Desde que en un porcentaje muy alto nos reunimos por Zoom, Meets, Teams y similares, somos un poco más gregarios y, por tanto, tenemos un poco menos de libertad individual. Pum. Suena contundente para un arranque, ¿verdad? Pues estoy convencido de que es así. El uso diario de estas herramientas, como consecuencia del impulso de la pandemia, ha provocado que nos comportemos de una forma muy distinta en las reuniones, abandonando buena parte de nuestras primeras impresiones para convertirlas en la opinión conjunta que has hablado en paralelo con tus compañeros en otro chat.
Sentirse parte de un vodevil es una de las sensaciones más incómodas que uno puede tener. Algo así sucede ahora con bastantes de nuestros encuentros en estas aplicaciones. Nos presentan algo, revisamos un calendario, se está debatiendo cualquier opinión y la mayoría estamos ya en otros hilos de conversaciones comentando el minuto y resultado de la reunión, qué actitud debemos adoptar y qué postura común hay que tener. Con el riesgo que ello implica. Por un lado, de pifiarla y confundirte de chat y, por otro, de un riesgo mucho mayor: el de perder nuestra propia opinión.
Cuando uno no trabaja en construir un punto de vista personal, deja de desarrollar algo tan básico como el criterio. Por eso me sigue gustando tanto que las reuniones que exigen opiniones formadas se celebren físicamente, porque ahí se plasma de verdad la opinión de la suma de individuos, no la del colectivo. Además, no estar presente al 100% en las conversaciones no deja de ser algo reprobable. Decidme que no habéis visto decenas de veces a esa gente que tiene “cara de estar escribiendo”, que no puede reprimir una sonrisa mientras se ve claramente que no está charlando contigo. ¿Es que un fichero de Excel tiene tanta gracia?
Hay algo menos genuino en las opiniones en conversaciones de grupo a través de la pantalla, tienden a ser un poco más guiadas, como cuando haces un ‘focus group’ y subrogas tus decisiones al alfa que lidera el grupo, un tipo de Robregordo que creatividad lo escribe con “q”. La gente se amolda a lo que se está diciendo en un chat paralelo y pierde la frescura, tanto para escuchar, como para desarrollar su criterio propio. Así que ya lo sabes: proponte vivir esas reuniones digitales al 100%, como si estuvieses delante de la otra persona. Si no, perderás algo tan básico como tu punto de vista.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.