Opinión Gustavo Entrala

La “X” en la casilla del complejo puzzle que es Elon Musk

Ningún CEO en su sano juicio se atrevería a cambiar completamente una marca de consumo en sólo 24 horas, y hacerlo en domingo. Ningún CEO en su sano juicio pediría ideas para el diseño del nuevo logo de su compañía y optaría por la visión de un adolescente. Ningún CEO elegiría para su empresa una letra –la X– tradicionalmente asociada al porno. Bienvenidos al mundo de un CEO que desprecia a quienes piensan que "eso no se puede hacer".

Elon lo ha vuelto a hacer. Tiene a todo Internet apoyando o criticando su última decisión inesperada. Los “expertos” se llevan una vez más las manos a la cabeza.

El pasado domingo 23 de julio, mientras en España decidíamos nuestro futuro como país, Elon Musk anunciaba que, en 24 horas, Twitter iba a cambiar de nombre y de logotipo.

Y lo hizo.

Ahora, la tecnológica que adquirió a finales de 2022 tras desembolsar 44.000 millones de dólares, se llama “X”.

El pajarito ha sido despedido. Y con él se van otros elementos esenciales de la red social más influyente. Se va la marca Twitter, el verbo tuitear, el sustantivo tuit, las sigas RT… y todo el capital de marca acumulado por la empresa desde 2007.

Con este cambio, se evapora una parte de la cultura de nuestra época.

Desentrañando a un CEO único

Elon Musk es así. Desconcertante. Arrogante. Egocéntrico. Imprevisible. Histriónico. Imposible. Insoportable. Un tarado…

Desde luego que no hemos conocido a un CEO menos convencional que Elon Musk. Para los de mi edad, el líder empresarial más excéntrico era Richard Branson, el fundador de Virgin. Pero lo de Elon es de otro nivel.

Elon Musk juega en un tablero distinto al del resto de los mortales. En cada decisión que toma, va diez o doce movimientos por delante. Y aprovecha esa ventaja para pasárselo bomba mientras se ríe de sus competidores, de los consultores de management, de los gurús del branding… en definitiva, de lo que yo llamo los consensos corporativos. No hay nada que excite la imaginación de Elon Musk tanto como la frase “eso no se puede hacer”.

En realidad, estábamos avisados de este cambio. Cuando Musk buscaba dinero para financiar la compra de Twitter, lo hacía con una presentación en la que Twitter será mucho más que una red social. La presentación recuperó una idea que Musk acaricia desde sus tiempos en PayPal, de la que es cofundador: una súper aplicación, al estilo del WeChat que arrasa en China. WeChat es WhatsApp, y un sistema de pagos, y un buscador de viajes, y una red social, y…

Elon Musk sueña con imitar ese modelo.  Así lo presentó a los inversores.

Además, hace unos años llegó a un acuerdo con PayPal para adquirir el dominio x.com por una cifra que nunca se ha revelado públicamente.

Hace dos meses, además, supimos que Twitter había hecho un pedido de chips de Inteligencia Artificial a la firma Nvidia por 250 millones de dólares. La semana pasada presentó el proyecto X.ai, un modelo de IA nuevo que captará datos de Twitter y generará servicios de valor añadido al estilo de lo que están haciendo las otras big tech. Ha logrado robar talento de primer orden a Open AI y a Google para capitanear este proyecto.

Se marcha el pajarito, y a todos nos toca un poco el corazón que eso ocurra.

Al mismo tiempo, lo que la cabeza de un ser como Elon Musk puede inventar es, cuando menos, intrigante.