Nació en San Juan (Puerto Rico) el 3 de febrero de 1977. Sus padres le llamaron Ramón Luis. De apellidos, Ayala Rodríguez. En un país donde la gente se presenta con orgullo por su apodo antes que por su nombre real, él mismo se rebautizó de jovencito como Daddy Yankee. ‘Papi’, en español, por su artista favorito, el rapero de Brooklyn Big Daddy Kane. ‘Yankee’ por su equipo de béisbol preferido, los New York Yankees.
Así se presentó al mundo cuando en los 90 comenzó a grabar junto a DJ Playero, de nombre Pedro Gerardo Torruellas, los primeros temas desde su habitación de las viviendas conocidas como Villa Kennedy en el barrio de Santurce de la capital. La fórmula era sencilla, a los platos un disco de dancehall jamaiquino y otro de rap americano. De una sola toma, sin pausas ni cortes para rectificar, salió aquella canción ‘So persígueme/No te detengas’, cuya estrofa le dio nombre a lo que hoy el mayor fenómeno mundial que ha visto la música latina. “Toda la gente tiene que mirar y acercarse, baila reguetón, es de Dadyy Yankee, que le canta a la gente que tiene que acercarse, baila reguetón”, decía en sus incipientes estrofas aceleradas.
Treinta años después, Daddy Yankee se despidió el pasado domingo de los escenarios con el título de pleno derecho de ‘rey del reguetón’. Después de publicar su séptimo álbum ‘Legendaddy’ y llenar estadios por todo el mundo. Lo hizo con cinco conciertos masivos seguidos celebrados en el Coliseo José Miguel Agrelot que, como es costumbre local, tiene sus propios motes de ‘El Choli’ o ‘El Choliseo’, en referencia a Don Cholito, uno de los personajes del querido comediante puertorriqueño que le da el nombre al estadio. Celebró su llegada a ‘La Meta’, así bautizó el acontecimiento, entre los suyos con un homenaje a la isla que le vio nacer, crecer, triunfar y que nunca abandonó por otros lugares de más relumbrón como Miami o Los Ángeles.
Sus fanáticos respondieron a la llamada como era merecido. Si ya era difícil encontrar a alguien de Puerto Rico que se perdiera alguno de los shows. El peregrinaje desde países como México, Colombia, El Salvador, Chile, la vecina República Dominicana, Estados Unidos y Canadá fue masivo. “Es una inspiración para todos porque viene del barrio. Me recuerda que puedo cumplir mis sueños”, contaba Juliana Hincapies, una joven de Medellín, residente en Florida, apurando una copa antes del concierto en el barrio popular de La Perla, escenario del video de ‘Despacito’, junto a su hermano llegado desde Colombia.
San Juan se convirtió en el epicentro de la latinidad. Lo que ha unido el reguetón ya nadie podrá separarlo. Y aunque el fenómeno esté en pleno apogeo, también hubo un cierto aire nostálgico. “Tenemos un sentimiento de alegría y amargura. Aquí se acaba todo. Estamos felices de poder disfrutarlo, pero sabemos que no vamos a tener otra oportunidad”, comentaba Carolina Fernández, presidenta del Club de Fans de Daddy Yankee en Chile desde 2005. Ella y las veinte personas que le acompañaban estaban invitadas por el artista, al que conocen personalmente, a los cinco pases.
Porque si algo siempre tuvo Ramón Luis Ayala, además de talento musical, fue una mente para los negocios y la visión de que su trampolín hacia el mundo era el mercado latino. No se olvidó de los que le ayudaron cuando su música pasaba de mano en mano en CDs o a través de descargas piratas de un incipiente internet. Ni de mencionar a cada uno de los países, incluido España, en cada uno de sus conciertos.
