Algunos trabajadores “de oficina” empiezan a presagiar que serán reemplazados por un software de inteligencia artificial (IA) como en su día les ocurrió a obreros de muchos sectores cuando se mecanizó su trabajo. No es nuevo, hace ya dos siglos un movimiento social –el ludismo– se opuso con violencia a la mecanización de la maquinaria textil o las trilladoras para el campo. La evolución de los puestos laborales es constante, con más o menos acelerones, y contra eso no cabe luchar sino adaptarse. Si nos centramos en el ámbito de la comunicación, que es mi ecosistema natural, varias conversaciones recientes aportan ideas sobre como será –o no– el empleo de la IA en algunos aspectos de nuestro trabajo.
El Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba organizó hace unos días unas jornadas de comunicación y salud en las que, entre otros ponentes como el que escribe, se encontraba el ingeniero de Telecomunicaciones, Miguel Lucas, Data Business Leader de la consultora de comunicación LLYC. Lucas mostró en directo cómo, gracias a la IA, es posible analizar en segundos miles de comentarios y opiniones sobre una noticia de actualidad en redes sociales y sacar conclusiones sobre la opinión mayoritaria de los lectores de dicha noticia. Un proceso que lleva quizá horas a un grupo de personas se completa en un tiempo mínimo y sólo exige una revisión posterior por parte de un humano para interpretar mejor los resultados, aunque la máquina ya hace una lectura más o menos coherente de los mismos.
Por otra parte, comentaba el ingeniero, la IA sigue teniendo problemas para captar la ironía –de hecho, muchos humanos se muestran torpes con el sarcasmo y la ironía– y se necesita mucho contexto para conocer el verdadero sentido de un comentario literal.
Respecto a la pérdida de puestos de trabajo, su visión es que la IA acelera procesos rutinarios y, sí, habrá despidos, pero sobre todo de los profesionales que no sepan o no quieran adaptarse o sacar partido a esta tecnología.
Sin duda, eso no lo dice él sino yo, se tiende a una reducción de personal en algunos departamentos. Pero a la vez se crean nuevas necesidades. Como siempre, los negacionistas del progreso, los acomodados, los reacios a los cambios lo tendrán peor que personas con ganas de adaptarse a una nueva realidad. Todavía recuerdo cómo en un diario importante decían hace unos quince años que no tenía sentido apostar por las noticias en vídeo…
Reforzando los argumentos que se esgrimieron en el encuentro de Córdoba, días más tarde, en otra reunión de trabajo, un directivo de una gran empresa de consultoría en demoscopia y comunicación me expuso un panorama menos halagüeño para el empleo “humano”. Comentaba que en los departamentos de Comunicación, Marketing o Relaciones Públicas de empresas e instituciones sólo harán falta algunos estrategas para tomar decisiones. Que los empleados que hacen trabajos rutinarios, informes o ciertos análisis serán, sin duda alguna, reemplazados por software. A él le sorprendía que sus trabajadores no fueran conscientes de ello y estuvieran tan tranquilos, viviendo un presente que ya ha cambiado…