Vivimos una nueva revolución, la de la conciencia.
Sigue a la revolución del diseño que se gestó durante los siglos XIX y XX, en el que se primó la superproducción de bienes y la generación de demandas incesantes de nuevos productos. Fruto de ella vivimos en el paradigma del materialismo consumista, que sin embargo va dando paso al del consumo consciente.
En 2004 redacté un manifiesto de la moda consciente, expresado en lo que denominé «bienes para el Bien» (la idea de que un buen diseño no solo tiene que estar bien diseñado, sino contribuir al Bien común), y declinado en un nuevo concepto de marca (baruc.com). La propuesta, validada a lo largo de estos casi veinte años, es la de crear un producto que se mantiene en el tiempo, universal en el sentido de que se adapta a todo tipo, género e identidad cultural.
Mi visión es, como todas, parcial, y muy de nicho (término que se suele emplear para definir lo que es minoritario). Pero es una perspectiva que desde principios de siglo no ha parado de crecer, y que se ha denominado Moda Lenta (Slow Fashion).
El movimiento Slow Fashion, desarrollado en la segunda década del siglo, engloba una serie de iniciativas para crear un ecosistema de la industria de la moda más sostenible, en respuesta a la voraz propagación de la Moda Rápida (Fast Fashion) y el consumismo exacerbado al que incita.
Entre ellas se encuentran Fashion Revolution, que publica el índice de transparencia de la moda (Fashion Transparency Index), creado por Orsola de Castro y Carry Somers a partir del desastre del Rana Plaza del 2013 en Bangladesh; Ethical Fashion Forum, que desarrolla una plataforma de comercio y servicios (Common Objective platform); Sustainable Apparel Coalition, con otro índice de la industria (High Index); Sustainable Markets Initiative, que tiene una relevante división de moda (Fashion Task Force); #Rewiring Fashion, un movimiento relacionado con el anterior, conformado en torno a una polémica carta de la moda (Forum Letter), en revisión por si atenta contra la política antimonopolio de la UE; SlowFashionNext, un foro creado en 2011 en España.
Creo que hay que revisar el término lento (slow), pues no se trata de actuar con lentitud, sino con consciencia.
Es cierto que la industria de la moda gira en torno al eje de la temporalidad, que marca un cambio constante y una ética del usar y tirar. Pero para que esto cambie no se trata de ser más lentos, sino más conscientes. Para que una camisa no cambie en veinte años, tiene que tener un patrón que va más allá de las modas, y para ello no sirve un corta y pega de lo que se lleva cuando se lanza el producto, sino un trabajo más de fondo.
Eso supone que hay que diseñarlo más conscientemente, y darle un mayor tiempo de prueba para dar con la fórmula perfecta, es decir, conlleva más trabajo, pero no trabajar con mayor lentitud.
Quizás en este sentido se usa el dicho «vísteme despacio que tengo prisa»: vestir despacio es vestir con atención, con consciencia. Pero vestir despacio no implica ir más lento, sino avanzar más rápido, pues se acierta a la primera.