El racismo se cura viajando. Miguel de Unamuno tuvo la valentía de sostener esta cita rescatada del siglo XIX. El imaginario colectivo la ha dado por válida hasta que ha perdido algo de sentido con el llamado síndrome del salvador blanco (y el paternalismo que lo acompaña).
Belén de Vicente Sevilla, (Madrid, 42 años) Responsable de Marca de UNICEF España, y madre de dos hijos, no discrepa tanto de la célebre frase del escritor bilbaíno. Su trayectoria profesional la ha llevado a viajar a San Salvador, por el terremoto de 2001, dónde reflexionó sobre la diferencia entre un niño que acude a un tanatorio, más común en países del norte, y otro que vive un velatorio en casa, más usual en zonas del sur. “En España los niños ni saben dar el pésame” pensó.
Cuando viajó por primera vez a un campo de refugiados reforzó la idea de que la vida y la muerte conviven mucho más cerca de lo que Occidente piensa. Tras visitar Sudáfrica en 2016, conoció a Methew (12 años) que compartió zapatilla izquierda con su amigo Samuleku mientras él se quedaba con la derecha para así poder echar partidos de fútbol. “En España enseñar a compartir es una tarea complicada para muchas madres”, volvió a pensar.
Si ponemos el foco en el número de niños asesinados en Gaza desde que estalló la guerra el 7 de octubre de 2023, podríamos decir que equivale, aproximadamente, a la población de Pontevedra, Galicia. Y en este punto es cuando la que fue jefa de prensa de UNICEF España me pregunta, ¿y no es lo mismo un niño gazaití que uno español? Para el mundo parece ser que no.
¿Cómo llegaste a desempeñar el papel, primero de Jefa de Prensa y después de Responsable de Marca en UNICEF España?
Tras cerca de ocho años en RNE, surgió una oportunidad como responsable de comunicación en otra organización de infancia. Dar el salto a UNICEF desde ahí se cumplió 11 meses más tarde, cuando en diciembre de 2014 y tras un largo proceso de selección, llegué a UNICEF España como jefa de prensa.
Hace unos meses y tras cerca de nueve años dirigiendo el equipo de gestión de medios, surgió la posibilidad y me apeteció saltar de nuevo para embarcarme en un área conocida para mí, pero con una profundidad nueva y un recorrido apasionante: la marca UNICEF. Y aquí estamos, con las mismas ganas y la misma ilusión que el primer día, y con la suerte de poder seguir caminando dentro del equipo de Comunicación y Marca de UNICEF España, poniendo mi granito de arena para que los niños, niñas y adolescentes vean sus derechos cumplidos.
¿Cómo pueden cerciorarse los donantes de que los fondos llegan realmente donde tienen que llegar? ¿Crees que hay abusos o debemos confiar en la transparencia de las ONGS?
He podido conocer la acción de UNICEF en muchos de los países en los que tiene presencia, no te quedan dudas de que la ayuda llega. La transparencia es clave para UNICEF España y, cualquiera que lo desee, puede acceder a nuestras cuentas, que son públicas y están auditadas.
Las organizaciones las formamos personas y es evidente que en ocasiones puede haber quien abuse en determinadas situaciones, pero cada vez hay un mayor control y en el caso de nuestra organización, por ejemplo, tenemos fuertes protocolos de prevención y respuesta que alertan, impiden y penalizan este tipo de conductas.
¿Cuáles han sido los momentos más emocionantes en tu carrera hasta ahora? ¿Alguno que recuerdes por su especial cariño?
Recuerdo, por ejemplo, cuando en agosto de 2022 contamos que comenzábamos a suministrar la primera vacuna contra la malaria, una enfermedad que en países del sur era una de las principales causas de muerte de niños menores de cinco años. También recuerdo con mucho cariño la historia de Tasmin, una niña que conocí en 2018 en Kutupalong, uno de los asentamientos de refugiados rohingya en Bangladés. Con apenas siete años fue testigo de una crueldad y una dureza terrible al presenciar el asesinato a sangre fría de sus padres en Myanmar. Huyó con un familiar a pie y llegó a Bangladés. Me contó su historia en uno de los Espacios Amigos de la Infancia de UNICEF. Estos lugares están destinados a que los niños y niñas puedan sobrellevar un poco más los traumas que les han hecho llegar hasta allí, en los que, gracias al apoyo psicosocial y juego, pueden ir recuperando la infancia. Uno de mis compañeros de allí me comentó que, a su llegada, meses atrás, nunca sonreía. Sin embargo, mi atención la llamó cuando la vi por primera vez dando unos grandísimos saltos a la comba y con una enorme sonrisa.
