Cuando viajamos, no pensamos realmente la razón por la cual estamos comprando los souvenirs más ridículos y sin sentido que encontramos. Pero es que no podemos evitarlo.
La razón por la cual compramos cualquier tipo de baratija que encontramos (como los 10 llaveros de la Torre Eiffel que tardas meses en regalar, pero que estaban en oferta) es que necesitamos validar nuestros viajes, lo que en algunas personas se trasladaría a llenar su Facebook con mil imágenes que probablemente no importen a nadie.
Es un sentimiento, y una práctica, generalizada. En todos los viajes hay que esperar a una persona que para en todos y cada uno de los puestos para comprar souvenirs. Esto es todo un arte. Requiere un trabajo de investigación de mercado, comparación de precios, y en algunos casos de regateo. No importa lo que compremos. Lo importante es que no esté disponible en nuestra ciudad. Por ello cobra sentido, en cierta parte, que compremos la sudadera de “Universidad de Roma” al fin y al cabo.
También existe una parte muy tierna en este consumo, queremos hacer que algunas personas nos importan tanto como para acordarnos de ellas en vacaciones, y para ello es necesaria una cuchara con la cara de la Reina de Inglaterra.
Lo peor del asunto, es que por mucho que sepamos que nunca, y remarco, nunca a no ser que sea para estar por casa, vamos a salir a la calle con una camiseta de ponga “Universidad de Roma” y si lo hacemos, bueno, entonces toda la teoría sobre la validación se desmoronaría, de la misma forma que el día que a alguien le importen las 1000 fotos de Facebook de nuestros viajes.