Los malnacidos que distribuyeron las falsas fotos de unas niñas desnudas que previamente trucaron con inteligencia artificial han dado lugar a nuevos debates en torno a los avances tecnológicos. Una vez un software es capaz de alterar la realidad hasta límites insospechados, la veracidad de las imágenes queda en entredicho. Llegó la era de dudar de lo que nos presentan como cierto, vivir en el engaño permanente y de vernos obligados a sólo dar crédito a lo que hemos visto con nuestros propios ojos o en riguroso directo televisivo, y esto último también con algunos reparos.
Pero vamos a algo más sórdido que la manipulación de imágenes de políticos y la frenética carrera por la desinformación. Imaginemos que circulan unas imágenes de usted, lector/a, sin ropa, practicando sexo o en cualquier actitud comprometida, robando cremas en un supermercado como aquella política, apaleando un animal o escupiendo a un mendigo en plena calle. Centrémonos en el desnudo y el sexo por establecer paralelismos con la situación de las niñas de Extremadura. Supongamos que lo que sale en la imagen es usted con sus vergüenzas al aire o en erótico frenesí. Dios, su vida está arruinada… ¿o no? Hasta el momento, negar la evidencia tenía pocos visos de prosperar. Sin embargo, ahora mismo bastaría con decir –con cierta naturalidad, sin titubear– “Pero, ¿qué dices? Si está claro que es un montaje con inteligencia artificial, a que salgo guapo/a. Ja ja ja” y probablemente saldríamos muy airosos de la comprometida situación.
El chantaje mediante fotografías comprometidas tiene sus días contados, lo que no quiere decir que sea una situación agradable. Las primeras víctimas de este tipo de montajes vinculados a la desnudez o al sexo lo han pasado mal. Resulta vomitivo hacérselo a unas menores edad y el peso de la ley debe caer sobre los autores. Sin embargo, las leyes y la Justicia –y en menor medida las fuerzas del orden– son elefantes de lentos reflejos que persiguen unos avances tecnológicos que se suceden por minutos. Pero algo está claro, el desnudo cotiza a la baja desde el momento que podemos manipular las imágenes con suma facilidad. Pronto será algo sin importancia, que las personas ni se molestarán en abrir ni, por supuesto, compartir con otros.