Llegado el spring final. “¿Puerto Rico estamos ready? Vamos a convertir esto en una discoteca mundial”. Así comenzó ‘The Big Boss’ cada uno de sus conciertos tras aparecer de una especie de cápsula rodeada de unos paneles transparentes con luces sobre una plataforma con la forma geográfica de Puerto Rico. Para después arrancarse con uno de sus primeros temas, ‘Funeral‘, con DJ Playero en la mezcla. “Me quieren ver muerto todos ellos en mi funeral. Y yo le digo no. Oh, no; oh, no”. Rugido generalizado en El ‘Choliseo’. Asistimos al concierto del sábado.
El artista no dijo ni mu sobre su reconversión a la religión hasta el último momento del último show. “Esta noche reconozco y no me avergüenzo de decirle al mundo entero que Jesús vive en mí y que yo viviré para Él”, anunció generando titulares a diestro y siniestro. Pero no esperen que se retire a rezar a su moderna mansión en las montañas de Luquillo al noroeste de la isla.
La convocatoria no era para asistir a un velatorio, sino para presenciar la transformación de la leyenda en un hombre de la calle, con muchos millones, sí, pero fuera de los focos si sus fans se lo permiten. De ahí su metafórica aparición ante el público desde el interior de una especie de crisálida tecnológica. “Es empresario, tiene otras cosas, otros nortes más allá de la música. Como fans tenemos que resignarnos”, se lamentaba Natalia Castillo, otra seguidora del grupo llegado desde Chile.
Daddy Yankee se retira de los escenarios con 46 años. Posee una fortuna de 50 millones de dólares (46,15 millones de euros), según Celebrity Network, la web que contabiliza el patrimonio de los famosos a tiempo real y que ha aumentado en 20 millones el suyo en las dos últimas semanas. Supera a otros reguetoneros como Don Omar y J Balvin, ambos con un patrimonio estimado en 30 millones de dólares; Yandel, Wisin y Nicky Jam, con 25 millones de dólares, respectivamente. Con la única excepción de su compatriota Bad Bunny, que ya va por los 88 millones de dólares.
Sus negocios van desde la industria de la música, al cine, los deportes, el tequila y los múltiples contratos con marcas. Sin duda, hará uso de su sello personal para impulsarlos. Eso quedó claro para todos aquellos que asistieron a la recta final. El despliegue de marketing fue evidente. Junto a la entrada al ‘Choli’, seis latas inflables de unos dos metros anunciaban la colección limitada lanzada por Sprite para la ocasión, cada una con su cara y el nombre de uno de sus mayores éxitos.
Una vez dentro, en uno de los pasillos, la cerveza estadounidense Miller Lite instaló un DJ con karaoke para que sus seguidores cantaran sus canciones de memoria, lo que provocó un despliegue de talento local y una improvisada fiesta previa al concierto. “Estamos activos”, gritaban los concursantes. El momento álgido de la monetización llegó a mitad del show cuando cuatro bailarines salieron al escenario móviles en mano con retransmisión en directo a tres pantallas gigantes con cortesía de la compañía T-Mobile.
Porque el ‘rey del reguetón’, también es el rey de la promoción. Tras sus dos primeros álbumes solo conocidos en su tierra, ‘No Mercy’ (1995) y ‘ElCangri.com’ (2002), llegó el disco que lo cambió todo, ‘Barrio Fino’, lanzado en julio de 2004 con el himno universal reguetonero, ‘Gasolina’, que hizo que el género zarpara para siempre de las costas de Puerto Rico. Yankee contó en su última entrevista con el canal de entrevistas puertorriqueño Moluco TV que cuando salió el disco no le dio mucha importancia y se apuntó a estudiar contabilidad para tener algo seguro. A las dos semanas, cuando iba camino de la universidad, le llamaron para decirle que había vendido 200.000 copias. Nunca llegó a clase.