Pero no siempre los recuerdos son positivos… Siria, Sudán del Sur, Afganistán, Yemen, Congo, hay demasiadas miradas con dolor, angustia y ausencia cuando los conflictos, la pobreza o la inseguridad acechan. Desgraciadamente hay lugares terribles para ser niño en el mundo. Ahora, estos días, el corazón y la cabeza no salen de Gaza… vemos imágenes que nos destrozan y nuestros compañeros, que siguen allí, nos trasladan una dureza intolerable.
¿Cuáles son los pasos a seguir desde UNICEF teniendo en cuenta que hay más de 400 niños muertos o heridos a diario en Gaza?
Nuestros compañeros y compañeras están viviendo una carrera contrarreloj para seguir respondiendo a las necesidades críticas de los niños y niñas en toda la franja de Gaza, pero el acceso es cada vez más difícil y peligroso. Estamos hablando de la escalada más mortífera de hostilidades en la Franja de Gaza e Israel que la ONU ha presenciado desde 2006. Más de 8.000 niños y niñas han sido asesinados. Miles más están heridos y no pueden acceder de forma segura a hospitales.
No nos cansamos de pedir la liberación inmediata, segura e incondicional de todos los niños y niñas que siguen secuestrados. Es inaceptable la realidad que está viviendo la infancia en la región, como también lo es que no exista respeto y protección a los refugios, hospitales o escuelas, que están sufriendo ataques con asiduidad. Todas las partes en conflicto deben respetar el derecho internacional humanitario. Y esto incluye también una petición que no cesamos de repetir: que mantengan abiertos los corredores humanitarios y que trabajadores humanitarios y suministros puedan circular con seguridad para garantizar agua, alimentos, suministros médicos y combustible a las poblaciones afectadas, estén donde estén. Gaza se ha convertido en un infierno para la infancia y esta situación debe parar.
¿Están estas cifras empañando la situación actual de los menores en Ucrania, que se enfrentan a otro invierno sin calefacción cuando las temperaturas suelen bajar hasta los -20ºC?
Así es la actualidad y es parte de la crudeza de los medios. Llega una situación que termina por borrar de algún modo la anterior. Pero nosotros seguimos ahí porque en Ucrania, hay 4,1 millones de niños y niñas que siguen necesitando ayuda urgente.
Y es algo que desafortunadamente no sólo ocurre en Ucrania. Uno de cada cinco niños y niñas del mundo vive ya en una zona en conflicto, un dato que se desprende de nuestro último Informe de Acción Humanitaria para la Infancia. Un SOS que lanza UNICEF anualmente en forma de llamamiento de financiación de emergencia, que en el 2024 tiene como objetivo llegar a 93,7 millones de niños y niñas en 155 países y territorios para responder a las necesidades de la infancia afectada por conflictos, pobreza y crisis climáticas.
¿Cuál es el papel de UNICEF con los menores extranjeros no acompañados que llegan a nuestras costas en pateras desde África?
Lo principal aquí es que estamos hablando de niños y niñas. Ante todo, y sobre todo son eso, niños y niñas. Que llegan en condiciones muy complejas, muchos de ellos y ellas han huido de situaciones extremadamente peligrosas en sus países de origen, como conflictos armados, explotación, pobreza o crisis climáticas que ponen sus vidas en riesgo, algunos siendo incluso víctimas de tráfico o de trata. Llegan separados de sus familias a países que no conocen, con el miedo y las necesidades propias de la infancia. Es necesario que se sientan seguros, protegidos y que retomen, en la medida de lo posible su vida de infancia.
