Sobre esto último me voy a adentrar en un ejercicio atrevido y más en un momento de máxima confusión social dentro de un universo de posibilidades infinitas. Pero bueno, vamos a ello.
Y vamos a ello porque quizás en el pasado no fue tan diferente. Las tres revoluciones industriales que nos preceden (sí, esa primera asociada a la máquina de vapor, la siguiente al empleo de la electricidad y la división del trabajo y una tercera vinculada a la implementación de las tecnologías de la información para automatizar las fábricas y mejorar la vida de las personas) dejan paso a la Cuarta determinada por la era digital, el BigData, el BlockChain y el Internet de las cosas. Sí, sí, entre otros. Elementos todos que, como nunca antes, se han infiltrado en nuestras vidas, rutinas y ocio.
De los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad, la mayoría tienen que ver con esa presencia digital en todos los aspectos de nuestra vida y sus consecuencias. Todo con un origen basado en la mejora de las condiciones de vida de las personas pero no libres de riesgos.
También hay retos basados en nuestro modelo de convivencia. Un modelo que nos ha llevado a alcanzar unos niveles de desarrollo inimaginables, aunque en el camino hayamos cometido, y seguimos cometiendo alguna que otra atrocidad. Sin duda esto es lo que más urgente deberíamos cambiar, aunque también es lo más difícil: la relaciones entre humanos, y la de éstos con nuestro planeta.
Europa
Ese sueño de tantos. El de una Europa unida sin fronteras con un estado del bienestar a pleno rendimiento. Unas relaciones exteriores potentes con el aliado americano que ayuden al desarrollo a cambio de lograr el equilibrio mundial.
¡Qué lejos estamos de ese sueño! Probablemente más que nunca.
Europa pierde legitimidad, con fisuras en su territorio llamadas Brexit, Cataluña… quizás porque, como dice Daniel Innerarity, Europa ‘es confortable para las élites e inhóspita para los trabajadores, que votan por los partidos nacionalistas cuando les ofrecen una seguridad que los estados ya no pueden proporcionar’. Toca ponerse las pilas. Los estados han de estar más cohesionados que nunca y así terminar con los intereses nacionales y la desconfianza y aprovechar ese marco comunitario de cooperación sin parangón en el mundo.
Sostenibilidad
Ese escepticismo hacia el cambio climático irreversible ya solo lo encontramos en mandatarios y empresarios que utilizan argumentos baratos en defensa de sus intereses. Ya no hay marcha atrás. El planeta ya no permite más excesos.
Ese séptimo continente en medio del Pacífico formado por toneladas y toneladas de basura es un claro ejemplo, y la colección de fenómenos meteorológicos extremos que nos asolan cada año con mayor intensidad y frecuencia son para echarse a temblar. La sociedad parece cada vez más concienciada, salvo el aviso de Estados Unidos de abandonar el Acuerdo de París, y dispuesta a hacer pequeños gestos en torno a la utilización de energías limpias, economía circular y productos ecológicos. Muchos gobiernos han puesto fecha de caducidad a los coches movidos por motores de combustión. Un pequeño gran gesto para lograr que el incremento de temperatura media del planeta no supere los 2º.
‘Criptomonedas’
Eso del bitcoin ya no es algo raro y de frikis (si es que alguna vez lo fue). Un montón de empresas de medio mundo realizan transacciones de exportación/importación utilizando ‘criptomonedas’ como medio de pago.
Hay países como Japón que ya las reconoce. Incluso podemos encontrar algún cajero automático. Su funcionamiento, para los no iniciados, es complejo de entender, pero si tienen claro que es claro que han llegado para quedarse. Solo hay que creer en ellas. Sí, cuestión de confianza, como la que tenemos en el dinero ‘de toda la vida’, porque, que ya no tiene su correspondencia en oro lo sabíais, ¿no? Que las ‘criptomonedas’ crezcan es bueno. Supone una alternativa a la moneda actual y al control que tiene sobre ésta el sistema bancario. Un método seguro, fiable, sin controles y sin preocupaciones.
Ocio
Más a la carta que nunca. Series de los 90 ostentan records de audiencia difíciles de superar, salvo algún que otro acontecimiento deportivo. Seis o siete millones de españoles viendo la misma serie de forma simultánea. La revolución digital trae otra forma de entender el ocio. Éste está en la nube y se descarga al antojo del usuario. Cuando éste quiere, desde dónde esté y con el dispositivo que desee. Al calor de este bombazo han nacido un montón de plataformas de contenido… globales. Además, han logrado que el usuario entienda la necesidad de pagar por estos servicios.
La prensa lo está viviendo de otra forma. Su audiencia se ha acostumbrado a buscar contenido audiovisual sobre lo que ocurre. Es autosuficiente. Le toca reinventarse para combatir con la inmediatez y universalidad de las Redes Sociales y derribar su fama de convertir en ‘periodista’ a cualquier usuario. ¿Su baza? El exceso de información está provocando desinformación.
Privacidad
No me saco de la cabeza la charla TEDx de Marta Peirano en la que cuenta como Malte Spitz, un político alemán, pidió a su operadora telefónica toda la información que guardaba sobre él. Recibió casi 36.000 complejas líneas que recopilaban al segundo los seis últimos meses de la vida de este hombre.
Que exista tanta información sobre nosotros nos hace vulnerables en la misma medida y con un alcance y consecuencias que todavía no sabemos. DNI, tarjetas de crédito, Smartphone, Apps, Redes Sociales, cámaras de vigilancia, radares de tráfico… nos colocan en un sofisticado, y delicado, escaparate.
¿Podemos renunciar a todos los beneficios de la era digital a cambio de más privacidad? Es complicado. Tened presentes eso de que si utilizamos alguna plataforma digital gratuita, la mercancía somos nosotros.
Robots
El debate sobre este tema es inútil. Es una realidad imparable. La Cuarta Revolución Industrial está aquí. También se le conoce como Industria 4.0. A los robots de toda la vida, esos que vemos en las fábricas de coches, se unen equipos dotados de inteligencia artificial, sistemas cognitivos… Se conectan entre sí a través de Internet de las Cosas. ¿Su objetivo? Hacer mejor la vida de los humanos. Las personas con problemas de movilidad tienen ahora exoesqueletos. También tenemos los drones para mil y una funciones, la impresión 3D que puede incluso fabricar órganos humanos…
Sin duda, aquí el reto ha de ser la interacción y convivencia pacífica.
También tenemos sobre la mesa el tema de la destrucción de empleo. Cinco millones de puestos de aquí a 2020 según el World Economic Forum. En todas las revoluciones industriales ha ocurrido. Volverá a ocurrir. Pero a cambio también ocurrió una mejora en la calidad de vida de las personas. Y volverá a ocurrir. La robótica traerá progreso.
Y así lo veo. Acertaré. No acertaré. Es lo que tiene de incierto el futuro. Pero también tiene algo maravillos, lo podemos escribir (siempre) nosotros.
José Luis Casal
CoFounder Talk2Us. Miembro TeamLabs. Miembro Consejo & Director Marketing HAC Business School of NY. Profesor Marketing y Estrategia.