“Este fue el tema que le dijo al mundo, no nos podéis negar más”, sentenció su autor sobre la oda a una mujer empoderada que le gusta salir a hanguear. La canción fue incluida en abril en la Biblioteca del Congreso de EEUU junto a ‘Imagine’ de John Lennon o ‘Like a prayer’ de Madona. El videoclip de ‘Gasolina’ acumula 138 millones de reproducciones en YouTube, supera los 764 millones de reproducciones en Spotify y el álbum vendió 31 millones de copias. Según insinuó Yankee en la entrevista, se llevó seis dólares por cada copia del disco.
Las cifras de sus contratos publicitarios nunca se hicieron públicas. Nada más alcanzar el éxito se convirtió en el primer artista latino en firmar con Reebook y Pepsi Co., luego llegaron campañas con la marca de auriculares Section 8 y los relojes Azad Watch, entre otras. Aun así, sus empresas El Cartel Records Inc. y Los Cangris Inc. reportaban un capital anual de menos de un millón de dólares o, simplemente, pérdidas, según una investigación de 2016 del Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico (CPI).
Las pesquisas derivaron de la aparición del nombre del cantante en la larga lista de millonarios vinculados al despacho de abogados panameño Mossack Fonseca (MF). El escándalo financiero conocido como los ‘Papeles de Panamá’ descubrió una red de sociedades que ocultaban la identidad de sus propietarios.
Su esposa Mireddys González Castellanos, con quien se casó con 17 años, tienen un total de ocho propiedades en Puerto Rico, incluyendo una mansión en Vista Mar Marina y su finca ‘El Cartel’ en la Hacienda Carabalí de Luquillo, y dos propiedades en Florida, según declaró el cantante durante un proceso judicial celebrado en 2015 en Florida por el incumplimiento del contrato de una gira en Perú. La corte le condenó a pagar 2,2 millones de dólares. El fallo está pendiente de resolver la apelación.
Antes de emprender su última gira mundial, Yankee firmó en 2020 un “histórico” acuerdo con Universal Music Group, que describió como “uno de los más caros de la música latina” para grabar su último disco, ‘Legenddady’, con el que ha acabado su carrera. Su sello discográfico ‘El Cartel Records’, que ha lanzado a artistas como Farruko, Pusho o Kevin Roldán, también tiene un acuerdo de distribución con el gigante de la música.
Otro de los sectores en los que ha invertido son los deportes. Como gran aficionado al beisbol, en 2021, se unió al inversor estadounidense Thomas Axon para adquirir el equipo de ‘Los Cangrejos de Santurce’ de la liga . Un día después de despedirse ya estaba promocionando el partido del próximo domingo contra Los Gigantes de Carolina a través de su cuenta personal de Instagram.
Hace apenas un mes anunció el lanzamiento de su equipo de pádel los ‘Florida Goats’ con sede en Orlando que participará en la recién estrenada Liga Profesional de Pádel (PPL, en inglés), la primera de América del Norte. “Quiero ser parte de esto y dejar un legado”, dijo en un comunicado.
Otra de sus nuevas aventuras empresariales es la producción audiovisual. En mayo, se unió a la división latinoamericana de Netflix como productor ejecutivo de la serie ‘Neon’ sobre una pandilla de amigos que se mudan a Miami para triunfar en el reguetón. También continúa escribiendo canciones para otros como la cantante dominicana y amiga Natti Natasha.
Las oportunidades las aprovecha hasta el final. Para su último concierto hizo un acuerdo con la plataforma de streaming Kiswe para retransmitirlo en directo a 20 dólares la conexión. Antes de despedirse, se dio un baño de masas con los suyos como si de una fiesta puertorriqueña se tratara.
Subido a una plataforma colgante para estar más cerca del público arrancó con algunas de las primeras canciones que grabó, como ‘Funeral’, ‘Nunca me quedo’ y ‘Yamilette’. En las pantallas, unas gafas de sol hicieron de hilo conductor a las imágenes de toda su carrera, desde sus humildes inicios, pasando por la bala perdida que truncó sus sueños de convertirse en jugador de beisbol, pero que le dio su carrera musical, hasta el éxito mundial y la retirada. Un autohomenaje con todos los ingredientes.
