los pasé al editor para que me diera su opinión y me dijo que siguiera adelante. Y un año después el libro estuvo terminado.
P. Efectivamente, es periodista de formación, pero ¿cómo se convierte un periodista en diseñador gráfico?
R. Por pura casualidad. Diseño gráfico es una asignatura de la carrera que no sabía ni que existía, pero tuve un profesor, Juan Espejo, que era también, en aquel momento, uno de los dos directores de arte del ABC, el encargado de las páginas un poco “especiales” del periódico. Como trabajo de fin de curso realicé el diseño de una revista y descubrí que me gustaba bastante. Por otra parte, como creía que en una redacción iba a tener bastante competencia, porque mis compañeros de clase lo hacían bastante bien y, en cambio, en el diseño no había prácticamente competencia, me centré en ello. También es cierto que yo siempre había intentado hacer mis pinitos en Bellas Artes, pero no era lo suficientemente bueno para entrar en la carrera y tenía esa espinita artística ahí clavada. Con el diseño gráfico pensaba que podía compaginar ambos mundos, el del periodismo y el del arte. Y la casualidad hizo que en esos momentos se produjera una baja por maternidad en el ABC. Mi profesor me preguntó si me interesaba y así empecé a trabajar, mientras terminaba la carrera, y ya no paré. Fui enlazando unas revistas con unos periódicos y hasta ahora. Todo ha sucedido por casualidad, sin que fuera vocacional. No era vocacional ni el periodismo ni el diseño, porque yo había empezado Ciencias de la Información en la rama de Publicidad. Me cambié a Periodismo en segundo: son las típicas cosas que pasan, que las coges y, al final, resulta que salen bien.
P. ¿Quiere eso decir que no tenía siquiera referentes? ¿Ni siquiera los libros de la editorial Gustavo Gili?
R. Mi referente fundamental era un libro que había en la biblioteca de la universidad, Diseño y remodelación de periódicos, de Mario R. García, uno de los pioneros del diseño periodístico, un cubano emigrado a Miami. Yo estaba totalmente enganchado a ese libro, hasta el punto –y lo cuento en uno de los capítulos de mi libro– de que ¡lo robé! Lo saqué por la puerta de atrás y he mantenido ese libro toda mi vida conmigo. Ese fue, realmente, el libro que me ha motivado durante todo este tiempo. Y gracias a ese libro es como he desarrollado, al final, mi carrera.
P. Después de lo de El Mundo y de publicar el libro, ¿qué está haciendo actualmente?
R. Estoy haciendo todo lo demás: es decir todo lo que no es hacer un periódico. Estar dentro de un periódico durante tantos años te da una soltura y un bagaje cultural y profesional (de practicidad, rapidez y agilidad) que te permite afrontar casi cualquier proyecto tipográfico o de dirección de arte, con una capacidad mucho mayor que la que tienen muchos estudios de diseño.
Estoy haciendo todos esos otros trabajos que antes no hacía: catálogos de arte, portadas de libros, diseños para empresas (desde logotipos hasta desarrollos web), porque después de trabajar en un periódico, con la exigencia de tiempo y calidad que ahí se pide, eres capaz de hacer cualquier cosa bastante mejor que muchos de los estudios habituales. Porque ellos, sencillamente, tienen que hacer un producto una vez a la semana o al mes o cada dos o tres meses. Nosotros lo hacíamos prácticamente cada día y ni siquiera éramos conscientes de nuestra capacidad, porque pensábamos que eso era lo normal y que todo el mundo lo hacía así.
P. Su reconocimiento es internacional, porque así lo eran los premios que recibía por sus trabajos para Unidad Editorial. ¿Qué diferencias hay entre el diseño gráfico español y el internacional?
R. Nuestra “meca” es Estados Unidos. Ahí está toda la escuela de los grandes periódicos norteamericanos, independientemente del New York Times, que es la estrella, no solo por lo que es sino por lo que representa. Las cosas son importantes en función de qué crees que significan más que por lo que significan de verdad.
En Estados Unidos ha habido toda una escuela de diseño de prensa en la costa oeste, en Orange County, con periódicos como USA Today o revistas como Rolling Stone que, para mí, era la quintaesencia del diseño universal: muy amanerado, pero muy eficaz y rompiendo muchos moldes.
P. ¿Y eso se ha acabado? ¿Tienen todos los diseñadores la capacidad de reconvertirse hacia el diseño web?
R. No sé si todos, pero muchos sí. Otra cosa es que ese sea el destino necesario, porque el diseño web no tiene nada que ver con el diseño de prensa tradicional. Si tu formación es buena y tu capacidad de adaptación es buena, eres capaz de diseñar casi cualquier cosa. A mí, desde el punto de vista estético, el diseño web no me gusta nada: me parece que es más una cuestión de programación que de diseño. Yo sí sé diseñarlo, pero no programarlo. Yo tengo que trabajar mano a mano con programadores, porque ni ellos son diseñadores ni yo soy ingeniero o técnico programador.