Y no han sido solo ellas, otras 94 grandes compañías han querido formar parte de esta batalla, tan justa como necesaria. Alegan que prohibir la migración de 7 de los grandes países con mayoría musulmana, es ilegal, injusto, discriminatorio y muy malo para los negocios.
Dos meses después de esto, el presidente Trump ordenó restringir los programas de visados, lo que inspiró a la realización de una segunda campaña de empresas en contra de sus políticas, esta vez se trataba de 162 grandes compañías de Silicon Valley.
No es raro que las empresas se vean envueltas en la política, pero nunca habíamos vivido un número tan alto como el de esta época. Incluso en Wall Street, donde las compañías se mantienen al margen de la política, las medidas de Trump han generado el descontento entre grandes grupos como Goldman Sachs, JPMorgan, Mastercard y Citigroup.
Esta abrumadora oposición a las prohibiciones de Donald Trump deja bastante claro la comodidad que sienten las marcas a la hora de revelarse a favor de las causas políticas. Pero claro, no a todo el mundo le parece que esta posición sea la que deban tomar las compañías, o al menos no en este momento.
Para muchas personas, esto puede ser simplemente una estrategia de marketing. Usan la moralidad a su favor y la convierten en su marketing. Por ello, la responsabilidad social de las empresas puede resultar un término hipócrita y obsoleto para algunas personas.
Además, las marcas están dictando lo que nos tiene que parecer bien y lo que no, y esto tampoco es plato de buen gusto para todas las personas. El problema es que ellas mismas no realizan ejercicios de introspección para detectar todos los fallos que cometieron en su pasado incluyendo racismo, machismo, discriminación en general dentro de sus campañas. Por no hablar de los métodos de fabricación que utilizan para recortar costes al máximo, métodos que incluyen la explotación infantil y de mujeres en general.
Por tanto, como todo en la vida, no podemos saber si está bien o no está bien que las marcas salten a la política, es cuestión de opinión y de gustos.