Siguiendo su carrera en orden cronológico, prosiguió con ‘Lo que Pasó, Pasó’, ‘Latigazo’, ‘La combi completa’ y ‘Seguroski’, que originalmente las grabó junto a Nicky Jam y ‘Gata Ganster’ que hizo con Don Omar. Los dos artistas que marcaron junto a él aquella época dorada del reguetón fundacional de principios de los 2000 y cuya presencia se echó en falta en el Coliseo.
Todo eran rumores en la isla sobre quién iba a aparecer en cada uno de los shows. Algunos aseguraban que Bad Bunny estaba en Puerto Rico. Lo que acabó siendo una mera ilusión. Por otro lado, nadie daba por hecho que aparecería Luis Fonsi a cantar el mega hit ‘Despacio’ de 2017, que desbancó a la ‘Macarena’ como la canción que más tiempo se mantuvo en el número uno en las listas de EEUU y su video, rodado en el barrio de ‘La Perla’, sigue siendo el más visto en Youtube con 8.000 millones de reproducciones. Fonsi llegó al ‘Choli’ el último día.
Sí estuvieron allí algunos de sus viejos amigos como Yandel, De La Ghetto o Wisin. Y algunos de sus discípulos más jóvenes como el colombiano Feid, el dominicano El Alfa, con quien interpretó su pelotazo de estribillo repetitivo ‘La Mamá de La Mamá’, y los puertorriqueños Rauw Alejandro y Mike Towers. Este último no se olvidó de recordar sobre el escenario que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) acaba de aceptar la palabra “perreo” en su diccionario. Con sus sucesores, hay meneo de caderas para rato.
La recta final del concierto fue un despliegue de clásicos recibidos con fervor por las cerca 14.000 personas que abarrotaron cada día el estadio. Cantó ‘Tu príncipe’, ‘Yo voy’, ‘No me dejes solo’, ‘Saoco’, canción a la que Rosalía respondió con su tema ‘Bizcochito’, a veces con acompañado por bailarines, a ratos solo.
Se cambió cuatro veces de vestuario, pasando del negro total, al rojo íntegro, a un colorido estilo urbano, para acabar ataviado de plata brillante de arriba a abajo. De esa guisa apareció desde las entrañas de una enorme figura hinchable de sí mismo con la mano levantada a modo de predicador para cerrar con el tema que le dio todo.
Para cantar por última vez la ‘Gasolina’ volvió a la plataforma colgante sobre el público. Dos pasarelas se descolgaron a su derecha e izquierda portado dos Ferraris de su extensa y conocida colección de coches de alta gama. Los bólidos arrancaron justo cuanto llegó el momento donde suena un tubo de escape y Yankee se arranca con el mítico: “Tenemos tú y yo tenemos algo pendiente, tú me debes algo y lo sabes…”.
Quedaba algo pendiente. Su confesión al estilo predicador evangélico como epílogo. “Ahora, el que me conoce por Daddy Yankee que diga, ‘Daddy Yankee en Cristo, Raymond Ayala en Puerto Rico’. Se acabó una historia y va a comenzar una nueva historia”. Así confirmó su conversión de leyenda a hombre común. Y así se entendieron los tintes de culto a la personalidad de la escenografía.
Una última sorpresa esperaba a la salida a los allí congregados. Un despliegue de drones adornó el cielo formando la silueta de la isla para cambiar luego a la bandera de Puerto Rico. La gente se arrancó con el himno del país: ‘La Borinqueña’. Las luces se tornaron en una cruz que a continuación creo la frase: “Cristo Te Ama”. Entonces aparecieron un grupo de pleneros con los panderos tradicionales para tocar la plena, el género musical de los recolectores de azúcar del siglo XIX y tras ellos, se marchó para siempre el sonido del reguetón original.