Un factor fundamental es que hemos redefinido la disfunción como un sacrificio heroico. Hemos creado colectivamente una narrativa sobre la naturaleza del trabajo que no solo justifica esas prácticas disfuncionales, sino que también considera a los que las toman como héroes desinteresados, sacrificando el sueño y las relaciones e incluso su salud para ayudar a la organización a lograr sus objetivos. Nos enorgullecemos de lo poco que dormimos, de lo ocupados y demasiado programados que estamos, de lo poco que nos cuidamos a nosotros mismos, todo lo cual influye y refuerza esta narrativa de sacrificio heroico.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Según el coach Ed Batista, podemos tomar tres iniciativas para mejorar la disfunción:
Ser educado. Como punto de partida, los artículos y documentos pueden ayudarnos a comprender realmente las formas en que estas prácticas contraproducentes socavan nuestra efectividad y perjudican nuestro desempeño (se pueden encontrar en su archivo de Art of Self-Coaching).
Experimentar. Podemos intentar comprometernos con un mejor régimen de sueño, ejercicio regular o una práctica de mindfulness. Podemos poner algunos límites en su lugar y atenernos a ellos. Podemos programar un espacio abierto en nuestro calendario y dejarlo allí. Podemos invertir en el autocuidado de manera constante.
Cambia la narración. Las historias que nos contamos sobre el mundo tienen un impacto en nuestra experiencia. En última instancia, debemos reconocer que existe una diferencia entre los sacrificios heroicos reales y los imaginarios, y necesitamos ver esta distinción con claridad. El trabajo duro es algo maravilloso, pero la disfunción no es heroísmo.