Los clubes deportivos son un deseado objeto de inversión por multimillonarios de todo el mundo.
En contra de lo que enseñan las escuelas de negocios, las adquisiciones de sociedades deportivas no parecen responder estrictamente a cálculos de rentabilidad, sino más bien a impulsos no demasiado racionales.
Según cálculos del banco suizo UBS y de la consultora internacional de origen británico PwC, más de 140 clubes deportivos pertenecen a 109 multimillonarios, 69 de los cuales son estadounidenses, 29 asiáticos y 20 europeos, y la media de edad de sus propietarios es de 68 años, con unas fortunas individuales que rondan de media los 5.000 millones de dólares (4.100 millones de euros).
Al parecer, en muchas de estas compras por lo general no hay demasiado interés en presumir de estadios majestuosos, ni por formar canteras que generen retornos futuros; nada de eso. Detrás solo hay pasión y quizá bastante ego.
Rodearse de famosos, formar parte de una comunidad en la que abundan celebridades de toda índole, pero también hombres de negocios, políticos y, sobre todo, compartir afinidades, parecen ser los principales atractivos para invertir en clubes deportivos, sobre todo en Estados Unidos, donde más de dos tercios de los equipos de la liga privada de baloncesto profesional NBA (National Basketball Association,), de la principal liga de fútbol americano profesional, la NFL (National Football League), y la mitad de los de la MLB (Major League Baseball) forman parte del patrimonio de millonarios. En Reino Unido sucede lo mismo con casi la mitad de la Premier League de fútbol.
El caso de los ricos chinos, que son el tercer grupo más apegado al deporte como negocio-pasión, ofrece algunas singularidades porque de ser inversores muy activos a nivel internacional ahora están apostando por el mercado local.
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