El “Marco de Política Nacional de Planificación” publicado por el Departamento de Vivienda de Reino Unido ha roto los esquemas mentales de Paul Finch, director de programa del World Architecture Festival (WAF). En el arranque de su capítulo 12 proclama como objetivo fundamental “la creación de edificios y lugares de alta calidad, bellos y sostenibles”.
Según los autores del plan, el “buen diseño” crea “mejores lugares para vivir y trabajar y ayuda a que el desarrollo sea aceptable para las comunidades”. Y aquí viene el punto más espinoso: las autoridades de planificación locales deben preparar guías o códigos de diseño que proporcionen “un marco local para crear lugares bellos y distintivos con un estándar de diseño consistente y de alta calidad”.
Si «todos los enfoques de diseño y estilos arquitectónicos son visualmente atractivos cuando están bien diseñados», como dice el Marco de Política Nacional, “¿es esta una defensa del brutalismo?”, se pregunta Finch.
Y estalla: “¿Qué guías? ¿Qué códigos? ¿Dónde está la evidencia de que dan como resultado lugares bellos? Se trata de afirmaciones y presunciones a gran escala: una utopía fantástica generada por los apparatchiks de Whitehall que se balancean en las ventosas vertientes de los políticos sobre nociones a medio digerir sobre la estética”. Tipical brit tantrum.
Como sucedió al aprobarse la llamada taxonomía verde de la Unión Europea, la clave de la redacción definitiva de la Artificial Intelligence Act (AI Act), acordada después de una maratoniana sesión negociadora del llamado trílogo (Comisión, Parlamento y Presidencia del Consejo), se encuentra en el Anexo III. En él se determinan cuáles son los sistemas de IA de alto riesgo.
Sobre ellos recae buena parte de la vigilancia y las más duras sanciones, por eso el Anexo III y especialmente la forma en que se redacte son un tema mucho más delicado que el más mediático de la biometría. Despiertan interés, en efecto, los posibles daños colaterales. El sector asegurador, agrupado en Insurance Europe, emitía en septiembre una declaración en la que decía creer “firmemente que los seguros [de vida y salud] deben excluirse de la lista”.
Como sucede con la belleza arquitectónica, también habrá autores de guías para la IA en Europa: una Oficina de la IA establecerá los estándares, asesorada por un panel de científicos, y habrá también una Junta de IA, en la que cada Estado miembro, encargado de trasladar la ley a su vez a su ordenamiento jurídico, designará un representante. “Intentar planificar la belleza es tan útil como intentar imponer la diversión obligatoria”, sostiene Paul Finch.
Demasiadas manos sobre la IA. Las instituciones europeas han tenido que rectificar precipitadamente sus borradores ante la irrupción de la IA generativa en 2023. El texto aprobado in extremis en diciembre todavía se tiene que trabajar a nivel técnico para ultimar los detalles, debe ser aprobado por los Estados miembro y no se aplicará hasta dos años después de su entrada en vigor (la gente está hablando de oídas). La tecnología habrá avanzado mucho para entonces. Europa es así.
Curiosamente, el Approach Design Studio de la Universidad Tecnológica de Zhejiang (China), ganador del premio al Mejor Edificio del Año 2023 del WAF por su Escuela Secundaria Huizhen, hace un alegato contra la presión por la eficiencia en la construcción de campus urbanos. “Los niños necesitan más espacios en blanco donde puedan perder el tiempo, ajustar sus mentes y cuerpos y descubrir la belleza”, dicen al describir su proyecto.
Utilizando un método denominado “aumento de volumen verde”, han creado un efecto tridimensional en el que el espacio se ve completamente envuelto por vegetación. Varias casas en los árboles, a diferentes alturas, se van repartiendo por los rincones del bosque.
En Egipto, el arquitecto Islam El Mashtooly se ha impuesto en la categoría de Proyecto de Futuro Experimental 2023 del WAF por su Torre Probiótica, con la que impulsa “un nuevo tipo de urbanismo más parecido a una bacteria probiótica que promueva la curación del paisaje urbano”.
Su idea es recuperar el concepto tradicional de torre de agua instalando en el centro del edificio un gran tanque biorreactor de algas que absorbe CO2 de fuentes locales en el vecindario y crea materia prima para un biocombustible neutro en carbono. Los paneles de una fachada de algas montada en el lado sur del edificio también se utilizan para promover la absorción de CO2.
Por último, el arquitecto chino Kongjian Yu recibió el encargo del Gobierno de Tailandia para transformar una antigua fábrica de tabaco de Bangkok en un sistema regenerativo de bajo mantenimiento que reduce la fuerza destructiva de las aguas pluviales, filtra el agua contaminada y proporciona un hábitat para la vida silvestre. El WAF lo ha premiado como Paisaje del Año 2023.
La arquitectura es un buen referente para la IA. A raíz del auge del modelo de reparto de distribución de alimentos que traen firmas como la británica Ocado, con planes de expansión en Europa, Canadá y Asia, otro arquitecto consagrado, Paul Hyett, expresidente del Royal Institute of British Architects y fundador de Vickery-Hyett Architects, cree que “ahora podemos repensar completamente el significado de ciudad”.
“Nos enfrentamos a una nueva era de gran transición en la que podemos convertir nuestras ciudades en la utopía que realmente deberían ofrecer: lugares de cultura en su sentido más amplio, y donde tenemos el lujo de vivir en hogares abastecidos por robots para satisfacer todas nuestras necesidades esenciales”, escribe.
Regular la algoritmia, como sucede con los códigos de edificación, es diferente de planificar la IA, un concepto tan resbaladizo como el de belleza. Europa acabará sometiéndose a la innovación, pero no estaría de más que la tecnología aprendiera a construirse desde el principio, como los edificios, respetuosa con los derechos humanos by design.