Según la RAE, la tercera acepción de conversar es «vivir, habitar en compañía de otros».
Tal vez, por eso, navegar a vela siempre ha propiciado la celebración de conversaciones impensables en otro contexto.
Mucho tiempo en poco espacio. Es evidente que aquí se convive día y noche, en este caso, muchos días y muchas noches, en muy pocos metros. Y aunque a quien lo piense desde tierra esta circunstancia pueda resultarle limitada y limitante, la vivencia es más la contraria. Probablemente porque en realidad todo ello no sucede en un claustro, sino en el marco más abierto e inconmensurable que alguien pueda imaginar.
El océano es infinito y, a bordo, pensamientos, palabras y confidencias, desbordan el casco y escapan todo el tiempo, para perderse, para refugiarse, en algún lugar de alguna parte, en un horizonte con puntos de fuga infinitos.
Y sin darte cuenta, la cosa va transformándose, y transformándote. De sensación de libertad, a libertad…
Y en esa naturaleza, la conversación, que a veces es un organismo huidizo, se abre camino y, simplemente, surje.
¿Cómo?, si no, se explica que esta mañana, Alberto dedicara un par de horas a compartir lo que sintió durante sus primeros días ejerciendo la medicina, hace 50 años. Aventuras y desventuras en un pueblo cercano a Sevilla. Se ríe con nosotros, ¡ahora!, recordando que el primer paciente de su vida le llegó ya difunta, pero, rodeada de una docena de allegados inconformistas cuya presión, de cuerpo presente, llevase al joven doctor a afanarse en unos ejercicios de reanimación cardíaca, que sabía completamente inútiles.
O que el gran Matías, a quien he conocido hace cuatro días, de repente compartiese con franqueza, cuánto bien le han hecho las nueve veces que ha cruzado este mar. Por eso será que está tan bien de la cabeza.
Imposible no recordar otros viajes, y sus conversaciones. Porque han entrado en la categoría de inolvidables. Con mi padre, con mi hermano, Emilio, con el propio Carlos o con mis incondicionales. Cuánto hemos hablado de la vida con el Mono, el Gato y Rodrigo Silveyra en medio del mar y qué poco lo habríamos hecho en cualquier otro lugar.
No es solo cercanía. No es familiaridad. Ni siquiera, confianza. Es ¡la libertad!
Un abrazo desde 22º 16.847 N · 21º 29008 O. El mejor lugar del mundo para estar hoy.
Capitán Salmón
Socio-cofundador de la agencia de marketing Ernest