El concepto de «intrahistoria» de la que hablaba Miguel de Unamuno se refería a todo aquello que ocurre pero no forma parte de la Historia, con mayúsculas. Rafael Moll, fallecido el sábado a los 72 años, víctima de un cáncer fulminante, era en Cataluña uno de esos personajes que hacen que el mundo se mueva sin que, sin embargo, sean conocidos por el gran público. Estudió oboe y tuvo una brevísima historia como cantante, batería y compositor a finales de los años sesenta en un grupo de rock progresivo llamado La Troupe, que funcionaba como banda de acompañamiento en directo de Sisa –y que sólo publicó un single, «Across Myself» (Als 4 Vents, 1970)–, pero encontró el lugar en el que iba resultar imprescindible como gestor cultural cuando en 1973 se incorpora como director artístico de la Sala Zeleste –cuyo fundador, Víctor Jou, falleció también este año, en abril–, abierta dos o tres meses antes, y que se convirtió en el epicentro musical de la Barcelona del tardofranquismo, al abrir una agencia de management y una escuela de música y colaborar con el sello discográfico Zeleste/Edigsa para apoyar lo que se terminó denominando «onda layetana», un movimiento en el que confluían el rock progresivo, el jazz y el folclore mediterráneo, con artistas como Orquesta Mirasol, Toti Soler & Jordi Sabatés, Pau Riba & Tupú, Máquina!, la Companya Elèctrica Dharma, Jaume Sisa, Secta Sónica o la Orquesta Platería, una formación, esta última, mítica: su creación la impulsó el propio Moll durante una cena con amigos en un bar del barrio del Raval, para celebrar la noche de fin de año de 1974. Con el resto de comensales –los músicos Jaume Sisa, Gato Pérez y Albert Batiste– surgió la idea de montar una orquesta para la ocasión que interpretara los éxitos que gustaban a sus padres: boleros, cha-cha-chás, pasodobles, y como Zeleste se encontraba en la calle Platería [en castellano: eran tiempos del franquismo; la calle se llama ahora Argenteria], el grupo fue bautizado como Orquesta Platería. Entre sus componentes figuraban los músicos más modernos de la época, liderados por Manel Joseph. La Orquesta Platería sólo iba a durar una noche, pero el éxito de esa primera actuación y, después, su memorable participación en la primera edición del festival de Canet Rock, en 1975, hizo que la Platería siguiera hasta finales de los setenta.
El citado festival Canet Rock fue también un invento de Jou y Moll, y no fue el primer gran festival de música celebrado en España por apenas quince días, los que se había adelantado el conocido como «la invasión de la cochambre» de Burgos, pero tuvo mucha más repercusión cultural y social. Ese mismo año había producido el primer disco en solitario de Jaume Sisa, «Qualsevol nit pot sortir el sol», producido por Moll, que se estrenó en Canet. Y la canción que le daba título se convertiría en uno de los más conocidos himnos antifranquistas, junto a «L’Estaca» de Lluis Llach.
En 1978 Moll creó su propia empresa de management y de producción discográfica, con el sello Cabra, que también distribuyó inicialmente Edigsa y, posteriormente, PDI, y siguió apoyando a artistas y grupos como Gato Pérez, Oriol Tramvia, Jordi Sabatés, Música Urbana, Blay Tritono o La Voss del Tropico (e impulsó el primer disco de Albert Pla, «Ho sento molt»). Pero, indudablemente, sus momentos más exitosos se produjeron como productor de Joan Manuel Serrat –«Tal como raja»(1980) y «En tránsito» (1981)– y El Último de la Fila –«Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana» (1985)– Después comenzó a trabajar en proyectos variados: la Olimpiada Cultural, los festivales Blues & Ritmes y Trobadors i Joglars del Vallès. En los últimos años, antes de su jubilación, Moll trabajó para la editorial Planeta. Su enfermedad se le descubrió a finales de 2022. A sus familiares y amigos íntimos les pidió que no se celebrara ni velatorio ni funeral y que su cuerpo fuera donado a la ciencia.