Explica Agustín Gómez, consejero delegado y confundador de la popular aplicación de compra-venta de objetos de segunda mano, que sus inicios no fueron nada espectaculares. No tuvieron una revelación ni nada parecido. Wallapop fue fruto de la necesidad. “Llevaba quince años trabajando en consultoría con mi traje y mi corbata, pero estaba cansado. Tenía ganas de montar algo. Hacia tiempo que venía dándole vueltas junto con mi socio, David Muñoz, responsable de toda la ingeniería informática de la ‘app’. Nos apetecía crear algo que fuera puro móvil, que no coexistiera con la web. También queríamos algo que conectara a la gente. Lo que nosotros llamamos internet caliente. Puedes comprar cosas en los grandes portales que todos conocemos, pero es una experiencia muy fría. En nuestra aplicación el proceso debía ser mucho más cercano y cálido”. Gómez y Muñoz llegaron a la segunda mano por pura racionalidad. El ‘private rentals’ ya estaba ocupado, el ‘car sharing también… La gran mayoría de posibilidades del ‘peer to peer’ ya estaban explotadas. “Fue entonces cuando se nos ocurrió que la geolocalización llevada al mercadillo de barrio podía tener mucho sentido. Nosotros somos de L’Hospitalet de Llobregat y de Santa Coloma de Gramanet. Hemos mamado la vida y cultura de mercadillo desde siempre”. Nacía Wallapop.
“Cuando empezamos creíamos que íbamos a ser unos ‘losers’, que coexistiríamos con el clasificados que ya existía en España, el Segundamano, y poco más”, confiesa Agustín Gómez. “Fue con el tiempo que descubrimos que los clasificados son la industria más rentable de internet. La suerte fue un factor clave”. Lanzaron su creación y fue un pelotazo. Dicen que no sabían de ‘startups’ ni entendían de métricas, pero ya desde el principio vieron que no paraban de ir hacia arriba. El día que salió la aplicación para iOS, Wallapop se situó número uno en España. Mes y medio más tarde apareció la versión para Android y fue algo salvaje. Desde entonces no han parado. “Siempre hemos jugado muy fuerte. Teníamos muy poco dinero, tan solo para sobrevivir seis meses. Lo jugamos todo al rojo. O doblábamos o moríamos. Hicimos un ‘all in’, invirtiendo todo en la estrategia de marketing. Salió rojo”.
Valientes, luego se atrevieron con Francia e Inglaterra, los dos países a la vez. Solo habían pasado cuatro meses desde que habían salido en España. Aparentemente una inconsciencia, una auténtica locura. “Recuerdo aquella etapa como un sinparar, trabajando las 24 horas del día. Pero acertamos, porque llamamos la atención internacionalmente y eso propició que entrara en acción Accel Partners, el fondo de Facebook, que puso el sello y la marca de garantía. Y más crecidos todavía, nos planteamos desembarcar en EE UU”. Evidentemente, cruzaron el charco. “Hicimos una ‘tourné’ por Silicon Valley, visitando a todos los grandes fondos. Me costó una hernia, pero colocamos Wallapop en el número uno de las ‘stores’ de EE UU. No fue fácil, porque ahí ya había un ‘player’ muy bien posicionado, Craigslist, pero los superamos”.
El factor tele
El éxito del Wallapop lo han determinado diferentes factores. El primero es que la operación de compra-venta se materializa a través de una experiencia muy cercana entre dos personas. A ello hay que añadir que puedes comprobar personalmente la calidad del objeto, algo básico tratándose de productos de segunda mano. Por último, las transacciones se llevan a cabo en muy poco tiempo. Hay productos, especialmente los relacionados con la electrónica, que se pueden vender en menos de 24 horas. “Esto, en un clasificados online: entre que subes el anuncio, te contactan por la web, llegas a casa, respondes… es impensable. En Wallapopp este proceso es inmediato. Por ello hay gente que nunca había utilizado la segunda mano y que le ha dado una oportunidad a esta ‘app’, vendiendo cosas que pensaban que nunca se sacarían de encima”.
Otra de las claves de su éxito fueron las campañas publicitarias en televisión. “El factor tele fue decisivo”, admite el ejecutivo. “Nosotros siempre hemos sido muy instintivos y, hasta ahora, nos ha ido bien. No teníamos ni idea de marketing y nuestro planteamiento fue el siguiente: ‘¿Qué es lo que todo el mundo tiene en el móvil? ¿Facebook? ¿Qué es lo que ve todo el mundo en casa? ¿Televisión?’. A partir de un razonamiento tan simple invertimos en Facebook y televisión”. Llegaron a un acuerdo con Atresmedia. “Como no teníamos un duro, les dimos parte de la empresa a cambio de espacios publicitarios que no tenían ocupados”. Los anuncios multiplicaron por diez su impulso.
Futbolistas paquetes y políticos malos
Empresa valorada en 1.000 millones de dólares (algo a lo que su creador le resta toda relevancia), solo en España Wallapop tiene más de 40 millones de usuarios, 8 de ellos activos y cada día se ponen a la venta más de 300.000 productos. De estos, se venden el 37% de los objetos, aunque en apartados como la electrónica la cifra sube casi al 70%. A través de la ‘app’, se mueven 10 billones de euros al año en transacciones, cifras que representan alrededor del 30% del e-commerce en España.
En Wallapop se han llegado a vender dos helicópteros por valor de medio millón de euros. Un comprador ruso buscaba unos de unas características concretas y los encontró en España gracias a la aplicación. “En Wallapop se venden cosas bastante caras. Uno tiene la sensación de que es un mercadillo ‘online’ pero el precio medio de las ventas es de 250 euros”. Destaca Agustín que en su ‘app’ se puede vender de todo, menos animales, armas y productos ofensivos ética y moralmente. Podrían, pero afirma tajante que no va con su filosofía de empresa. “Eso sí, estamos abiertos al 100% a que la gente sea cachonda y ponga a la venta un futbolista paquete o un político malo”.