Una celebración personal que guardo para mis adentros encendió la bombilla. ¡Qué buena sorpresa sería llevarnos a India aquella botella de Vega Sicilia Único del 2017 que tenemos guardada para una noche especial! Y me guardé el secreto. Desde la ocurrencia hasta el día de partida le eché a los 75 cl un par de guiños como diciendo: “no sabes la que te espera”. “El Vega”, como los aficionados lo apodan cuando se les acerca, no se inmutó.
¿Me la llevo en el equipaje de mano? Creo que no, vamos a hacer varios saltos y es probable que en cualquier control nos la requisen. No es lo mismo entregar un champú que un Ribera de Duero, “el Ribera de Duero”. Si me la confiscasen pero al menos el oficial indio se diese un homenaje en nuestro honor con conocimiento de causa… Nada, nada. Habrá que facturarla.
Siempre pregunto a los bodegueros donde llevan sus botellas cuando cruzan el charco para una cata con un editor, un crítico especializado o un editor. A Pablo Álvarez, CEO de Vega Sicilia, le pregunté lo mismo en una comida en la que catamos las nuevas añadas, aun sin etiquetar: “Pablo, cuando vas a ver a Marvin Shanken -el celebérrimo editor de la norteamericana Wine Spectator y de Cigar Aficionado- envías el vino?” “No, no, el vino viene conmigo en una maleta que facturo. A veces lo separo en distintas maletas por si hay una pérdida de equipaje”.
Tuvimos suerte. A mi, a nosotros, nadie nos perdió el equipaje. Saltamos de Delhi, a Jaipur y a Benares; uno de los aviones nos dejó tirados, pero la maleta finalmente llegó y el Vega Sicilia, bien embalado, sobrevoló toda Europa, Afghanistan y Pakistan. ¿El embalaje? El plástico de burbujitas favorito de los neuróticos y un par de fundas de cartonaje de Lavinia Ortega y Gasset que siempre resultan socorridas.
Confieso que también me preocupaban las copas. Era prácticamente seguro que las copas del lugar no estarían a la altura del vino y ya estoy yo con esas manías de gourmet madurito, pero descarté llevarme las copas, no tanto por el peligro de rotura –Riedel tiene un pack estupendo y muy seguro (50 euros) -como por que me parecía exagerar. Y era cosa mía, un secreto, que era más fácil mantener solo con una botella en la maleta, que con una botella y una caja de copas.
La efeméride tendría lugar en Benarés, -Varanasí en hindí-, la ciudad sagrada para el hinduismo, la ciudad con la que tantas veces soñé leyendo a Rudyard Kipling o Sandokan que a mi me parecía que transcurría lo mismo en la India que en Malasia. Así que los saltos Madrid-París, París-Delhí, Delhí-Jaipur, Jaipur-Lucknow (en Lucknow el piloto nos dejó tirados porque se encontraba mal y nos llevaron en un destartalado autobús) y Lucknow-Varanasí, me los salto.
Protegido por Ganesh, mi deidad india favorita, el Vega Sicilia llegó a Benarés. No se si tendrá algo que ver que el dios elefante tiene trompa y al que bebe mucho le dicen que va trompa, pero el vino llegó intacto. Al menos de corcho para fuera. Otra cosa sería al abrirlo. Esa noche en el Darbhanga, restaurante del BrijRama Palace, bajo yo a cenar con mi Vega Sicilia. Llevábamos casi diez días sin una gota de vino, bueno, algún francés del vuelo con Air France, y preveía una buena combinación entre los taninos con el butter chicken curry en las papilas. El Darbhanga aparece en todas las guías como “la referencia”. Y llegó el primer cubo de agua fría. Al explicar al atento maitre las intenciones de nuestra celebración: “Lo siento Sir, en este hotel no servimos alcohol”. “No se preocupe, he traído desde Europa esta botella, es una noche especial para nosotros. Le importa si nos la bebemos”, me revolví. “Lo siento señor, en este hotel no servimos alcohol”. La cena fue maravillosa. El agua, siempre embotellada, muy rica.
Nada de rendirse. En la última noche, siete días después de la partida, ya en Delhi, con todo el cosmopolitismo del G20 en la ciudad, no habrá problema. Nos haremos a la idea de que la fecha coincide allí. Vuelta a empaquetar el Vega Sicilia, y nuevo cruce de dedos. La botella llegó sana y salva a la ciudad del Fuerte Rojo. 37 grados previstos. ¿No afecta el cambio de temperatura a los vinos?
El plan en Delhi era visitar Indian Accent, el único restaurante que India tiene en la lista 50 Best de Asia. No hay ninguno en la 50 Best Restaurants, la lista principal. ¡Atentos a la inmensa oportunidad de India con su excelente gastronomía en todos estos foros gastronómicos internacionales! Por el momento Singapur y Hong Kong están presentes, pero no tardará en coparlos Bharat.
“Lo siento señor. El Indian Accent, que por cierto es muy recomendable, está cerrado. El gobierno los ha cerrado tres días por el G20, tendrán ustedes que volver”, contestó con amabilidad extrema el conserje del Hotel Imperial. “Les recomiendo cenar en The Spice Route. No se arrepentirán”. Como el Vega Sicilia ya me quemaba en las manos y la logistica en Delhi se complicaba aceptamos la reserva.
Aquella noche lo primero que puse sobre la mesa, antes casi de sentarme fue la botella, y respiré profundo cuando vi al somelier sonreír. Nos trajeron la carta de vinos y aquello me dio seguridad. Vinos franceses, californianos, italianos, alguna referencia india… “Este es el sitio”, pensé… pero al pedir el descorche, que por supuesto ofrecí pagar, note revuelo en el personal. A los pocos minutos vino a vernos el director de Food & Beverage que con la sonrisa más grande que he visto nunca explicó: “Lo siento mucho por política de la casa no podemos abrir ninguna botella que no sea nuestra”. Argumenté lo que pude resumiendo este artículo en un par de frases pero la sonrisa se mantuvo en su sitio.
Nuestro Vega Sicilia del 2017 volvió a Madrid a la maleta, via Amsterdam. Nadie lo requisó en Schipol. ¡Que listo fui en no tirar los embalajes! Y en avión de Delhi a Amsterdam y de Amsterdam a la T2, y de la T2 a casa. Y ahí está, de pie, intacto, al menos del corcho para fuera, en la nevera de vinos, en el mismo sitio, habiendo recorrido 20.000 km con nosotros para celebrar lo nuestro que ahora también es lo suyo.