Suecia fue un país pionero en la digitalización de las escuelas y estos días ha anunciado que se replantea el uso masivo de pantallas con fin pedagógico. Lo hace tras conocer los malos resultados de sus alumnos en el informe Pirls, que mide la comprensión lectora, y en el que España, por si lo dudaban, está por debajo del país escandinavo y también de la media europea. En nuestro país además existe un debate latente sobre si apoyar el estudio en iPads –o tablets Android genéricas– resulta más perjudicial que beneficioso.
No obstante, la clave la tenemos en el titular erróneo de esta columna. ¿Dónde está la errata? Fíjense en la conjunción. ¿No sería mejor poner “y” en lugar de “o”? A veces somos cerriles, excluyentes y categóricos, también en lo que toca a la educación y eso sí que un grave error.
Es como lo de los colegios bilingües. Los tradicionales problemas y complejos de los españoles con el inglés generaron una corriente frenética e improvisada que condujo a estudiar los afluentes del río Duero en la lengua de Shakespeare, a clases impartidas por profesores que no siempre están a la altura y en general a que baje el nivel de conocimiento en la materia que se imparte. Sobran medidas de cara a la galería, pero a nadie se le pasa por la cabeza soluciones sencillas y baratas como emitir los dibujos animados en versión original al igual que ocurre en el resto del mundo.
Con lo de las tablets sucede algo similar, prevalece un barniz de modernidad y tecnología sin base, sin que se tomen en serio sus ventajas o desventajas en el plano educativo. Por escribir y leer sobre una pantalla no se adquieren capacidades ni habilidades tecnológicas superiores a las que proporciona ver vídeos en TikTok, ¿no sería mejor enseñar programación y robótica?
De fondo, tenemos el boyante –casi obsceno y abusivo para la economía doméstica– mercado de las editoriales de libros de texto. Aunque experimenta una caída del 3,8% anual, según la Federación del Gremio de Editores, sigue facturando casi 737 millones de euros cada ejercicio como confirma la patronal del ramo ANELE en su último informe.
Con todo, las tablets pueden suponer un gran complemento docente, pero sin renunciar a los libros en papel por varias razones:
- Un iPad o Tablet, ofrece al alumno completos y bien elaborados contenidos audiovisuales que ayudan a comprender la materia. Muy útiles en ciencias o algunas parcelas de las matemáticas, como la geometría.
- También plantea muchos retos y problemas como si fueran juegos, los que resulta entretenido y estimulante para los estudiantes.
- A la hora de documentarse o buscar información para desarrollar un trabajo en grupo, por ejemplo, accedemos a un universo infinito de información y recursos para preparar el proyecto.
- Asimismo, el alumno puede grabar vídeos o podcast para explicar un tema. Se trabaja la exposición en público, la edición de vídeo y la expresión oral.
Por el contrario:
- El libro de texto permite una mayor concentración a la hora de entender los conceptos y no perjudica a la vista en la misma medida que una pantalla.
- No sólo eso, el desarrollar ideas en papel, realizar esquemas y, en general, escribir más “a mano”, sin tanto test con múltiples opciones o respuestas propuestas, implica un mayor desarrollo intelectual a todos los niveles.
¿Por qué no hacer un híbrido entre libro y Tablet? ¿Por qué siempre debe ser todo blanco o negro? Eso sí, sin sangrar más a los padres con precios sonrojantes y abusivos de libros, licencias digitales, además del propio dispositivo electrónico. La educación es la base de nuestro desarrollo, no un negocio, pero a muchos les interesa lucrarse y a otros crear una mansa y maleable sociedad de ciudadanos con poca capacidad crítica.
PD: Soy padre y escribo este artículo desde una experiencia muy directa y fresca.