El informe ‘Soberanía tecnológica: El papel estratégico de la Propiedad Industrial e Intelectual’, elaborado por Pons IP y la Fundación Cotec, pone de relevancia el papel de la propiedad industrial como factor catalizador de la soberanía tecnológica y ofrece 13 propuestas para su fortalecimiento. Nuria Marcos, directora general de Pons IP, y Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec, nos desgranan este estudio.
¿Por qué es tan importante la soberanía tecnológica para los Estados?
(J): Entre otras cosas porque estamos en un mundo en el que quienes son supuestamente tus amigos, quizá tampoco lo son tanto. Lo estamos viendo incluso en el seno de la propia Unión Europea con las tensiones que hay en la agricultura. Y no os digo ya fuera de la Unión Europea la cantidad de intereses que existen. La cuestión es porqué hemos tardado tanto tiempo en darnos cuenta de su relevancia. Parece bastante obvio que todo país debería tener una reflexión sobre su capacidad para generar tecnología o si va a arriesgarse exclusivamente a ser usuario de la tecnología porque lo que no puedes es ponerte de espaldas al desarrollo tecnológico. El caso del aislamiento desde el siglo XVII al siglo XIX de Japón se usa como un ejemplo de lo que ocurre cuando un país se aísla del desarrollo tecnológico, el atraso fue catastrófico para su economía. Esto supuso, a parte de una depresión colectiva de los japoneses de la que tardaron recuperarse mucho tiempo, un desastre para su economía.
(N): Quizá en Europa esta reflexión haya sido tardía frente a EEUU o China. La guerra de Ucrania y la COVID-19 han puesto sobre la mesa los problemas de abastecimiento. Todavía las prioridades son estatales y en Europa pasa todavía eso. Además, cada país tiene su propio entorno e intereses que a veces no coinciden con los del global. El problema viene de dar el salto del planteamiento estatal al de la UE, algo que la UE ha ido retrasando.
(J): Hay muchos casos de cosas que nacen en Europa, pero que la región no es capaz de capturar como la tecnología de los transgénicos. Hay otras tecnologías en las que Europa ya no es el líder como la Inteligencia Artificial generativa. China siempre fue la potencia tecnológica dominante a nivel mundial y ahora vuelve a serlo.
¿Cómo valoran la Estrategia de Seguridad Económica de la UE?
(J): Todos los esfuerzos que se puedan hacer en esa dirección nos parecerán necesarios. Es verdad que Europa es un mosaico muy complejo y aunque la mayoría de los ciudadanos que vimos en Europa nos sentimos europeos, hay muchos millones de personas que se sienten antes de su país que europeos. Y eso a la hora de hacer política es difícil. Pero si se descentralizan las cosas, podríamos imaginar una Europa donde España fuera el hub de turismo y que toda la tecnología la desarrollara Alemania, por ejemplo. Es un poco lo que pasa en EEUU, donde no todos los estados son tecnológicamente avanzados.
(N): El caso de China es exactamente igual que el de EEUU. China organizó sus planes quinquenales para organizar su innovación y ser líderes en tecnología dividiendo la actividad, la investigación y el desarrollo en tecnología por cantones. El planteamiento que hace la UE sobre seguridad económica es un primer paso hacia conseguir esto. Habrá que ver en qué terrenos cada país puede aportar más. También hay que tener en cuenta que tenemos capacidades complementarias. Y aquí creo que España puede tener mucha capacidad de ser ese pegamento dentro de los países de la Unión, porque ya tiene experiencia previa de tratar de ponernos de acuerdo.
(J): Tendríamos que ser capaces también de demostrarlo a escala nacional porque por ejemplo, para una tecnología tan compleja y disruptiva como la computación cuántica ahora mismo en España hay como mínimo tres iniciativas distintas que aspiran a tener un posicionamiento internacional fuerte, y entre ellas no están necesariamente coordinadas. Imagínate si lo multiplicas por 27.
¿En qué sectores puede repuntar Europa? ¿Y España?
(N): Desde la microelectrónica, la energía, la computación, la IA, el 5G hasta el sector biosanitario. A nivel nacional, también estamos definiendo aquellas tecnologías y campos que son relevantes como la movilidad. En el tema de energía, por ejemplo, podemos ser bastante sostenibles y tenemos biotecnología. Lo importante también es saber en qué sectores podemos tener cierta autonomía y no depender tanto de terceros.
(J): Definir prioridades en materia de industria y de tecnología siempre es complicado. Al menos tienes que tener en cuenta tres vías. Primero, tener una masa crítica de investigadores buenos. Segundo, tener en cuenta la demanda. Por ejemplo, parece razonable que si España tiene un problema de desertización o si no tiene petróleo, debería estar investigando en tecnologías para mitigar la desertización o en tecnologías sustitutivas de los combustibles fósiles. Y luego, también hay que tener en cuenta las capacidades instaladas en el ámbito de la pura industria. España por ejemplo, es una potencia históricamente relevante en el ámbito de los componentes de automoción y ahora tiene el reto de cambiar de los coches de combustión a los coches eléctricos que es un cambio. Además de todo esto, hay que dejar siempre un margen para algo que no está previsto para dejar espacio a las disrupciones que puedan llegar.
¿En qué aspectos debemos mejorar?
(N): En España sólo el 1,44 % del PIB está destinado a I+D+I en comparación con otros socios europeos que ya están con el tres y pico, que es donde deberíamos apuntar. También hay que tener en cuenta que el ecosistema español está súper dividido porque tenemos ecosistemas multiplicados a nivel local, autonómico y estatal. Hay que interrelacionar todas esas capacidades. Otro tema relevante es ayudar a las pymes a ser capaces de crecer.
