Esta historia es tan salvaje, frondosa e inabarcable como el bosque-jardín de 10 hectáreas que la protagoniza. Es la historia de Fonte Baxa, un lugar mágico e irrepetible creado por José Rivera, 88 años, marqués de San Nicolás de Nora, y su esposa, Rosa María Pardo, de 77, en Luarca (Asturias). «José siempre había querido tener una casa frente al mar; yo veraneaba allí con mis padres y mi hermana tiene una casa palacio muy bonita en esa zona así que decidimos comprar», recuerda hoy Rosa María. Tras hacerse con una parcela, José empezó a adquirir minifundios a los agricultores de alrededor hasta reunir el terreno donde levantaría su edén. Y así nació un jardín con más especies que el botánico de Gijón. En Fonte Baxa hay palmeras, magnolios, rododendros, azaleas, tamarindos, un paseo de abedules y hasta 300 variedades de camelias. También hay tres lagos artificiales, un mirador con forma de pirámide y varias estatuas y fuentes traídas de Italia y Portugal.
Su belleza y su historia está recogida en el libro Retrato de un jardín (que se puede adquirir en la web) una pequeña joya con fotografías de Elena Olay, diseño de Paloma Lorenzo –quien fuera directora de arte de Vanity Fair, Harper’s Bazaar y ICON–, y textos de Beltrán Pedregal, hijo de Rosa María y gran conocedor del proyecto de Fonte-Baxa. «Tiene rincones muy bonitos», asegura modesta y satisfecha Rosa María, que prefiere no revelar cuánto dinero han invertido en semejante hazaña y se refugia en una frase que utiliza a menudo su marido: «He tenido el valor de comprarlo pero no tengo el valor de decir cuánto ha costado».
Cuando arrancó el proyecto, allá por los años 90 del siglo pasado, el dinero no era un problema para esta pareja. Rosa y José se conocieron en 1983. Entonces él había fundado Panrico junto a los hermanos catalanes Costafreda (Panrico es la unión de la palabra ‘pan’ junto a las dos primeras sílabas de cada apellido) creadora, entre otras delicias, de los Donuts, los Donettes y el Bollycao. No era su único negocio. Con sus dos hermanos, también adquirió el 50% Embassy –en su día el salón de té más célebre de Madrid–, cuando su fundadora, Margarita Taylor, se jubiló.
Rosa María, por su parte, tampoco era una abnegada ama de casa. Tras separarse de un marido que no terminaba de hacerle la vida fácil, comenzó a trabajar para dar de comer a sus cuatro hijos y casi sin darse cuenta se convirtió en una importante ejecutiva de ARGE, la empresa de publicidad que había montado su padre, Emilio Pardo Sopelarte, uno de los primeros grandes publicistas de España, además de gran cazador y gran amante de la naturaleza.
La compañía tenía cerca de 60 empleados y estaba detrás de algunas de las principales campañas de publicidad de la época para marcas como Celso García, los ministerios de Hacienda y Agricultura, Club Mediterranée –la empresa francesa especializada en vacaciones premium– y como no, Panrico. «Conocí a José cuando unos amigos me invitaron a una finca que lindaba con la suya. Tenía interés en conocerlo para que mi empresa le llevara la publicidad». La química que surgió entre ellos fue –ya se imaginan–, salvaje, frondosa e inabarcable.
Y así nació la unión entre el marqués –un hombre creativo, coleccionista compulsivo, amante de los relojes, los muebles, los objetos y por supuesto, los árboles, las flores y las plantas–, y Rosa María, una mujer adelantada a su tiempo, que triunfó en un mundo de hombres y consiguió para su empresa algunos de los contratos más importantes de su época. Quién sabe dónde hubiera llegado de haber nacido medio siglo más tarde.
El curso de la vida alejó al marqués tanto de Embassy como de Panrico, y cuando falleció su padre, Rosa María también se desvinculó de ARGE que terminó absorbida por una empresa extranjera. Hace cuatro años, sin tanta energía como la que requiere el mantenimiento de Fonte Baxa, la pareja decidió ceder parte del bosque-jardín al Ayuntamiento de Luarca, que desde entonces mantiene su esplendor y organiza visitas guiadas por estas diez hectáreas salvajes, frondosas e inabarcables.