La semana pasada el ayuntamiento de Ámsterdam planteó vetar la llegada de cruceros al corazón de la ciudad. La moción fue aprobada y los buques de turismo ya no atracarán junto a la estación central. Deberá encontrarse un lugar alejado para el centenar de escalas anuales de pasaje turístico que tiene su puerto. La decisión es un paso más en una política que se está aplicando en la capital de los países bajos: levantar el pie del acelerador del crecimiento constante para una urbe de 900.000 habitantes que recibe unos 21 millones de visitantes al año.
Vamos al caso de su aeropuerto: Schiphol. En mayo de este año fue el cuarto de Europa en número de pasajeros. Los 5.599.870 viajeros que pasaron por sus instalaciones solo fueron superados por Londres-Heathrow, Estambul y París-Charles de Gaulle. Por debajo de Ámsterdam quedaron Frankfurt, Madrid, Barcelona, Londres-Gatwick, Roma-Fiumicino y Palma. Con estos casi 5,6 millones de viajeros mensuales, se podría entender que el Royal Schiphol Group tendría que sacar pecho y estar satisfecho por estar en el Top Five europeo. Sin embargo, no es así: los responsables de la instalación no creen en el crecimiento infinito y ya el pasado mes de abril apostaron por echar el freno con un programa presentado por Ruud Sondag, CEO del Royal Schiphol Group.
“Schiphol conecta los Países Bajos con el resto del mundo. Queremos seguir haciéndolo, aunque tenemos que mejorar. La única forma de avanzar es ser más silenciosos y limpios. Durante mucho tiempo hemos pensado en el crecimiento y muy poco en su impacto. Necesitamos ser sostenibles para nuestros empleados, el medio ambiente local y el mundo”, dijo cuándo el programa vio la luz. “Me doy cuenta de que nuestras elecciones pueden tener implicaciones significativas para la industria de la aviación, aunque son necesarias. Esto demuestra que hablamos en serio. Es la única forma, basada en medidas concretas, de recuperar la confianza de empleados, pasajeros, vecinos y sociedad”, concluyó.
Lo cierto es que el mensaje de Sondag es muy poco habitual en un directivo aeroportuario. Últimamente en el sector se ha cambiado la filosofía y se han suavizado posiciones, aunque reconozco que nunca había oído a nadie en una posición así hablar directamente de decrecimiento. Y es que lo que pretende este antiguo director y máximo accionista de empresas dedicadas al reciclaje, la energía y el agua, no es Greenwashing. Sondag tiene un plan real.
Frenar va en serio
Para demostrar que lo que se dice es real, Ámsterdam-Schiphol va a cerrar por la noche. Se prohibirán los despegues y aterrizajes desde medianoche y hasta las cinco de la mañana, lo que supondrá 10.000 vuelos nocturnos menos cada año. Del mismo modo se va a ser más estricto con las aeronaves más ruidosas. Si el espacio europeo ya es bastante severo con los ruidos, en el principal aeropuerto neerlandés se van a endurecer gradualmente los estándares existentes para las aeronaves que pueden despegar y aterrizar.
También se van a prohibir los jets privados y la aviación de menor porte, a la que se achaca una cantidad desproporcionada de ruidos molestos y emisiones de CO2 por pasajero que se calcula en unas veinte veces más en comparación con un vuelo comercial. También se ha señalado que del 30% al 50% de estos vuelos en jets privados son a destinos de vacaciones como Cannes, Innsbruck o Ibiza, lugares a los que se considera que hay suficientes servicios regulares. El aeropuerto también ha aclarado que esa medida restrictiva no afecta al llamado ‘tráfico social’, como los traslados sanitarios o los servicios de emergencia.
Las medidas comentadas se aplicarán como tarde en 2025-2026 y junto a estas se ha desechado la construcción de una nueva pista de vuelo prevista hasta hace unos meses. La que sería la séptima de Schiphol ya no se hará realidad, porque se considera que es mucha presión para el escaso espacio libre disponible en la zona. En lugar de eso y junto al gobierno neerlandés, se invertirán setenta millones de euros en los próximos siete años en conceptos de construcción innovadores, aislamiento de viviendas y desarrollo de áreas para mejorar el entorno de vida de los vecinos.
Menos vuelos
Levantar el pie del acelerador o directamente aplicar el freno supondrá en cifras redondas reducir el límite de vuelos anuales a 440.000 despegues y aterrizajes ya en 2024. Puede parecer una cifra aún muy importante, aunque hay que recordar que hasta ahora el limite estaba en medio millón, una cifra que estuvo a punto de alcanzarse en 2019, con 497.000 operaciones.
El plan sigue adelante y Schiphol parará su crecimiento, no por falta de capacidad, como podría ocurrir en otros aeropuertos, sino por voluntad propia. ¿Qué sucederá? ¿Se beneficiarán otros hubs continentales como París o Frankfurt? ¿La afectación de la prohibición de los jets privados cambiará la mentalidad de sus usuarios o estos dejarán de volar desde esas pistas para elegir otras? ¿Será ejemplo para otros aeropuertos que también levantarán el pie del acelerador y se planteen que un modelo alternativo de crecimiento aeronáutico permanente?
Ámsterdam fue un lugar pionero en el transporte aéreo: allí nació en 1919 la aerolínea más antigua del mundo aun en activo: Koninklijke Luchtvaart Maatschappij o KLM. Quizá un siglo más tarde puede ser también pionero en frenar un crecimiento exponencial de la aviación comercial. Veremos con mucho interés por donde va ese plan, si es un caso único o contagiará a otros grandes aeropuertos.