Paul Bowles dejó escrito en El Cielo Protector: “Mientras el turista se apresuraba por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.
A diario se derraman lágrimas en algún barco. “A Ceuta se viene llorando y se abandona llorando”, ha consagrado el saber popular. El tránsito y el trasiego es constante desde hace miles de años en la ciudad, llave geográfica entre Europa y África, entre el Mediterráneo y el Atlántico.
Sobre su piel se pueden apreciar restos de los asentamientos fenicios, romanos, meriníes, portugueses y hasta de sus primeros pobladores. Según el arqueólogo de la Universidad de Cádiz Juan Jesús Cantillo, en Ceuta se inventaron las mariscadas hace 250.000 años a tenor de los utensilios encontrados en la cueva-abrigo de Benzú, en el extremo más occidental de la ciudad.
Por ese mismo puerto, cuenta la leyenda, que llegó Ulises en su viaje de regreso a Ítaca y se quedó prendidamente enamorado de Calipso. Quizás el viajero más célebre junto con Hércules que haya pisado Ceuta.
Las hazañas, precisamente, de Hércules, consagrado en dos enormes estatuas del escultor Ginés Serrán-Pagán, son las que permiten hoy en día una rara y exclusiva vista desde el mirador de San Antonio, en el Monte Hacho. Desde allí, en cualquier día despejado se pueden observar en el mismo plano visual 2 continentes (Europa y África), 2 mares (el Mediterráneo y el Atlántico) y 3 países (España, Marruecos y Reino Unido). Más que recomendable hacerlo al caer el atardecer y si es posible entre mayo y junio cuando la luz del ocaso va poco a poco ensangrentando el cielo en un sobrecogedor espectáculo de belleza inconmensurable al que ni los propios ceutíes, acostumbrados a este regalo premium de la naturaleza, pueden sustraerse sin maravillarse.
Ceuta es luz, es mar, es aire. Ceuta es historia milenaria y una desbordante humanidad construida sobre la convivencia, en un reducido espacio, de 4 culturas diferentes: la cristiana, la musulmana y también la hindú y la hebrea. Todas tienen templos en la ciudad que se pueden visitar sin demasiada dificultad.
Ese trasiego milenario de civilizaciones ha dejado un poso más allá de los vestigios convertidos en museo y abiertos al visitante para su deleite. Está en sus tradiciones, en sus fiestas y en su vivir diario, impregnando la rutina, apreciable para cualquier visitante, sea viajero o turista.
En apenas 100 metros en el centro de la ciudad, se sucede el templo hindú, la sinagoga y la Iglesia de San Francisco. La ciudad entera está salpicada de mezquitas, entre las que destacan las de Muley El Mehdi y la de Sidi Embarek.
A las 7 de la tarde, al pasear, el aire está impregnado del olor del carbón que empieza a arder en los anafres de bares y cafeterías donde esperan pacientes los pinchitos especiados para ser abrasados a pie de terraza. En las cocinas dentro se preparan con mimo pescados de una frescura impagable, el atún rojo, el mero o el gallo lucen en las cartas y en los platos y dejan secuelas de felicidad en el paladar.
Cualquier mañana, el mercado central de Ceuta ofrece un espectáculo que nadie se puede perder, se podría decir que es una visita obligada. El visitante se quedará sorprendido al pasar por delante de las pescaderías y despertará su curiosidad al explorar los coloridos puestos de especias.
El centro urbano de Ceuta ha vivido una remodelación en los últimos 20 años. Las principales calles son espacios peatonales, limpios y adoquinados con buen gusto realzando la belleza de edificios emblemáticos como la modernista Casa de los Dragones o el Edificio Trujillo. Durante el recorrido se pueden apreciar edificios mucho más contemporáneos, atrevidos, originales y merecedores de premios como el edificio de colores en la calle Real o la Biblioteca Pública del Estado Adolfo Suárez. El paseo además de sorprender por agradable a la vista, suele llamar la atención por el bullicio de las calles, siempre llenas de gente que van y vienen a sus cosas. Porque en Ceuta se vive en la calle.
Al ceutí sólo hace falta tocarle un poco las palmas para que ponga a bailar su corazón y su verbo para el viajero. Ceuta ha dejado su huella como ciudad de paso a lo largo de los milenios, y aún conserva el legado de culturas orientales como la musulmana y la hindú que siguen haciendo gala de una hospitalidad portentosa. Esa tradición oriental se fusiona de manera natural con un estilo de vida plenamente Mediterráneo y andaluz, como si fueran un sólo cuerpo, una sola ciudad. Al visitante le puede parecer que está experimentando múltiples ciudades en una sola calle.
La peculiaridad, el carácter propio, único y exclusivo de ese crisol cultural se remata con la tradición castrense que sigue tan arraigada en la ciudad.
