Acabo de darme cuenta de que nunca antes me había enfadado con Don Gustavo. Ha tenido que ser precisamente hoy y por un motivo tan poco disimulable como su adiós. Me explico bien. Por supuesto, me refiero a ese tipo de enfado cariñoso que se experimenta con tus familiares y con los buenos amigos por no poder verles y disfrutarles todo lo que uno quisiera. Porque, por encima de todo, Gustavo siempre fue un grandísimo amigo para mí. Imposible no conmoverse ante esta despedida. Pero más difícil aún resulta no emocionarse -ahora sí, muy alegre- al comprender la suerte que ha sido vivir muchas experiencias junto a él.
Se están publicando artículos, textos y recuerdos que elogian la visión, determinación, talento, audacia, perseverancia, inteligencia y la brillantez y osadía de Gustavo. Un hombre que hizo su camino al andar y se propuso generar un impacto positivo en todo lo que se puso a su alcance. Un líder de verdad. Una persona que ha cambiado el panorama mundial de los negocios audiovisuales, de retail, del entretenimiento o de la educación y de varios otros sectores.
Su capacidad para innovar y adaptarse fue ejemplar. Desde sus inicios en la industria de la televisión, Gustavo revolucionó el concepto de la comunicación en América Latina, expandiéndose luego a escala global. No sólo fue un pionero en la difusión de contenidos en español, sino que también jugó un papel crucial en la introducción de nuevas tecnologías y plataformas de distribución de contenidos, abriendo caminos para futuras generaciones de empresarios y emprendedores.
Pero no solo se limitó al ámbito audiovisual. Gustavo incursionó con éxito en sectores tan diversos como las telecomunicaciones, la industria inmobiliaria y la producción de bienes de consumo. Cada empresa bajo su liderazgo reflejaba una visión innovadora y una gestión que priorizaba tanto la eficiencia como la responsabilidad social corporativa.
Comparto plenamente la consideración profesional hacia Gustavo, uno de los líderes empresariales más importantes de nuestro siglo. Sin embargo, el privilegio que yo voy a ejercer es contar algo de su faceta como amigo. Echando la vista atrás, me doy cuenta de que, por encima de todas las cosas, si tuviese que quedarme con un solo concepto sería su autenticidad. Gustavo, sobre todo, era de verdad. Consistente. Coherente. Íntegro. Y para mí, un amigo digno de admiración.
Quiero expresar con esta idea que todo lo bueno que se pueda decir, que siempre se ha dicho y siempre se dirá de todos los éxitos empresariales de Gustavo Cisneros, tiene una traslación prácticamente a escala 1:1 en su vida personal. Con las personas a las que él quiso y que nosotros le queríamos, él, al igual que en su faceta empresarial, era profundamente inteligente, audaz, generoso, responsable, emprendedor, buena persona, e íntegro. Una persona excepcional que es igual en todas partes y con todas las personas y ante toda situación.
Gustavo no era una persona normal y corriente, por supuesto que no. Era una persona especial, como tocada por una magia que le hacía ser arrollador, persuasivo, divertido, vendedor, inspirador en cualesquiera de las situaciones que vinieran por delante. Forma parte, en mi caso particular, de ese grupo de personas de las que puedo decir que han configurado determinadas facetas de mi vida. Mi vida no sería igual si no hubiese sido amigo de Gustavo Cisneros. Y volviendo a la idea de la coherencia y la consistencia, mi vida hubiera sido mucho peor si no hubiera sido amigo de Gustavo Cisneros.
Como mencionaba, se ha escrito, se está escribiendo y se escribirá mucho sobre Gustavo. Pero en este momento tan especial, quiero referirme a esa cualidad a la que soy incapaz de poner nombre: mágica pero técnica, humana pero profesional, distendida pero rigurosa, amable pero exigente, que le hizo hacer avanzar y mejorar todas y cada una de las cosas, elementos, negocios, ideas, propuestas que se cruzaron con él. Gustavo dejó todo siempre mejor que como lo encontró. Era un transformador visionario.
Invito a quien no conozca la figura de Gustavo a que indague en su carrera, que vea el documental sobre su vida, “Sin Descanso”, que lea el libro que está por publicarse en el que condensa sus aprendizajes y los comparte con el mundo en forma de legado. A quién ya le conozca, esto le parecerá obvio y a quien no le conozca, que sepa que no me arriesgo lo más mínimo al garantizar que si de alguna forma entra en contacto con el legado de Gustavo Cisneros, como nos ha pasado a todos, su vida será más retadora e interesante, tendrá mejores ideas, será más valiente y descubrirá que los límites no existen.
Gracias por ser mi amigo, Gustavo.