Hace algún tiempo, aprendí a detectar un síntoma que, cuando se produce, pone a sonar todas las alarmas que me avisan de que algo no está funcionando bien. Se produce en lo que deberían ser momentos felices y sale innato, sin que puedas frenarlo. Yo lo llamo celebraciones a la contra, aunque bien podrían llamarse también victorias rabiosas o venganzas ganadoras. Seguro que alguna vez os ha pasado, son esas ocasiones que deberían ser de celebración eufórica y sana (premios, buenos resultados de la empresa, grandes noticias…) en los que de pronto te ves gritando como un loco porque has ganado, pero cuelas como sin quererlo en esa celebración lindezas del estilo: “¡Vamos! ¡A tomar por culo! ¡Jodeos!”.
De pronto, tu victoria se convierte en la victoria contra alguien y ya no te alegras de haber ganado, sino de haber derrotado al que te enfrentabas o con quien tenías cuentas pendientes. En algunas ocasiones, fundamentalmente hace años, me pasó. Un día que un proyecto funcionó excepcionalmente bien con el público llegué a verme solo en la cocina, como si fuese un ultra del fútbol, lanzando el puño al aire y haciendo cortes de mangas mientras soltaba tacos como loco. No fue ahí, pero con el paso de los años entendí que las victorias eran motivo de alegría por el reconocimiento al esfuerzo y al sacrificio, no por pasarle la factura a nadie.
De hecho, celebraciones como la contada son mucho más comunes de lo que puede parecer. Da la sensación de que debemos irnos al deporte profesional para encontrarlas, pero se hallan cerquita, en nuestro entorno profesional, cada día. Disculpad el aura de psicólogo de estas líneas, de Dr. Romeo, pero, cuando percibo en mí o en alguien esa celebración a la contra, pienso que hay algo mucho más profundo que debe cuidarse para que no estalle. Si la victoria no nos llena de felicidad, sino de rabia acumulada, es que algo no funciona, algo que debe arreglarse con urgencia.
No hay reconocimiento que elimine el resentimiento. Un premio no borra el rencor, para eso se necesita entenderse a uno mismo mejor. Porque ganar debería ser siempre una sensación mágica, porque es maravilloso disfrutar con los tuyos, sólo con pasión por lo hecho, de las victorias. Cuando algo lo enturbia, le quita todo el placer. Si un día te ves alzando los brazos y ciscándote en todo y en todos, detecta rápido que algo no carbura y páralo.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.