Dos países azotados hoy por las llamas acumulan años de experimentación en el uso de la inteligencia artificial (IA) para combatirlas. El proyecto FPInnovations’ Wildfire Operations Research de Canadá ha generado humo con máquinas industriales del sector cinematográfico para entrenar a las tecnologías de alerta de incendios, incluidas las basadas en IA. Y FireMap, una plataforma desarrollada por WIFIRE Lab, spin-off del Centro de Supercomputación de San Diego, puede crear en minutos un mapa predictivo de la trayectoria esperada del incendio.
Los Laboratorios de Desastres, de Modelado de Combustión y de Investigación de Incendios de la Universidad de California Berkeley, junto con las startups Gridware y Squishy Robotics, surgidas su campus, aprovecharon la quema controlada de más de 80.000 metros cuadrados de superficie vegetal por parte del Departamento de Bomberos, para crear un cortafuegos en la ciudad de Novato, y acudieron a recopilar datos de alto valor.
Gridware, por ejemplo, buscaba perfeccionar el dispositivo cargado de sensores y micrófonos que ha desarrollado para escuchar el volátil entorno ambiental de un bosque. Gracias al machine learning, una de las variantes de la IA, puede detectar anomalías y enviar notificaciones. Una de sus ventajas es que se puede instalar en un poste de electricidad con solo cuatro tornillos.
¿Qué problema tiene entonces la IA con los incendios? La Oficina Europea de Patentes (EPO) puede tener una parte de la respuesta. El número de solicitudes de patente relacionadas con tecnologías para combatir el fuego en la naturaleza ha aumentado desde 2011 a un ritmo del del 56,54% anual, con especial énfasis a partir de 2015. Excelente noticia.
No obstante, se observa una cierta asimetría entre las diferentes fases: la actividad de extinción de incendios recibe el mayor número de solicitudes de patente, muy por delante de las de detección, prevención y equipos de protección, y especialmente de la restauración post-incendio, el sector en el que menos se patenta.
La orientación hacia la extinción se observa también en el reparto de los fondos para la gestión del riesgo de incendios forestales, la mayoría de los cuales proviene, por cierto, de los presupuestos públicos. Hay pocos mecanismos en estos momentos que permitan establecer un modelo de negocio sostenible con el que promover más colaboración público-privada. Y eso frena la innovación proveniente de las empresas y los emprendedores. Tema a seguir.
Los países han mostrado una clara voluntad de enmienda y sus presupuestos se han llegado hasta a duplicar durante la última década. La Comisión Europea estima que en la UE se destinan un total de 2.200 millones de euros al año y Estados Unidos ha alcanzado ya los 6.000 millones de dólares, y subiendo. Sin embargo, el gasto para extinguir los incendios forestales sigue siendo hasta seis veces mayor que el asignado para la prevención, según la OCDE.
En un país como España, los tiempos de llegada en caso de incendio están entre 15 y 30 minutos y, hasta ese momento, dependiendo de las condiciones climatológicas, un fuego puede haber derivado ya en el inicio de un gran incendio. Según datos del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, entre 2008 y 2017 se invirtieron cerca de 11 euros por hectárea de bosque en prevención y unos 36 euros en extinción. Los últimos años se ha paliado el desequilibrio, pero no es suficiente para igualar la innovación en ambos campos.
Otro de los problemas con los que se encuentra la IA para combatir el fuego tiene que ver con la disponibilidad de un ecosistema digital de plataformas de datos en el que se combinen todos los peligros ambientales, desde la contaminación del aire hasta las emisiones de metano. Apuntad esta cifra: en el 68% de los indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con el medio ambiente no disponemos todavía de suficientes datos que nos permitan evaluar su progreso, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
La información procedente de los satélites ha mejorado sustancialmente y su detalle desciende hasta el nivel de árboles individuales, lo que puede ser de gran ayuda para los equipos de extinción de incendios en su seguimiento de las llamas. Pero la factura por disponer de las imágenes crece en paralelo a la calidad de éstas. Incluso algunas aplicaciones resuelven la engorrosa unión de instantáneas vecinas, pero cobrando por ello, claro.
La lucha de la IA contra el fuego forestal probablemente se verá beneficiada también por algunas de las grandes tendencias de transformación tecnológica. Por ejemplo, en California hay casi 65.000 kilómetros de líneas eléctricas desnudas en áreas de alto riesgo cuyo soterramiento cuesta entre 3 y 5 millones de dólares cada 1,6 kilómetros. Si se implantaran microrredes en red alimentadas por energía limpia, como la eólica y solar local, con almacenamiento en baterías, se evitaría el transporte de electricidad a largas distancias.
En fin, quizás sea Israel el país que mejor ha logrado encajar a la IA en su batalla contra las llamas. Los 1.020 incendios forestales en más de 600 kilómetros cuadrados de 2020, se redujeron a 448 en 186 kilómetros cuadrados en 2022. Utiliza un dron que vuela a 100 metros sobre el suelo dotado de un sistema de imágenes térmicas llamado Tinshemet-Toren. Se comunica con unas poderosas cámaras térmicas izadas en mástiles de 30 metros. Juntos detectan cualquier calor o movimiento irregular y señalan su ubicación exacta dentro de un radio de 100 kilómetros, desde un cigarrillo encendido hasta un incendio.
Hay que fomentar más innovación en la fase de prevención e incentivar modelos de negocio más atractivos para que el sector privado de base tecnológica se implique en la generación de nuevas soluciones. Los incendios forestales son una lacra que amenaza con cronificarse en nuestras sociedades conforme se consolida el calentamiento global, con sus sequías y episodios de calor extremos. La IA está lista para ayudar, si la ponemos en el sitio adecuado.