En pocos sitios el uniforme caqui o verde es tan habitual en la calle a cualquier hora cualquier día. Ceuta es cuna de la Legión, el cuerpo militar más icónico del país. Y aquí la Comandancia General ha sabido trazar una alianza única con la sociedad civil. Suya es, precisamente, la prueba deportiva “Cuna de la Legión”, que reúne cada año en marzo a miles de deportistas residentes y foráneos para disfrutar del esfuerzo de un recorrido exigente que, además de disparar endorfinas, les permite disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece la ciudad. Basta con alejarse un poco del centro para apreciar que Ceuta es, en realidad, un jardín sobre el mar.
La Semana Santa con sus pasos en la calle cada día, y el momento culmen en el que participa La Legión, ‘El Encuentro’, salpica el calendario conviviendo con naturalidad con los rezos colectivos de final de Ramadán. El repicar de campanas de las iglesias se mezcla a diario con la llamada a la oración desde los minaretes de las mezquitas.
La comunidad hindú siempre dispuesta a adaptarse ha trasladado su tradicional Holi, el festival de los colores que sirve para dar la bienvenida a la primavera en el subcontinente, al mes de junio. Una de las expresiones públicas de su cultura donde cientos de personas acaban impregnadas en colores en una batalla de diversión.
Otra festividad importante es aquella en la que se rinde culto a Ganesh, el dios con la apariencia más peculiar y ‘cool’: cabeza de elefante y cuerpo de hombre. Ganesh es considerado el patrón de las artes y las ciencias. Durante esta celebración, es sacado en procesión desde el templo hindú hasta el puerto. Tradicionalmente saluda a la patrona de la Ciudad, la Virgen de África, en su santuario, antes de continuar la procesión en el mar para acabar siendo hundido y que pueda regresar al Ganges.
A todo ese conjunto de sensaciones hay que sumar el pequeño paraíso con el que cuentan los ceutíes en pleno centro de la ciudad, el Parque Marítimo del Mediterráneo, diseñado por el paisajista canario César Manrique. Tres enormes lagos de agua salada abiertos al baño entre mayo y septiembre, rodeados de oferta de hostelería, tumbonas, sombrillas y una vegetación cuidada y armoniosa.
Los amantes del buceo saben de sobra que la ciudad cuenta con uno de los fondos marinos más bellos de todo el país incluso llegándose a comparar con los de Baleares, pero con una peculiaridad, su coral anaranjado que es algo exclusivo de Ceuta. De la misma manera, hay playas urbanas y salvajes como la del Desnarigado que no dejan indiferente.
Los amantes de rastrear esa historia milenaria tienen para visitar vestigios como los baños árabes, la basílica tardo romana y más recientemente ha sido restaurada la Puerta Califal de las Murallas Reales, la joya de la corona. Las imponentes Murallas Reales atravesadas por el único foso navegable que queda en el mundo son de visita obligada.
La relación con el mar es tan habitual, que es fácil poder atravesar ese foso navegable para contemplar desde la superficie las imponentes paredes de esas murallas que se alzan como un rascacielos desde el agua y que enseñan las cicatrices de las bolas de cañón que recibieron en su día y se puede navegar en barco turístico o en Kayak de alquiler.
Por mar, es posible llegar a Ceuta a través en más de 10 barcos al día desde Algeciras. Un paseo de una hora en lujosos ferris, que, aunque al residente le resultan algo tedioso por obligación cada vez que sale de la ciudad, para los visitantes se convierte en un agradable minicrucero, que puede tener incluso el premio adicional de avistar delfines si la suerte está de su lado. Otra manera de llegar es en Helicóptero desde Algeciras o desde Málaga. Hay línea regular -Hélity- con más de 5 vuelos diarios a ambos destinos. ¿Cuántas veces ha volado en helicóptero?
Las compras son otro atractivo de la ciudad que ofrece un buen surtido de productos a precios más baratos que en la península gracias a que no hay IVA y el impuesto local equivalente, el IPSI, tiene un tipo máximo del 10 por ciento.
Para alojarse, las opciones en Ceuta incluyen la cadena hotelera Oh Nice, que cuenta con dos establecimientos, el Hotel Revellín y el Hotel Ulises, encontrándonos también con el Hotel Puerta de África o el Parador, además de otros alojamientos más pequeños.
Pero más que sólo observar, Ceuta es una ciudad para vivirla, incluso en una breve visita. Es para echarse a las calles, para salir a terracear un rato, para mezclarse en los bares de la plaza del Teniente Ruíz o dejarse llevar por la belleza de en un atardecer en las Terrazas del Cielo, en medio del Parque Marítimo. Ceuta invita a seguir el ejemplo de los mejores viajeros de la historia, como Ulises, y a sumergirse en su mezcla de civilizaciones. Ceuta es un lugar que te enamora y te hace querer regresar. Cualquier residente que haya sido anfitrión de una visita puede confirmarlo: el resultado es siempre el mismo, sin fallar, aquellos que la visitan muestran sorpresa positiva y desean regresar. Es lo normal, la ciudad es divertida, accesible, hospitalaria y permite palpar culturas e historia a cada paso.