Lo importante no siempre es la calma. Si tienes un trabajo o un objetivo cualquiera, seguro que requiere cierta productividad y ante las malas noticias a veces es difícil mantenerse a raya. Pero ojo: no es imposible. Ahora bien, tomarte las cosas con tranquilidad siempre será mucho más positivo que montar en cólera o caer en un ataque de pánico.
Lo primero que debes hacer, es tratar de apartar el problema de tu vista. Puede sonar frívolo, pero ya lo dice el refrán: “ojos que no ven, corazón que no siente”, y casi siempre funciona. Hay muchas personas que se refugian en su trabajo cuando atraviesan por una mala época en el terreno personal: no es casualidad, los malos momentos pueden ayudar a la productividad al convertirse el centro de trabajo en un lugar de evasión.
No obstante, es evidente que hay problemas de los que uno no puede desprenderse de forma tan fácil, especialmente si son de salud, pero si se trata de cualquier otra cosa, se puede evitar. Evitar, que no desentenderse. A los problemas hay que plantarlos cara cuanto antes y no alargar el sufrimiento innecesariamente, pero para seguir siendo productivo necesitas mantener la cabeza despejada y el problema lejos.
Una buena forma de mantenerse al margen de los problemas y concentrarse para mantener el ritmo de trabajo: tener lejos el teléfono móvil. Alertas continuas de Whatsapp no te ayudarán nada y si alguien quiere decirte algo realmente importante, te llamará. Deja a un lado el smartphone y sigue adelante.
También debes tratar de buscar el lado positivo a tu vida. No todo es blanco o negro por mucho que nos empeñemos en verlo así cuando tenemos un mal día o una mala racha. No dejes que una mala noticia te arruine lo que llevas conseguido hasta el momento. Concéntrate en seguir adelante con todo eso que ya tienes y busca ese rayo de luz que te ayude a continuar: desde los amigos hasta la música, cada persona tiene el suyo y s conveniente descubrir el tuyo cuanto antes.
Por último, hay que ser autodisciplinado tanto con el trabajo como con el descanso. Cuando se presentan problemas, a veces nos empeñamos en seguir adelante sin pararnos un momento a respirar. Un café a solas, una llamada de teléfono a alguien de confianza con quien desahogarse, un rato de lectura o largo paseo pueden ayudarte a ver las cosas con más claridad.
Recuerda que seguir adelante con todo con el problema circulando por tu cabeza es la peor solución: ni te concentrarás en lo que estás haciendo, ni estarás dedicando tiempo a solucionar el problema. Recuerda que un respiro a tiempo puede ser la clave para resurgir de entre las cenizas.