Aunque todo esto es un proceso, es cierto que las emociones positivas son necesarias para sobrepasar de una forma más rápida nuestras peores situaciones.
Las emociones negativas debilitan a nuestro cerebro, concretamente a la parte resolutiva. El miedo, el estrés y las emociones que estos generan—rabia, culpa, pánico, resentimiento, vergüenza—nos limitan a opciones muy oscuras. En el campo laboral, la negatividad causa a los equipos una pérdida de flexibilidad y de creatividad. Cuando somos capaces de generar emociones positivas, o simplemente de poner las cosas en perspectiva, podemos volver a la realidad y abandonar los rincones más oscuros. Todavía hay más. Sobrevivir entre personas negativas no es cosa sencilla, pero hay que buscar la manera de saltar estos obstáculos para lograr desarrollar nuestra resolutiva.
Por suerte, podemos volver a ser efectivos cuando nos enfrentamos a la adversidad. Todo depende de nuestra capacidad de evitar los bucles de negativismo en los que entramos. Aprender a la enfocar la vida de manera positiva es algo que se puede lograr, es solo cuestión de pensar en la alegría, la esperanza, la gratitud, y en todas las emociones que viven con nosotros y que nos hacen sentir bien con el mundo. Estas emociones son nuestro botón de reset, tanto para nuestro cuerpo como para nuestra alma.
En uno de los estudios relacionados con esta materia, los sujetos con más ansiedad, fueron capaces de transformar la negatividad en calma, y todo en menos de un minuto. El detonante fue observar un clip de olas en el océano, cachorros jugando o una película triste. Los sensores que se encargaban de medir sus latidos y su presión sanguínea, mostraron la diferencia que se producía al cambiar las películas tristes por las felices.
Las emociones positivas expanden la atención, y con ello la capacidad de ser más resolutivo cuando es necesario.