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Dos maneras de asumir la «responsabilidad emocional» en una crisis

Reconocer y asumir la responsabilidad de nuestras emociones es una habilidad vital esencial que va más allá de la mera fortaleza psicológica. La incapacidad para hacerlo puede acarrear un sinfín de consecuencias, afectando negativamente a nuestra salud mental, nuestras relaciones y nuestra calidad de vida en general.

Cuando descuidamos nuestras emociones, éstas no desaparecen sin más, sino que se enconan bajo la superficie, aflorando en momentos inoportunos y de formas desafortunadas. Los sentimientos no reconocidos pueden transformarse en estrés, ansiedad o incluso resentimiento, creando una carga emocional que pesa mucho sobre nuestra mente.

Ignorar nuestras emociones también puede conducir a relaciones tensas, ya que los sentimientos no expresados pueden encontrar una salida en un comportamiento pasivo-agresivo o en arrebatos repentinos. Además, la investigación ha establecido conexiones entre la supresión emocional a largo plazo y los problemas de salud física, subrayando el vínculo inquebrantable entre el bienestar emocional y el físico.

En cualquier situación, hay una ventana corta pero crítica entre el estímulo y la respuesta y las elecciones que uno hace con ella están profundamente arraigadas en nuestra inteligencia emocional. En momentos de confrontación o lucha:

  • La elección de abordar el desafío refleja una mentalidad constructiva y proactiva. Esta decisión implica comprender el problema, analizar las posibles soluciones y entablar una comunicación abierta.
  • Optar por evitar una situación señala una preferencia por el desentendimiento o la retirada, posiblemente impulsada por el miedo, la incomodidad o el deseo de eludir la confrontación. Aunque la evitación puede ofrecer un alivio temporal, a menudo no aborda los problemas subyacentes, lo que lleva a perder oportunidades de crecimiento y comprensión.
  • Optar por atacar un desafío puede implicar responder con agresividad, actitud defensiva u hostilidad, a menudo derivadas de emociones intensas como la ira, la frustración o el miedo. Un enfoque agresivo de este tipo puede dañar las relaciones, impedir la resolución eficaz de los problemas y agravar los conflictos.

En esta coyuntura, asumir la responsabilidad de nuestras emociones se convierte en algo crucial. Comprender y ser dueños de nuestros sentimientos nos capacita para responder con mayor eficacia y alimentar unas relaciones más sanas. He aquí dos maneras de responsabilizarse de sus emociones.

1. Estudie la narrativa que está creando

Las emociones suelen aflorar en situaciones en las que la información es incompleta o ambigua, lo que lleva a nuestra mente a elaborar rápidamente narrativas que pueden no reflejar fielmente la realidad. Tomemos, por ejemplo, el envío de un mensaje a un amigo que tarda en responder. En ausencia de información clara, su mente podría rellenar los huecos con suposiciones: ¿y si están disgustados? ¿Y si no están interesados en hablar con usted? ¿Y si algo va mal en su relación?

En este caso, asumir la responsabilidad de sus emociones significaría examinar conscientemente su narrativa mental. En lugar de aceptar inmediatamente las suposiciones como hechos, pregúntese: «¿Estoy asumiendo los sentimientos de mi amigo sin pruebas suficientes?». Reconozca que su mente ha creado una narrativa basada en información incompleta.

Estar atento a cómo su mente da forma a las respuestas emocionales es clave para considerar explicaciones alternativas y mitigar la negatividad inicial cuestionando las suposiciones. Por ejemplo, si su amigo tarda en responder, recordarse a sí mismo que factores como la ocupación, las cuestiones técnicas o los asuntos personales podrían estar influyendo en sus acciones puede ayudarle a calmar sus emociones y dejar que la razón tome el control.

2. Preste atención a sus sensaciones físicas

En un estudio de 2013, los investigadores «cartografiaron» zonas corporales asociadas a diversas emociones. Los resultados indicaron que las emociones básicas se correlacionaban con una mayor actividad en la parte superior del pecho, lo que sugiere una conexión con el impacto en la respiración y el ritmo cardíaco. También se registraron sensaciones en la cabeza, potencialmente influidas por las expresiones faciales y los procesos mentales, lo que ilustra la presencia tangible de las emociones en nuestro cuerpo más allá de la mente.

Por lo tanto, cuando se enfrente a sentimientos intensos, esté atento a sensaciones corporales como la tensión muscular, la aceleración de los latidos del corazón, la respiración superficial o un nudo en el estómago. Preste mucha atención a estas señales, ya que las sensaciones corporales exacerbadas pueden intensificar las emociones, dando lugar a respuestas reactivas en lugar de reflexivas.

Abordar estas señales físicas sirve como botón de pausa crucial antes de que las emociones tomen el control y empiecen a dictar las reacciones. Permita que su cuerpo se recalibre y establezca un amortiguador entre el estímulo y la respuesta. Técnicas como la respiración profunda, la atención plena o la actividad física actúan como herramientas para regular la excitación física, alterando intencionadamente su respuesta física y, en última instancia, aliviando su estado emocional.

Conclusión

Asumir la responsabilidad de sus emociones no es una admisión de debilidad, sino un testimonio de su inteligencia emocional. Las decisiones que tomamos al responder a las situaciones están íntimamente ligadas a nuestra inteligencia emocional y responsabilizarnos de nuestras emociones es un factor clave para sortear los desafíos y establecer conexiones significativas con los demás.