“Cada uno da lo que recibe.” Este sería el título abreviado del estudio en el que participaron 10,000 americanos, y que se basó en cómo la personas se ayudan en entre ellas y generan comunidades: familias, amigos, vecinos, círculos dentro del colegio, trabajo, religión, voluntariados, etc. Los americanos son conocidos por su generosidad. El estudio muestra que más de la mitad, el 53% ha ayudado a alguien que se encontraba en problemas financieros. Pero además, el estudio también ha revelado algunos datos que eran contrarios al pensamiento común dentro de la población americana:
- Los Millennials, tachados siempre de ser una generación egoísta, son los más involucrados de todos. Más que el resto de las generaciones. Además, por estadística, es más probable que te ayude un Millennial a que te ayude una persona perteneciente a otra generación. Al menos el 60% de los Millennials han ofrecido su ayuda a la comunidad, comparado con el 55% de la Generación Z.
- El 73% de las personas que viven en la ciudad se involucran en el bienestar de su comunidad, en contribuir. En contraposición a esto se encuentran los datos de las personas que aportan en los suburbios, un 67% y un 66% de las personas que viven en la América rural. El pensamiento general apunta a que las personas que viven en la ciudad son más egoístas por norma general, pero el estudio demuestra otra cosa.
El estudio también muestra que aquellos que tienen interacciones sociales positivas tienden también a adquirir buenos hábitos financieros. Emplean parte de su tiempo para ayudar a su comunidad, y ese compromiso crea unos hábitos inconscientes. Para los Millennials y la comunidad LGBT que participó en la encuesta, el compromiso con su comunidad está directamente relaciones con su trabajo para concienciar y crear una red. Ayuda en sus carreras y les ayuda a construir hábitos para crear una financiación futura.
Muchas personas piensan que no existe ninguna barrera que te impida contribuir con tu comunidad, pero otras personas apuntan a que no están en lo cierto. Las razones que más se repiten a la hora de excusar la falta de interacción con la comunidad son: el tiempo, el dinero, los estilos de vida, las prioridades y la localización geográfica.