(J): Tú puedes innovar siempre, pero para generar conocimiento científico de calidad, tienes unos tiempos y unos costes que no están al alcance de la mayoría de las pequeñas empresas. También nos perjudica que nuestras grandes empresas están en sectores donde la ciencia no ha sido el factor diferencial como el turismo, la banca o las infraestructuras frente a la microelectrónica o en la industria farmacéutica. Esto explica la baja apuesta del sector privado español por la I+D históricamente y en el sector público, ese compromiso ha ido dando bandazos. Cuando llegan las crisis, no se prioriza la ciencia.
¿Cuál es la situación actual en la que nos encontramos en inversión en I+D+i?
(J): Venimos de una década perdida en términos de inversión pública en I+D. Las políticas de austeridad se ensañaron con el sistema de ciencia y eso ha tenido consecuencias. Nos hemos convertido en un socio menos fiable con lo que implica: atracción de menos talento, proyectos de infraestructuras, etc. Además, ha envejecido muchísimo la plantilla de nuestros investigadores porque no se reponían las jubilaciones, y los propios sistemas de gestión de la ciencia se han quedado obsoletos. Con la pandemia hay un toque de atención y se ve que sin ciencia no hay futuro ni solución a los problemas en el corto plazo. El Estado vuelve a apostar por la ciencia, aunque de una manera tímida y luego llegan los fondos Next Generation con un exceso de fondos y nuevos retos como el saber ejecutarlos adecuadamente.
(N): Tenemos una oportunidad y hay que pensar en darle continuidad con políticas de innovación. Hay que aprovechar esos fondos también para potenciar la propiedad intelectual como un elemento catalizador del sistema. Si todos los actores del ecosistema, desde universidades, centros tecnológicos, startups y grandes compañías, acaban protegiendo el resultado de todas esos desarrollos nuevos seremos capaces de posicionarnos mucho mejor con el resto de socios europeos.
¿Qué medidas concretas podríamos tener como país para poner el foco en impulsar esta actividad innovadora?
(N): Medidas hay muchas, pero al final todas parten de lo mismo. Si buscamos que como país progresemos tecnológicamente, tenemos que tener dentro de la estrategia de nuestra entidad o empresa la propiedad intelectual como un elemento catalizador.
(J): La protección del conocimiento es clave independientemente del modelo económico del país. Si no se protege, se lo estás regalando al enemigo. La alternativa a un mundo de patentes o de derechos de la propiedad industrial, es un mundo de secretos. La manera de que el conocimiento fluya y se comparta es precisamente que esté protegido.
(N): Este modelo de Creative Commons es la forma de liberar licencias, reconociendo que la tecnología sea propiedad del país, pero a su vez es moneda de cambio con terceros para poder negociar intercambios.
(J): La vacuna de la COVID-19 es un buen ejemplo de esto. Empresas como Rovi pudieron formar parte de los proyectos de la vacuna como fabricantes, pero la tecnología no estaba en manos de ninguna empresa española, aunque en el tiempo de descuento, España tuvo una patente propia con tecnología del CSIC.
Dentro de las 13 propuestas del Informe, destaca el desarrollo de un modelo de propiedad conjunta de patentes entre el sector público y privado. ¿Creéis necesario incluir en un posible Pacto de Estado sobre innovación estas propuestas?
(N): Cualquier iniciativa que haga ver a la propiedad industrial un canal para permitirnos ser más competitivos, más productivos y más tecnológicos es perfecta. Un pacto así ayudaría a dar continuidad a la I+D. Tendríamos mayor alcance y mayor capacidad de negociación como país.
¿Están muy lejos el sector público y el privado en materia de transferencia tecnológica?
(J): Depende de los sectores. Hay algunos en los que siguen muy alejados, pero otros como la biotecnología están más cerca.
(N): No se nos puede olvidar apostar por este sector de la biotecnología, donde hemos tenido varios éxitos. Somos buenos en investigación. Tenemos que apuntar a sectorizar y apostar por políticas de innovación que se mantengan independientemente del momento político que sea.
En la propiedad intelectual, ¿la IA es una amenaza o puede sumar?
(J): El debate está en cómo hacer compatibles esas herramientas con la protección de los derechos de propiedad industrial e intelectual, y no hay una respuesta clara aún. Es obvio que esta tecnología es una gran promesa, pero también es obvio que en este momento los casos de uso a gran escala en la empresa española son pocos. En parte tiene que ver con algunas incertidumbres no resueltas en el ámbito de la propiedad industrial intelectual.
(N): Es una tecnología tan disruptiva que va a haber siempre incertidumbres. La legislación actual no contempla que la IA generativa pudiese llegar a donde está llegando. Además como modelos de negocio, la IA va a hacer que trabajemos de otra manera totalmente distinta. La propiedad industrial e intelectual necesita acompañar ese cambio. A mi me parece apasionante, aunque es cierto que hay riesgos sobre sobre cómo compartir la información por ejemplo. En Europa somos buenos analizando los riesgos y por eso quizá ya tenemos una norma que regula la IA.
¿Qué conclusiones serían las más relevantes de este informe de soberanía tecnológica?
(N): Que si tanto Europa como España estamos orientados a definir que tenemos que minimizar esa dependencia de la tecnología respecto a la tecnología de terceros, si tenemos que seguir desarrollando tecnología propia, el único instrumento que nos permite retener esa gestionar esa tecnología a través de las licencias y permitir que llegue a la sociedad es la propiedad industrial intelectual.