1. Apartarte de los demás
A veces nuestras ganas de acabar cuanto antes y de ser los mejores en nuestro trabajo nos lleva a concentrarnos demasiado, dejando a un lado las relaciones personales con los compañeros con los que compartimos la mayor parte de nuestro tiempo. Apártate de la tentación de comer de tupper en tu mesa y acompaña a tus compañeros, apúntate a esos eventos de afterwork que siempre rehúyes, tómate un trozo de tarta cuando sea el cumpleaños de alguien. En definitiva: relaciónate.
2. Salir antes que los demás
Son las 20.30 y ya has terminado tu trabajo aunque la oficina cierra a las 21.00 y decides irte antes. Hacerlo de vez en cuando no es nada malo y resulta comprensible, pero tener la costumbre de salir antes que el resto cada día puede granjearte algunas malas miradas. Tus compañeros lo notarán, y tu jefe también. Aprovecha esos últimos minutos, por ejemplo, para organizar tu mesa, el escritorio de tu ordenador, o planear la jornada siguiente.
3. Cotillear
Todos lo sabemos: la oficina es el medio idóneo para la propagación de la bacteria del cotilleo. Los rumores corren como la pólvora, aunque la mayoría de veces poco tienen que ver con la versión real de los hechos. Por desgracia, los cotillas terminan por ser evidentes para todos, por lo que es mejor que huyas de la tentación para evitarte este sobrenombre. ¿La mejor defensa? “Lo siento, pero no me siento cómodo hablando sobre esto”.
4. Dar demasiada información sobre tu vida personal
Algo tan tentador para algunos como el cotilleo es hablar en exceso sobre aspectos de tu vida personal. Aunque hacer amigos en el trabajo es algo genial, ello no significa que debas compartir con ellos tus más oscuros secretos o tus problemas con tu marido/mujer. Sé simpático, pero capaz de trazar esa línea en la arena: hay ciertos detalles de tu vida privada que es mejor que tus compañeros no sepan.
5. Quejarte
Aunque todos tenemos días malos, debes tratar de contenerte cuando estés en la oficina; expresarlo más de lo debido te hará parecer poco profesional y, además, a nadie le gusta rodearse de gente negativa. Incluso comentarios medio en broma como “bueno, hora de otra reunión aburrida” o “ya le he mandado el borrador a Juan, prepárate para que haga dos mil correcciones” pueden hacer que cojas fama de ser el quejica de la oficina. ¿Y quién querría ascender a ese tipo?