Para contribuir a que sea así, trabajamos con gobiernos y aliados para favorecer el acceso de los niños y niñas migrantes no acompañados a derechos básicos de cualquier niño, como son entornos seguros, atención sanitaria, nutrición o educación. Una de nuestras labores más fundamentales pero muchas veces desconocida es la incidencia política, clave en este caso para fortalecer los sistemas nacionales de protección. Y crucial para garantizar medidas que establezcan vías legales y seguras para la infancia migrante y solicitante de asilo.
Por otro lado, el acogimiento familiar sería una muy buena opción porque siempre será mejor para los niños y niñas tener un ambiente de familia, que estar en un centro de protección. Sin embargo y aunque actualmente ya hay niños y niñas migrantes en acogimiento familiar, podría aumentar el interés si hubiese un mayor conocimiento de esta posibilidad y fuese un proceso más sencillo para las familias que acogen.
En cualquier caso, la clave siempre será buscar el bien superior del niño o niña, garantizando los procedimientos adecuados para la identificación de la edad cuando sea preciso, así como para lograr su protección e inclusión social, atendiendo a su especial y doble vulnerabilidad por ser niños y migrantes.
¿Tenéis algún programa para solventar la solución de los menores que viven actualmente en la Cañada Real de Madrid sin luz ni electricidad?
Nuestro trabajo en este sentido está estrechamente vinculado a la incidencia política. Estamos profundamente preocupados por la situación de los niños, niñas y familias de la Cañada Real. Seguimos recordando a las autoridades que dicha situación supone una vulneración de la Convención sobre los Derechos del Niño e insistimos en la importancia de que se restablezca el servicio eléctrico, especialmente de cara al invierno que ya ha comenzado.
¿Qué te inspiró a trabajar en UNICEF y dedicar tu carrera a la causa humanitaria?
Siempre me ha llamado la atención el mundo de la cooperación al desarrollo. Ya en el colegio hacía voluntariado. El primer o segundo verano de universidad tuve la fortuna de pasar algunas semanas con compañeros de la carrera reconstruyendo una escuela en San Pedro Nonualco (en El Salvador), epicentro del terremoto que asoló el país en 2001. Fue una experiencia que me cambió la vida y de la que me llevé grandes lecciones. A El Salvador, le seguirían después otras experiencias similares en India, Guinea Bissau, o Etiopía. Y siempre volvía queriendo más, así que mientras trabajaba en la radio, decidí estudiar cooperación para poder profesionalizar de algún modo lo que hacía durante los veranos. Luego fueron surgiendo las oportunidades laborales y aposté por ello.
¿Cómo haces para separar tu vida personal como madre de los proyectos relacionados con menores que se encuentran en situaciones tan extremas?
La maternidad es tan intensa que separarla de cualquier ámbito de mi vida me parece una quimera… Estoy aprendiendo a sobrellevarlo, pero no es fácil. Se me eriza la piel leyendo algunas historias de vida, o escuchando testimonios de madres desgarradas por la dureza de las situaciones que viven con sus hijos e hijas. No te voy a negar que en ocasiones se me han caído las lágrimas, pero no me inquieta ni me preocupa. Siempre agradezco mantener la sensibilidad, porque me ayuda a sentir el mundo de una forma más humana y a empatizar con aquellos que no han tenido la misma suerte que yo por el mero hecho de nacer unos kilómetros arriba o abajo en el mapa…
¿Cuáles consideras que han sido los mayores desafíos en tu puesto y cómo los has superado?
Quizá el mayor desafío es la exigencia a la que obliga la actualidad. Hay que estar ahí siempre y en todo momento para que te vean. Y a veces, ahoga lo rápido que va. A mí me ha ayudado poner mucha cabeza, saber que la actualidad es muy cambiante y conocer bien mi organización, los medios y a los periodistas.
¿Qué consejo darías a las mujeres que buscan carreras significativas en el ámbito humanitario o en organizaciones como UNICEF?
No soy yo mucho de aconsejar… soy más de actuar. Quizá este es el mejor consejo que puedo dar, que se dejen sentir y si ven que ese es el camino, se preparen bien y persigan su sueño. A veces, los planetas se alinean, y con esfuerzo y trabajo, se consiguen los objetivos. Otras veces no se logran, pero siempre se aprende por el camino. Y los aprendizajes te los llevas para toda la vida.