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Opinión Kerman Romeo

Nunca digas nunca

Nunca llegué a intuir que disfrutaría de compartir mi tiempo con otros padres en el parque.
Foto: Cottonbro Studio/Pexels

Nunca pensé que me gustaría el vino tinto, pero ahí estoy ahora, haciéndome el interesante y defendiendo los matices del vino de la Rioja Alta frente al resto. Insoportable. Nunca pensé que daría una oportunidad al agua con gas, pero me tenéis también ponderando que las digestiones son todavía mejores con ella. Insufrible. Hace poco me encontré buscando por End Clothing jerseys de cuello vuelto, a pesar de que me hagan parecer un Chupa-Chups y cuando siempre dije, además, que no me vestiría de Steve Jobs. Imperdonable. Pero, si hay algo que nunca llegué a intuir, es que disfrutaría de compartir mi tiempo con otros padres en el parque. Nunca lo quise, nunca lo busqué y, ahora que está sucediendo, incluso lo paso bien.

Durante muchos años, miraba con desdén a esos padres que se juntaban en el parque y que lo mismo hablaban de una freidora, del gol anulado al Bicho o del precio de la gasolina. Pasaba a su lado con mi tranquilidad de no padre y los veía charlar de cualquier tema trivial, sintiendo de todo, menos envidia. Ahora que soy padre formo parte de esa estampa diaria, ya sea en los columpios o sentado en el banco de la urbanización (otra de las cosas que tampoco pensé que haría, dejar el centro para vivir con mayor espacio y tranquilidad). Siendo un protagonista de ese cuadro me he dado cuenta de que encuentro cierto placer en poder estar con otros en mi misma situación. Quizá lo que no entendía cuando lo veía es que, cuando la gente se enfrenta a lo mismo que tú, se desarrolla una camaradería especial.

Ahora, cuando vuelvo a “la urba” (he empezado a decir estas cosas, tengo un problema), agudizo el oído desde la distancia para ver si escucho a niños gritando, porque significa que habrá otros padres con los que estar mientras la niña juega. Siempre es bueno poder conversar con personas que entienden lo que estás sintiendo y que empatizan contigo, al estar en el mismo lugar. Sin quererlo, somos como una asociación de veteranos de guerra apoyándonos mutuamente. Quién me ha visto y quién me ve, si el otro día hasta disfruté en el evento de Halloween que se organizó para los enanos. Hubo padres que se disfrazaron; no llegué a tanto, pero ya no los veo como los vería antes. Antaño habría pensado lo cerca que estaban del bochorno, ahora son mis colegas pasándoselo bien.

¿Qué será lo próximo, pedir que me metan en todos los chats de la guardería o de las actividades a las que se apunte mi hija? Ya no me veo legitimado para negar nada. De hecho, lejos de verlo con tristeza, pienso que hay algo bonito en que se te derriben algunos de los prejuicios que tenías antaño, convertirte en el guiñol del que te reíste. Llamadlo como queráis, pero cada día que estoy con otros padres persiguiendo con paso reumático a mi pequeñaja, siento que tengo los pies más en el suelo que nunca.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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